Entre leones

De sádicos y miopes

Cuando la crisis financiera mundial aterrizó en la economía real y empezó la era de los sacrificios, los españoles nos dimos cuenta de que habíamos vivido durante demasiado tiempo muy por encima de nuestras posibilidades. O eso, al menos, nos reprochábamos. Atrás quedaron los días de créditos para piso, muebles, coche y viaje al Caribe, y empezaron los años de sangre, sudor y lágrimas y los de colas en el paro y desahucios para media España.

ZP, recién caído del guindo, fue el primero en apelar a la heroica de la resistencia. El leonés empezó dándole un tajo a las pensiones y otro a los sueldos de los funcionarios para intentar la cuadratura del círculo de las cuentas públicas. Y continuó en la senda del austericidio hasta agotar la paciencia de la inmensa mayoría de los españoles, que obligó a su partido a mandarlo por tabaco sin billete de vuelta. Se marchó con más pena que gloria, sin ningún crédito político por no haber sabido diferenciar una pulmonía de un catarro. Sus ocurrencias de los últimos años provocaron entre los españoles un acto reflejo de echarse la mano a la cartera cada vez que fruncía el ceño desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados y enunciaba un nuevo paquete de medidas a ninguna parte.

Y, sobre todo, el leonés no actuó como secretario general del PSOE con la contundencia que hubiera merecido un caso de corrupción tan grave como el de los ERE en Andalucía. Por falta de vigilancia de los suyos, debió poner a más de uno con galones en la calle y provocar un adelanto electoral, aunque fuera por aquello de respetar mínimamente los 100 años de honradez.

Pero Rajoy, que heredó país y poltrona con una mayoría absoluta indecente, ha sido el verdadero campeón de los sacrificios. Recién aterrizado, se lanzó, cuan cruzado de la competitividad, la productividad y otras leches fritas, a jodernos la vida sin contemplaciones. Con el objetivo de salvar a España a costa de los españoles, subió el IRPF para atajar la crisis de ingresos que sufrían las arcas públicas y enjaretó una reforma laboral de puerta y calle, esto es lo que hay y si quieres lo tomas y si no, lo dejas, y de salarios preindustriales. Todo para crear ahora puestos de trabajo de cuarto y mitad. Y siguió con el medicamentazo, una amnistía fiscal de Armani, un rescate con dinero público de vellón de una banca desahuciadora y un sinfín de medidas más con muy mala baba que ha dejado el Estado del bienestar en purito hueso. Pero eso sí, como reza en las casas cuartel de la Benemérita, "todo por la Patria".

Al igual que le ocurrió a ZP, Rajoy se está quedando sin crédito. No hay más que ver el nivel de valoración que tiene en las encuestas. Aunque la economía ha crecido en último trimestre un 0,4%, la tasa de paro se mantiene por encima del 25% y las expectativas apuntan a que rondará ese fatídico porcentaje en los próximos años. Cada vez es más evidente que los sacrificios de la mayoría sólo están beneficiando a una minoría, que saldrá, si cabe, más rica de la crisis económica. Esa será la parte troncal de la herencia de Rajoy, que ha gobernado a contramano de su propio programa electoral, que ha engañado hasta a sus propios votantes.

Además está el ‘caso Bárcenas’. En cualquier país con unas instituciones democráticas medianamente asentadas, un episodio como el que está viviendo el PP, con sobresueldos, cajas b, comisiones ilegales de constructoras y cuentas en Suiza, hubiera provocado una avalancha de dimisiones y un río de imputaciones, desde el primero al último de los responsables de tan monumental corruptela. Pero ni se inmutan. Al final, pretenderán hacernos creer que todo fue un choriceo de Bárcenas, que trabajaba a media jornada en Génova y no como gerente nacional del PP con chófer, secretaria y sueldo de Champions League.

Así las cosas no es extraño que en el ‘cara a cara europeo’ del pasado jueves entre Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano la corrupción, uno de los problemas que más preocupa a los españoles, no fuera objeto de debate. Y no es que no tocara porque había que centrarse en asuntos europeos. No. De hecho, de Europa no se debatió ni lo justito, y los temas domésticos coparon la mayor parte del paripé de refriega.

La miopía ante la crisis y la inacción ante la corrupción, cáliz que bebió hasta las heces Pérez Rubalcaba cuando heredó de ZP, forman parte de la tarjeta de presentación del PSOE en estas europeas. El sadismo económico contra las clases medias y bajas y la manga ancha contra sus graves corruptelas, legado que Rajoy pretende dejar, son parte del ADN actual del PP. Así se entienden que el ‘cara a cara’ sólo hubiera mucho guante blanco, sustentado sobre un pacto tácito para no pisarse la cola: si tú no hablas de Bárcenas, yo no saco lo de los ERE, y viceversa. Todo para salvar un bipartidismo que está cavado su propia fosa a dos manos.

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