Entre leones

El último tren

Mañana domingo los 200.000 militantes del PSOE están llamados a las urnas para elegir a su nuevo secretario general. Es de suponer que los delegados socialistas que participen en el congreso extraordinario el 26 y 27 de julio en Madrid ratificarán la decisión que tome la militancia. No les cabe otra: es el último tren. La propia sociedad española no entendería que los aparatos convirtieran en un fiasco el acto de democracia directa más importante que ha protagonizado el socialismo democrático español tras las primarias a la presidencia del Gobierno que le ganó Borrell a Almunia en 1998.

Sin embargo, durante todo el proceso que ha enfrentado a Pedro Sánchez, Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, se ha podido escuchar por onda corta el runrún de que todo este proceso puede desembocar en un congreso extraordinario fallido, similar al que sufrió el PSOE en 2012 tras ganarle Rubalcaba a Carme Chacón por apenas 22 votos.

Las legítimas aspiraciones de la actual presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, de aterrizar en la política nacional en el futuro, el temor de los derrotados de que un proceso de renovación interna les indique más pronto que tarde la puerta de salida para dejar entrar savia nueva y el cainismo que el PSOE lleva en su ADN como germen de destrucción desde su fundación están favoreciendo esta disparatada tesis.

En el actual marco de la política española, con la deriva secesionista de Cataluña amenazando cada vez más la integridad territorial de España y con el bipartidismo saltando por los aires en las pasadas elecciones europeas gracias a la irrupción de Podemos, el PSOE sólo puede situarse unido detrás de su nuevo secretario general y trabajar sin descanso en una nueva oferta electoral que seduzca a la mayoría de los españoles. ZP dejó la marca por los suelos y Rubalcaba la llevó al mercadillo de saldos.

Al nuevo secretario general le toca ahora la ardua tarea de cambiar caras y proyectos y elegir a los mejores vengan de donde vengan para evitar la irrelevancia. Con autonomía y generosidad y sin tutelas, el elegido por los militantes tiene que tener como primera obligación integrar a los derrotados. Sólo desde una plataforma amplia de los suyos podrá despertar la ilusión necesaria para evitar la demolición y poder servir de nuevo a la sociedad española. Si no lo consigue, el Olivo a la española es la única salida que le queda ante un PP que previsiblemente se mantendrá debilitado pero unido.

Así las cosas, una vez que el nuevo secretario general esté sentado en Ferraz, será el momento de abordar asuntos como las primarias a la presidencia del Gobierno, que no serán tan importantes como el tacticismo del actual proceso interno ha impuesto. Celebrar otras primarias en noviembre, coincidiendo con la consulta soberanista de Cataluña, sería un disparate mayúsculo. Y lo sería porque el PSOE no puede estar de nuevo ocupado en sus cosas cuando debe estar centrado en los problemas de España. Poco o nada tiene que ver con las aspiraciones de Susana Díaz, que debe ser consciente de que a partir de mañana el líder de los socialistas españoles tiene la obligación de ejercer su cargo con plena autonomía. Ella lo ha hecho desde que Griñán dejó en sus manos el partido y la Junta de Andalucía, y quizá por eso le está yendo tan bien.

En cuanto a las primarias en sí,  los tres candidatos han corrido pocos riesgos y han perdido de vista que todo esto era para poner orden en el PSOE y no para arreglar España. La alta abstención está servida porque ninguno ha entusiasmado.

Por lo demás, Pedro Sánchez no ha cometido ningún error grave, que es lo único que no debe hacer el máximo favorito, y presenta el mejor cartel físico-intelectual para ganarle a Rajoy en las próximas elecciones generales. Pérez Tapias ha dibujado el perfil más republicano y federalista del PSOE sin complejos y valentía y con solidez intelectual. Y Madina ha peleado como bien ha podido para no quedarse descolgado.

Lamentar que en este afán haya participado directa o indirectamente en algunos episodios de ‘guerra sucia’ contra Sánchez. El más sonado ha sido la broma enlatada de Bankia. El madrileño ha hecho bien en no responder a su ‘compañero’ de partido con la basura que existe en el armario del vasco. La mala baba no da muchos votos, es ‘un quiero pero no puedo’, denota mal fondo y poco estilo y deja cicatrices.

En fin, los socialistas estarán mañana de fiesta, porque el voto y la democracia son siempre dignos de festejar. Y votarán, como no puede ser de otra forma, a quien les dé la real gana.

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