Sombreros de colores

La incompetencia de los/as ministros/as de sanidad españoles

Enrique Sánchéz de León, Juan Rovira Tarazona, Alberto Oliart, Jesús Sancho Rof, Manuel Núñez, Ernest Lluch, Julián García Vargas, Julián García Valverde, José Antonio Griñán, Ángeles Amador, José Manuel Romay, Celia Villalobos, Ana Pastor, Elena Salgado, Bernat Soria, Trinidad Jiménez, Leire Pajín y Ana Mato han sido los ministros y ministras de Sanidad de los Gobiernos de España desde el año 1997 hasta hoy en día. Y sólo dos eran médicos. En un trabajo realizado por alumnos de la XVII edición del Máster de Salud Pública de la Escuela Andaluza de Salud Pública, se analizó el perfil de los 18 ministros (o ministras) de sanidad de la época democrática. Solo dos eran médicos; del ámbito del derecho procedían 8, de la economía 3, de la sociología aparentemente 2, uno era ingeniero y el otro físico. Y en el que colmo del despropósito una no tenía siquiera titulación. Y no debe verse como una cuestion de corporativismo.

Sergio Minué @sminue, compañero de trabajo en la Escuela Andaluza de Salud Pública en su interesante blog El Gerente de Mediado, (BLOG DE REFERENCIA EN ATENCIÓN PRIMARIA Y POLÍTICA SANITARIA y que ha estado presente ya algunas veces en este blog) hace una reflexión muy buena sobre la competencia/incompetencia de los/as ministros de sanidad de la época democrática, cuyos cuadros (como bien recuerda una persona en los comentarios al post), están colgados de algunos de ellos en la sala Europa del edificio del Ministerio de Sanidad que dice así:

Hace unos años, ¿Permitiría la troika que la ministra de economía española fuera la atleta Marta Dominguez? O en el caso de que el gobierno fuera socialista, ¿ toleraría que ejerciera tal responsabilidad Miguel Bosé?; incluso, en un hipotético gobierno de UPyD, ¿aceptaría Christine Lagarde al dicharachero Toni Cantó como interlocutor? Cada uno de ellos, han demostrado cualidades en sus respectivos ámbitos profesionales ( sin meternos en otras consideraciones), pero parece bastante evidente que la empresa les vendría grande.

Sin embargo las cosas cambian radicalmente cuando se trata de nombrar al responsable del Ministerio de Sanidad.
 ¿Tenía el Partido Socialista mejores candidatos que Trinidad Jimenez o Leire Pajín para ministra de sanidad? Por supuesto. ¿Tiene el Partido Popular alguien más competente que Ana Mato? ¿Con menos sospechas sobre la honradez de su conducta? Sin duda alguna. ¿Cómo es posible entonces que no sea necesario ningún conocimiento ni experiencia previa para ser el máximo responsable del Ministerio de Sanidad? 
Siempre que se produce la formación de un nuevo gobierno y comienzan las quinielas sobre los responsables de las futuras cartera,s la atención se dirige a las consideradas importantes (economía y hacienda, justicia, interior,... ) ; la de sanidad suele ser de las últimas en adjudicarse, una especie de premio de consolación o pedrea para los que aún no han sido agraciados en la tómbola. Sin embargo la responsabilidad en materia sanitaria no debería ser menor que la correspondiente a ministerios como el de economía. Al margen de sus competencias en materia de protección de salud, y de que un porcentaje muy importante del gasto público va dirigida a esta parcela, pocos sectores productivos hay más complejos que el sanitario: innovación tecnológica continua, altísima sensibilidad de los ciudadanos ante el servicio recibido, profesionales de alta cualificación, y de cuya intervención individual en cada consulta, quirófano o planta depende la calidad, el coste y la satisfacción de los ciudadanos. Los banqueros (grandes responsables de la situación económica en la que nos encontramos) difícilmente tolerarían como interlocutor en materia económica a un indocumentado. Sin embargo el sector sanitario siempre recibe con una educación ursulina a los incompetentes que les suele tocar en suerte.
Ana Rico (socióloga experta en ciencia política y economía, y doctoranda en salud publica), en un comentario que ha generado un segundo post de @sminue dice:
En cuanto a ministros relacionados con el Estado del Bienestar, y en especial Sanidad, lo que cuenta hoy en día no es la primera licenciatura, sino la formación multidisciplinar que incluya (por ese orden) Política, Medicina y Ciencias Sociales, así como experiencia multiprofesional (haber ejercido dos o tres roles distintos en el SNS , lo que previene el corporatismo, efectivamente el mayor cáncer a neutralizar en este asunto).
Por ejemplo,
1. médico, investigador y paciente
2. enfermera, servicio de reclamaciones y sindicalista,
3. y "multi-setting" (Atención Primaria  Hospital, Comunidades autónomas)
Y Sergio Minué planteaba que los ministerios del Estado de Bienestar son demasiado "especializados" para que los dirijan personas sin formación y experiencia suficiente, ya sean médicos o no (aunque no deja de ser significativo que de 18 solo 2 lo hayan sido). Pero aún peor es ese déficit democrático que lleva a los gobiernos del signo que sea a elegir "cancerberos de confianza" obedientes y sin escrúpulos para dirigir el tinglado. Nunca ha sido éste un país que tolere bien la opinión propia.
Juan Simó en un comentario del blog aporta lo que decía él y un grupo de compañeros que existe desconfianza hacia el médico como empleado público de las sucesivas administraciones públicas desde la instauración de la democracia en España. :
 Por primera vez en la historia de la democracia española un médico (que además ha ejercido en la sanidad pública) es ministro
de sanidad. Sorprende que desde la aprobación de la Constitución no haya ocurrido tal coincidencia. ¿Coincidencia?
Algunos pensamos que no es coincidencia (es decir, explicable por el azar), que no haya habido hasta la definitiva descentralización ningún ministro de sanidad médico (¡con la cantidad de licenciados en Medicina que
hemos tenido en los últimos años en España!, ¡con la cantidad de ellos que se han formado en gestión en programas nacionales o en el extranjero! y, ¿por qué no decirlo?, ¡con los muchos que se han dedicado a la política!). ¿Por qué señalamos y nos extendemos en este hecho? Sencillamente porque pensamos que refleja de modo paradigmático la desconfianza (animadversión pura en algunos casos) hacia el médico como empleado público de las sucesivas administraciones públicas desde la instauración de la democracia en España. Recordemos la mención a las alpargatas y los médicos de alguien que llegó a ser vicepresidente del Gobierno. Quizá ser médico no debería ser mérito para ser ministro de sanidad, pero tampoco debería haber sido un obstáculo.
YA DECÍA SERGIO EN SU PRIMER POST QUE:
Resulta difícil considerar casual la falta de cualificación para el cargo de buena parte de los ministros de sanidad españoles. Hace unas semanas se publicaba un magnífico informe de unos investigadores de la London School of Hygiene and Tropical Medicine y de la Universidad de Ciudad del Cabo ( Powell-Jackson, Hanson y McIntyre). En él revisaban la literatura sobre el espacio fiscal para la salud ( Fiscal Space for Health, RESYST, diciembre de 2012), que pretende responder a la cuestión de cómo aumentar los recursos financieros para salud, y específicamente como expandir el espacio fiscal en esta materia. En él remarcan las recomendaciones de la OMS en 2010 relativas a la necesidad de que los ministros de sanidad aprendan y dominen el lenguaje de los economistas; sin este dominio y la posesión de algunas habilidades imprescindibles en materia económica, la asimetría de información entre responsables económicos y sanitarios es tan grande como la que ha existido tradicionalmente entre médicos y pacientes. Probablemente a los gobiernos, independiente de que sean conservadores o teóricamente progresistas, les interesa tener ministros de sanidad débiles, cuanto más indocumentados mejor, para poder aplicar sus políticas económicas con mayor facilidad. Por supuesto un ministro de sanidad por muy capacitado que sea, en principio estará alineado con las estrategias del gobierno de que forma parte. Pero si tiene un mínimo conocimiento del asunto cabe la esperanza de que no comulgue con determinadas ruedas de molino, algo para lo que han tenido la más mínima dificultad las últimas responsables del ramo. Sabemos de algún ministro que siéndolo se metió a estudiar Economía y se recicló en Salud Pública y Política Sanitaria. Todo para ser más competente.
En cualquier caso, quizá llegó el momento en que el sector sanitario diga basta al nombramiento de ministros incompetentes. Si no lo toleran los banqueros ¿por qué debe hacerlo los profesionales sanitarios ?

Más Noticias