Entre leones

'Igualicos' ante la Ley

Mira por dónde Esperanza  Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón van a estar unidos por una vez. Eso sí, unidos por el incivismo vial, que es una nueva modalidad de notoriedad pública que se practica últimamente con mucha frecuencia en las filas del PP. Bueno, en honor a la verdad, la lideresa madrileña como protagonista principal y el actual ministro de Justicia por la afición de uno de sus hijos a conducir alegremente por la vía pública.

Como se recordará, Aguirre, multada por estacionar en el carril bus en plena Gran Vía, se dio a la fuga llevándose por delante una motocicleta de la Policía Municipal. Pobre mujer, qué susto se debió llevar con los agentes siguiéndola, casi acosándola, por las calles de Madrid. Menos mal que, por ser quien es, se libró del control de alcoholemia y no tuvo que pasar la noche en el frío y sucio calabozo de la municipalidad, que es el lugar en el que acabaría cualquier desgraciado que osara marcarse esta especie de The Transporter  a ritmo de chotis.

Pero no pasa nada de nada, ella forma parte de las rubias nacionales que dan el pego como rubias naturales y que no merecen ni despeinarse por el capricho de los policías de ponerle una multa injusta y desproporcionada. Lo suyo quedará en una faltita, en un tirón de orejas sin tirón ni orejas, como Dios manda.

Gracias a esta justicia tan comprensiva, dúctil y amable, la lideresa continúa al pie del cañón como presidenta regional del PP y como referencia moral en un país de perroflautas, frikis, rojos y parados. Da gusto leerla. Lo mismo defiende la fiesta nacional poniendo a caer de un burro a los antitaurinos, unos genuinos antipatriotas, que arremete contra los podemos o contra esa izquierda trasnochada que tanto le preocupa y ocupa. Ah, y contra los de Amaiur, que lo de ETA gusta mucho entre sus parroquianos, sobre todo cuando se indigna hasta echar espuma por el tabloide ante la impunidad que viste y calza De Juana Chaos.

Un lunes de esto, seguro que nos sorprende con un alegato a favor de la educación vial y  defiende a capa y espada el estricto cumplimiento de las normas de circulación, posando junto a una pareja de la Guardia Civil de Tráfico, que lo suyo por el verde oliva es un amor sin fronteras, de los de antes de la guerra. Hasta es capaz de ponerse como ejemplo de ciudadana ejemplar. Cara dura tiene para eso y para más. Debe ser por el empaque que le da ser medio grande de España.

El mismo camino que Esperanza Aguirre parece llevar un hijo de Ruiz Gallardón, que a punto estuvo de atropellar días atrás a una mujer tras golpear a un coche en la calle Miguel Ángel de Madrid. A fin de cuentas, que embistiera  a otro vehículo con reiteración, no es para tanto. Que se fugara "a gran velocidad y conduciendo en zig-zag" es digno, si acaso, de elogio por convertir tan céntrica calle de la capital de España en una pista de coches de choque y por conducir dando espectáculo a los barrederos del turno de noche. Que llegara sano y salvo a la vivienda familiar más que un milagro es una heroicidad embriagadora.

Por todo eso, resulta más que comprensible que la delegada del Gobierno en Madrid, la señora manodura Cristina Cifuentes, brazo armado del Gobierno en las ‘manis’ y concentraciones subversivas, haya calificado el incidente como "un asunto menor", y pelillos a la mar. Para ella, hablar de colisión era hasta "excesivo". Nada, un "rozamiento" de nada, casi una caricia de un picado de los coches de choque y de las revistas de automóviles. Por eso, porque no pasó nada de nada, porque tan sólo casi  atropelló a una buena señora, el niño de Gallardón durmió en casita y no en el frío y sucio calabozo de la municipalidad, que es donde hubiera dado con sus huesos cualquier desgraciado. Pero siempre ha habido clases, carajo.

Todo el peso de la Ley debe caer contra los que debe caer. Para ellos están construidos calabozos, cárceles y mazmorras. Para ellos es la nueva Ley de Seguridad Ciudadana. Carlos Cano, estudiante de Medicina de 25 años, y Carmen Bajo, parada de 56, son dos de ellos: dos auténticos subversivos condenados a tres años de cárcel por vulnerar el derecho de los trabajadores en un piquete informativo del 15-M, según sentencia del juez Manuel Piñar. Y como son malos, malísimos, un peligro para la sociedad en toda regla, están a punto de entrar un día de estos en el lugar edificado con esmero para apartar de la sociedad a todos los de su clase.

A ver si nos vamos enterando de una vez por todas que en esta España de hoy, todos los ciudadanos somos igualicos ante la Ley de vez cuando, coño.

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