Entre leones

Recetas contra la crisis

El Gobierno y el PP se empeñan en hacernos creer que la recuperación económica va sobre ruedas. Es verdad que la macroeconomía está mucho mejor que en el verano de 2012, cuando la prima de riesgo alcanzó los 640 puntos básicos y España estaba al borde del rescate total. Es verdad que el turismo, siempre el turismo, nos vuelve a sonreír. Al final, como predijo en su día el socialista Francisco Fernández Marugán, nos empieza a ir mejor cuando a nuestros vecinos del norte les va bien y están poniendo parte de sus ahorros a plazo fijo bajo el sol de nuestras playas. Vamos, como en los sesenta, pero sin Alfredo Landa y los Ozores persiguiendo suecas.

No es menos cierto que el aumento de la competitividad está fortaleciendo las exportaciones y mejorando, gracias a la caída de las importaciones, nuestra balanza comercial. La bajada de salarios, sobre todo los jornales de los curritos, y una reforma laboral que consagra el despido a la carta, están detrás de este abracadabra de competitividad.

Es verdad que los mismos especuladores que hicieron su agosto con la deuda española cuando nos temblaban las piernas, ahora elogian nuestra vitalidad, nuestra fortaleza, nuestra firmeza. Una especie de engorde para preparar el próximo sablazo. Estos golfos, que provocaron la crisis para seguir adorando al becerro de oro, se  van a marchar de rositas y más ricos, como Dios manda. Pero lo importante es que la Marca España está por las nubes gracias a Morgan Stanley.

Hasta ahí, todo perfecto: el Gobierno puede sacar pecho por una mejora macroeconómica incuestionable. Pero otra cosa muy distinta es vendernos, a golpe de propaganda a precio de saldo –muchos medios han aparcado su sentido crítico por pura supervivencia económica-, que esto está hecho. Los que habitan en la economía real, las clases bajas y medias, los parados, los pensionistas, los dependientes, los jóvenes, las mujeres, etc.,  seguirán siendo un ejército de descreídos hasta que este nuevo milagro español –falta bien poco para que el Gobierno acuñe esta nueva trola- aterrice en el famélico menú del día, sustancie sus vidas perras. Las previsiones más optimistas apuntan que aún faltan años para que esta mayoría de españolitos tenga opciones de futuro y pueda disfrutar de un Estado de derecho, recortado picota en mano por ZP y Rajoy, dos personajes consagrados al austericidio. Es de esperar que pasen a la historia como dos auténticos austericidas, aunque nos los venderán como patriotas.

No mucho mejor lo tiene la legión de autónomos y pequeños y medianos empresarios, que está aún a la espera de que los bancos, rescatados a golpe de dinero público, rompan el dique de sus balances de casino y dejen fluir el crédito sin exigir avales imposibles. Pobres emprendedores, engañados con promesas de créditos fáciles, timados por un tocomocho institucional, condenados a buscarse la vida allende de nuestras fronteras. ¡Menuda burbuja la de los emprendedores!

Mientras que todo esto ocurre, la mejor receta que puede ofrecer el Gobierno es una que mejore la del puchero, cocido, pote gallego o cualquier plato regional básico de las Españas. No estaría mal que De Guindos o Montoro se especializaran en gastronomía española, incluida la escudella y el marmitako de bonito, ahora que las televisiones se han empeñado en poner a cocinar a los todos españoles como terapia de choque contra una cesta de la compra cortita de cartera. Hasta yo, que aprendí la alta cocina universitaria a golpe de Avecrem, me atrevo a sugerir una o varias. Por supuesto, una muy básica sobre el puchero y sin ánimos de convertirme algún día en ministro de Economía y/o Hacienda. Hay que comprar un buen jarrete de ternera, una pechuga de gallina vieja y los  avíos –no seguir los consejos que dio en su día Celia Villalobos contra el uso del hueso de vaca-. Y, claro está, zanahoria, patata, apio, puerro y nabo. Tres horas al fuego a hierro. Mi aportación consiste en añadir una mata de yerbabuena, un chorreón de Tío Pepe y unas gotas de limón en cada plato. Para chuparse los dedos en tiempos de crisis. Con un poco de imaginación y algo de literatura, la ingesta de puchero recodará los langostinos con un cierto sabor afrutado, el jamón pata negra con un toque de canela y la langosta con aromas de regaliz. Tres platos de reyes en uno de caninos de solemnidad. Para hacerle un monumento de todas las plazas de la Constitución.

Pero si hay recetas que están a la altura de estos tiempos ruinosos en Andalucía, que nuestra presidenta debería llevar al BOJA como platos nacionales, son las que utilizan como ingredientes básicos espárragos, caracoles y tagarninas de la sierra, que los niños han vuelto a vender por las carreteras. Incluso los cascarabitos son recomendables para entretener el hambre. Pero, como advertía Carlos Cano, cuidado, mucho cuidado, que no se nos vaya  a subir la rama de perejil, porque podemos dañar la Marca España y sus sabrosos datos macroeconómicos.

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