Jaulas Vacías

¿Alitas o pechuga?

Con toda probabilidad, si hablo de pollo, lo primero que nos vendrá a la cabeza será el concepto de pollo como alimento. Así lo refiere una sencilla búsqueda en internet: recetas de pollo, alitas de pollo, pechuga de pollo, precio del pollo...

No es de extrañar que los pollos, me refiero a los animales, sean los animales terrestres más olvidados, los más ignorados y también los más maltratados por número. 

Los pollos, los animales, son invisibles a nuestros ojos. El contacto más cercano que la mayoría de las personas mantendrá a lo largo de su vida con éstas aves se producirá seguramente al elegir la bandeja con su carne en el supermercado.

¿Pero en qué condiciones ha vivido y muerto ese animal que ahora tenemos en nuestras manos? ¿Te has parado a pensarlo alguna vez? 

¿Alitas o pechuga?

Quizá nunca haya llegado a tus oídos información al respecto. Muy probablemente, será porque a la industria que cría millones y millones de éstas aves no le interese que el consumidor conozca detalles escabrosos, como que cuarenta millones de pollos mueren al año en las granjas españolas sin llegar siquiera al matadero, debido a las extremas condiciones en las que son criados. 

Y con la idea de conocer esa situación propuse a Ana Pardo de Vera acceder a una granja de engorde de pollos. Allí vimos con nuestros propios ojos tal cantidad animales hacinados, conviviendo con los cuerpos de otros muertos, pollos tambaleantes cuyas patas apenas soportan el peso de su cuerpo, en una nave donde nunca verán la luz del sol, ni tampoco a un veterinario que les atienda. 

¿Alitas o pechuga?

El olor a amoniaco de sus propios excrementos inunda el aire del recinto en el que se desarrollan sus miserables vidas. Es tal la saturación de amoniaco en el aire que llega a provocarles dolorosas y evidentes quemaduras en su piel. 

Su crecimiento es tan artificialmente rápido que muchos de ellos caen desplomados al suelo, para no levantarse jamás. Así, Ana y yo encontramos a varios muertos, enterrados en la cama de paja y heces en la que malviven, y a otros agonizantes a los que ayudamos a incorporarse en un gesto de compasión que no sentirán nunca más en su corta vida.

¿Alitas o pechuga?

Un ganadero no pagará la factura de un veterinario por un pollo enfermo al que cría para vender por unos pocos euros. Bajo el prisma económico, es más rentable asumir esas muertes como un coste. Son las víctimas que ni siquiera aparecen en las estadísticas de consumo.

Desgraciadamente, en el etiquetado actual de los productos cárnicos no se refleja el trato al que han sido sometidos estos animales hasta llegar a las bandejas de los supermercados, pero el consumidor tiene derecho a conocer para tomar decisiones informadas, por mucho que la industria de la carne haga todo lo posible por evitarlo. Es un derecho, una reclamación a exigir por el consumidor. ¿O es que hay miedo a conocer de donde procede y cómo ha sido tratado el pollo que ponemos en el plato?

El día que se anteponga el bienestar de los animales a la rentabilidad económica habremos dado un pequeño pero necesario paso para acabar con el infierno al que se está sometiendo a millones y millones de animales. 

Con esa esperanza hemos lanzado junto a Público el reportaje de investigación que os invito a ver si no lo habéis hecho ya. Pero antes permitidme que os cuente algo que no quedó plasmado en esas imágenes y del que no fui consciente hasta que no se apagaron las luces. Y es que en ese pedacito de infierno en la Tierra, las luces permanecen constantemente encendidas hasta altas horas de la noche por una perversa razón: mientras hay iluminación los pollos están activos, siguen comiendo y por ello engordando. En el momento en que las luces se apagaron, los animales se relajaron de tal modo que caían rendidos al cansancio como si se les hubieran acabado las pilas. La oscuridad y el silencio que inundaron la nave es algo que nunca olvidaré y que me conmovió profundamente. El día que el bienestar de los animales se anteponga a este monstruoso sistema, ese día, las bombillas no estarán encendidas hasta las tres de la madrugada.

Mientras tanto, estimado consumidor, tienes la oportunidad de conocer y rasgar el velo que la industria cárnica trabaja para mantener. Es tu derecho. Tienes de tu lado a organizaciones como Igualdad Animal, para informarte de las medidas que proponemos para mitigar el maltrato sistemático que sufren los animales y las propuestas que tratamos de que la industria implemente para mitigar tanto sufrimiento, y a medios como Público con la valentía para difundir esta información y cumplir con una labor periodística tan necesaria en estos días extraños.

 

 

 

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