Entre leones

Madrid, Madrid

La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, tiró definitivamente la toalla y no se presentará en mayo del año que viene a la reelección. Tras coger el timón de la capital de España gracias a la renuncia de Alberto Ruiz-Gallardón, que dimitió para integrarse en el primer Gobierno de Mariano Rajoy a finales de 2011, la esposa de José María Aznar sólo ha cosechado fiasco tras fiasco durante sus tres años de mandato.

El más sonado de todos fue el de las Olimpiadas, con una intervención absolutamente lamentable en la presentación de la candidatura de Madrid 2020 que restó más que sumó. El ‘relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor’ pasará a los anales de nuestra historia contemporánea como un sainete a la altura de los que encumbraron a los hermanos Álvarez Quintero, quienes, por cierto, debieron ser los inspiradores de las campañas hilarantes de la Marca España.

Pero esto del sueño olímpico resultó ser una broma, como también lo fueron las clases de golf gratis a su familia en la Casa de Campo o incluso el fichaje de familiares de dirigentes del PP como asesores municipales –esto no deja de ser marca de la casa en toda la Comunidad Madrileña-, en comparación con la lamentable gestión que hizo de la tragedia del Madrid Arena o el estado de la capital de España a pocos meses vista de las elecciones municipales.

En la crisis del Madrid Arena demostró una gran incompetencia para comunicar, una incapacidad manifiesta en la asunción de responsabilidades y una falta absoluta de sensibilidad ante la tragedia en sí. Aquello de retomar sus vacaciones la retrató para los restos.

En cuanto al estado de la ciudad, Botella es la máxima responsable de un Madrid sucio, ruidoso y tristón que han provocado que los turistas extranjeros elijan otros destinos turísticos con menos pringue, menos escándalo callejero y mejor iluminado.

Los residentes, ya sean gatos o no, se han encontrado con el añadido de soportar unos servicios públicos básicos, como son la educación y la sanidad, que languidecen por la acción privatizadora y mangante de los neocom, y una ciudad diseñada para los coches.

Es verdad que Botella no tiene toda la culpa del estado actual de Madrid. Ruiz-Gallardón le dejó como herencia una deuda de 7.430 millones de euros –aparte estaban los 400 millones de las empresas públicas- y mil millones de facturas impagadas. Con ese legado, no le ha quedado otra que basar su gestión en recortes y subidas de impuestos.

Pero no es menos cierto que en los años del despilfarro formó parte de los gobiernos del actual ministro de Justicia como delegada de Asuntos Sociales y de Medio Ambiente. Entre 2003 y 2007 se acometió el proyecto de la Calle 30, una actuación global multimillonaria –costó entre 5.630 y 10.406 millones de euros sobre un presupuesto inicial de 1.700- que convirtió a Madrid definitivamente en una ciudad rendida a los coches, con una actuación coartada en Madrid Río para revestir de verde un proyecto que sólo ha servido para disparar la contaminación atmosférica en la ciudad.

Ya sea por la herencia o por sus propios errores, Botella ha llegado al tramo final de su mandato sin apenas apoyos en el PP y ha anunciado que no se presentará a la reelección.

De inmediato, la actual presidenta del PP madrileño, Esperanza Aguirre, que ha estado siempre en labores de desgaste de Botella, se está postulando como salvapatrias de uno de los principales bastiones peperos.

Debe ser que el incidente en el carril bus de la Gran Vía le ha dado alas para reengancharse a la política activa. Desde luego, si después de la que lío logra presentarse de nuevo ante los madrileños como si nada, casi como  ‘ciudadana ejemplar’, sería para un monográfico de Cuarto Milenio, de Iker Jiménez, sobre el ‘factor caradura’ en la reencarnación política en sí misma. Puro budismo con un toque Rouco.

Enfrente tiene a la actual delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, que representa la derecha democrática que todo el mundo quiere que anide con fuerza y de una vez por todas en el PP. No sé, no sé. Me da que es demasiado moderna y republicana para esta tropa. Y encima pide primarias.

En fin, lo que parece claro es que la alcaldía de Madrid seguirá en manos del PP. Si le falta algún escaño, ahí estará Rosa Díez para retratar por fin a UPyD como jarrillo de lata de la derecha.

Salvo que Podemos (Ganemos) dé la sorpresa sumando lo nunca visto junto a IU o el PSOE opte por José Bono o Ángel Gabilondo, a la izquierda no le queda otra que rememorar aquellos años de Enrique Tierno Galván en la alcaldía en los que Madrid era una ciudad más decente y divertida y estaba al servicio de sus ciudadanos.

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