Principio de incertidumbre

¿Pablo Iglesias o IU?

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Hay en la izquierda posmoderna tal vocación por hallar la alquimia del minimalismo militante que al final lo va a encontrar en su estado más puro. Es esa precisa obsesión por dividir el átomo en partes iguales, irreconciliables en su semejanza, hasta hallar por fin la deidad revolucionaria: el partido de masas sin masa alguna. Ése parece ser el sueño húmedo de todo nuevo revolucionario transformador: la soledad onanista del mitin para uno mismo, tocarse el aparato de partido en melancólico monólogo interior. Así que en respuesta al titular, espero que esta vez se acaben las pajas mentales y se pongan todos a follar.

Se equivocaría gravemente Izquierda Unida si se queda fuera del movimiento aglutinador que pretende encabezar Pablo Iglesias. Demostraría una torpeza de vieja maquinaria oxidada. Al igual que sería un error imperdonable que el mediático politólogo y la gente que lo acompaña dejaran fuera a IU de cualquier iniciativa que busque una salida a la crisis por la izquierda. Es hora de olvidar las restas y forjar un nuevo ábaco que sume, hay que meter bolas en la famélica varilla que cuenta las centenas de millar de votos de la izquierda transformadora.

La situación económica y social que ha dejado la crisis, con PSOE (primero) y PP (al cubo) desmembrando el Estado del Bienestar y con la población sometida a un sufrimiento miserable, demanda establecer una estructura de poder que aglutine a los desheredados, a los intelectuales, a los críticos y a los descontentos... una casa común donde todo aquel que quiera cambiar las cosas, militando o votando, se sienta cómodo.

Y no nos confundamos, la idea no es nueva. ¿Qué es si no IU? La formación que dirige Cayo Lara nació precisamente con esa vocación: la de abrir un espacio común, de igual a igual con el PCE, para aglutinar las distintas sensibilidades de la izquierda transformadora (que debería apellidarse "pusilánime", por su tendencia al desmayo y la sobreactuación cuando no se pone de acuerdo en una coma).

Y sin embargo, IU no da más de sí. Al menos en las proporciones necesarias en lo que a apoyo popular se refiere. Inmerecidamente, seguro. Pero es así. Con el contexto más favorable para una formación de su perfil (tras seis años de una crisis que saldrá en los libros de Historia), su mejoría en las encuestas (las mejores que ha tenido) le sigue dejando a una distancia sideral del turnismo de PSOE y PP. Y, me apuesto lo que sea, que si no se consolida ahora, en cuanto el PSOE ponga un candidato joven, simpático (y vacío de contenido), vuelve a quedarse en los huesos su apoyo electoral. La realidad es que IU, a pesar de estar en todas las luchas y ser la única voz parlamentaria con un mensaje social diferente, no acaba de enganchar con la población. Y la oportunidad puede tardar décadas en volver a presentarse: la realidad es que en circunstancias así o el cambio de tendencia se produce a golpe de ilusión irrefrenable o no se produce. La oportunidad es histórica (miren Syriza en Grecia) y no se debería desaprovechar.

Y aquí es donde entra Pablo Iglesias.

No me negarán que entre el dequeísmo militante de Cayo Lara y el estilete mordaz de Iglesias, se queda uno con este último, pese al buen trabajo que ha hecho el coordinador de IU sacando a su formación de un pozo que la tenía al borde de la desaparición.

Es Iglesias un tipo listo, sabedor de que, aunque no debería ser así, una sociedad que lee a Belén Esteban necesita élites intelectuales carismáticas para engancharla a un proyecto serio. No vale con tener un buen programa, hay que saber venderlo.

Y Pablo Iglesias sabe venderse (en el buen sentido). Si no ya me explicarán como un profesor mileurista ha conseguido más presencia mediática que todo el equipo de comunicación de IU junto (que tampoco es un ejército, por otra parte). Aparece multiplicado en la televisión, incluso cuando la tienes apagada y con el cable desenchufado de la pared. Allí está Pablo siempre con aquello de que sus ideas no son tanto de extrema izquierda como de "extrema necesidad" (que viene a ser, salvando las distancias, el "yo por mi hija mato" de la princesa del pueblo).

Y es que el hombre de la coleta y la barba sabe que el medio es el mensaje: bebe tanto de Gramsci como de la Esteban, si se me permite incidir con el dedo en el ojo. Porque aunque su bagaje intelectual es fuerte y comunica con aire de sabelotodo, luciendo en la solapa no sé cuántas matrículas de honor (su ombligo es grande, puede que también lo tenga recogido en coleta), en el fondo las ideas que presenta tienen el poder de la sencillez. Son píldoras directas para el espectador: sabe que habla para gente que intuye pero que no sabe. Así que nos brinda el resumen de un razonamiento complejo. Da munición verbal a aquellos que tienen en la punta de la lengua lo que quieren decir pero que no llegan a decirlo nunca, sometidos al mensaje dominante de los altavoces de PP y PSOE.

Pero no debería equivocarse Iglesias respecto a IU. Vamos a insistir en esta idea. El día que anunció sus intenciones electorales, dijo que no comenzaría esta aventura sin unas 50.000 firmas de apoyo del colectivo social al que se dirige, cuyo epicentro es el 15-M y las mareas ciudadanas. Pues bien: IU roza los dos millones de votos. El único músculo electoral real que existe en la izquierda alternativa lo representa IU gracias a su trabajo, su contenido programático y su trayectoria histórica. Lo demás pueden ser sólo especulaciones o una fiebre de audiencia mediática pasajera.

Por tanto, ambas partes deberían ser generosas. Las soluciones a los problemas concretos y los referentes ideológicos son los mismos, no va a haber ninguna diferencia y no hay motivo para disgregar el voto y perder poder: ambos movimientos están condenados a subirse a un proyecto común (al que debería unirse también Equo, Izquierda Anticapitalista –que parece estar metida con Iglesias- y tantos otros) . Nuevas siglas, con reparto igualitario de responsabilidades y donde nadie desaparezca como colectivo: IU no debe desaparecer nunca.

Pero, eso sí, las viejas glorias de IU (desde Cayo Lara a Ángel Pérez, pasando por Willy Meyer y otros), siendo reconocidas en su trabajo, deben dejar paso a nuevos líderes con nuevas iniciativas (o no tan nuevas) y nuevos modos de comunicar. Y ahí debe estar gente como Iglesias, el profesor Juan Carlos Monedero, el propio Alberto Garzón y alguien que sería deseable y no parece querer meterse en arena: Ada Colau.

Pues eso: muevan ficha y no se dediquen a cortar el átomo en partes iguales, aunque haya neutrones y protones que tienen que dejar ya paso a otros. Ánimo en tan quijotesca empresa.

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