Entre leones

Por aclamación intimidatoria

La sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados del pasado miércoles resultó de lo más ilustrativa. Escuchar a la vicepresidenta del Ejecutivo del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, atizarle a su homónima socialista, Soraya Rodríguez, con la crisis abierta en el PSOE tras el fiasco de las europeas, fue definitivo para comprender por qué el bipartidismo en España se ha ido a freír monas. Ni populares ni socialistas quieren enterarse de que el varapalo que han sufrido tiene mucho que ver con la alarmante falta de credibilidad que atesoran. Con Cataluña poniendo velocidad de crucero hacia la independencia –la próxima Diada va a ser el pistoletazo de salida- y la crisis económica apretándole las clavijas a los mismos de siempre, ellas se dedicaron a jugar al "y tú peor", una versión belicosa del parlamentarismo de riña de patio de vecinos de la calle Floridablanca. ¡Vaya sentido de la responsabilidad!¡Vaya nivelito!

Bueno, al menos en el PSOE parecen haberse enterado por fin de que pintas bastos. A palos, pero ha recibido el mensaje de la ciudadanía. Por eso, a Pérez Rubalcaba, posiblemente el mejor socialista para presidir un Gobierno que tenían en nómina,  no le quedaba otra que tirar la toalla y convocar un congreso extraordinario. Quemado ya cuando ganó el congreso a Carme Chacón por obra y gracia de la vieja guardia, que se movilizó para cerrarle el paso a la catalana, no se ha podido quitar de encima el olor a chamusquina que desprendía desde que arrancara en  esta travesía del desierto a ninguna parte.

Susana Díaz, que salió victoriosa en Andalucía del fiasco europeo, impuso la vía de escape y espera en San Telmo que su partido complete una aclamación nada recomendable para tomar el mando de las operaciones.  Pero no lo tiene tan fácil. Vender ante los suyos y ante la opinión pública española que va a tomar un camino que va a contramano de su calendario y de los propios compromisos adquiridos con los andaluces es una tarea de experto funambulista.

Si para colmo resulta investida en un congreso extraordinario a la vieja usanza, por incomparecencia de contrincantes, que todavía, pobres, míos, tienen que superar el Everest de los avales que impondrá el lunes la Ejecutiva Federal, pues mucho peor para el PSOE y para ella misma.

En juego está ni más ni menos que el derecho que tienen los 220.000 militantes socialistas de designar en unas elecciones abiertas, basadas en ‘un militante, un voto’,  al  nuevo  secretario general del PSOE. Este procedimiento electoral en sí mismo forma parte de lo que necesita el socialismo democrático español para salir del pozo en el que se ha metido: movilización, participación, entusiasmo, esperanza, ilusión y compromiso. Una acción masiva de abajo a arriba. Los norteamericanos, que son expertos en esto de la democracia nos guste o no, eligen a sus candidatos a la presidencia a través de unas primerias abiertas en las que votan militantes, simpatizantes e incluso contrincantes. Y, con esas herramientas, construyen proyectos y sueños colectivos que convencen a las mayorías, ganan elecciones y llegan a la Casa Blanca.

En fin, sería una verdadera pena que los militantes no pudieran votar directamente a su secretario general cuando los aparatos estaban dispuestos a darles la palabra aunque fuera con todo el dolor de su corazón. Quizá esta buena disposición partía de la certeza de que nunca harían uso de ella. Pero los afiliados se la habían ganado a pulso tras aguantar estoicamente las ocurrencias de ZP, la agonía de Pérez Rubalcaba y las corruptelas sin romper el carné.

Pero puede cantar la gallina si Pedro Sánchez y/o Eduardo Madina –Patxi López se ha autodescartado y Carme Chacón está superada por los acontecimientos- le hacen el favor al PSOE y a la propia Susana Díaz de presentarse, aunque sea por higiene democrática, aunque sea para que la presidenta de la Junta de Andalucía recalibre su legítima ambición personal, aunque sea para que revise su hoja de ruta con su mejor ojo, aunque sea para que reflexione más sobre el vértigo del poder que sobre la erótica del poder.

Lo que no puede ser es que Susana Díaz llegue a Ferraz tras un paseo militar, con claveles rojos, pasodobles y encendidas saetas. Tiene que ganárselo, aunque lo tenga hecho, confrontando, discutiendo, acreditando y respondiendo a varias preguntas: ¿Está usted preparada para lo que se le viene encima? ¿Es usted mejor que su contrincante, ya sea Sánchez o Madina, para dirigir en este momento al PSOE? ¿Puede usted estar en misa y repicando? Estamos hablando de una secretaría general que debe renovar el partido de cabo a rabo para recuperar la credibilidad. Estamos hablando de una posible candidata del socialismo democrático español a la presidencia del Gobierno. Estamos hablando de una política que tiene que tomar el testigo de Pérez Rubalcaba y proseguir la ardua tarea de servir como puente entre Mas y Rajoy, dos políticos que destacan por su pronunciado autismo. Estamos hablando de alguien que tiene que compatibilizar la presidencia de la Junta y el primer sillón de Ferraz, que tiene que vivir entre Sevilla y Madrid. Pero, sobre todo, estamos hablando de una persona que debe tener en su cabeza un proyecto claro de España en estos momentos de tribulaciones e incertidumbres.

Sólo por ese camino, de la mano de la mayoría de los militantes y a los lomos de un proceso democrático impecable, Susana Díaz puede ser la primera mujer en alcanzar la secretaría general del PSOE con garantías de éxito. El atajo que le plantean, por medio de una aclamación intimidatoria, es un tiro en el pie en toda regla.

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