Entre leones

Ébola en la cadena de mando

Tengo que reconocer que cuando el Gobierno decidió repatriar al religioso Miguel Pajares, enfermo de ébola, de Liberia a España sentí un enorme alivio. Teniendo en cuenta los criterios economicistas introducidos últimamente en la sanidad pública española, cabía la posibilidad de que lo dejaran morir en ese país africano ante las escasas posibilidades objetivas de sobrevivir que tenía. Afortunadamente, no fue así y no hubo recortes en esta ocasión.

Con el otro religioso repatriado desde Sierra Leona, Manuel García Viejo, tuve la misma sensación a pesar de la frustración que supuso la muerte de Pajares a los pocos días de ingresar en el hospital madrileño Carlos III.

En ningún momento, viendo el despliegue sanitario realizado en los dos casos y ante las garantías ofrecidas por las autoridades, tuve temor alguno de que los religiosos pudieran contagiar al personal sanitario que le atendió.

Sin embargo, como muchos españoles, me equivoqué, y España ha sido el triste escenario del primer caso de ébola fuera de África. Una auxiliar de enfermería, que se ofreció voluntaria para atender a Pajares y García Viejo, contrajo la enfermedad. En principio, en contacto con el segundo religioso. Al parecer, lo atendió personalmente en una ocasión y recogió la habitación tras su muerte.

Las primeras hipótesis apuntan a que pudo tratarse de un fallo humano. ¡Y tanto que ha sido un fallo humano! Pero espero y deseo que la investigación abierta vaya más allá de atribuir el error a la propia sanitaria, que, dicho sea de paso, es más una heroína y una víctima que una negligente, digan lo que digan.

La cosa no está para bromas. Aquí no nos enfrentamos a un caso de corrupción de esos que se pueden torear a través de recursos dilatorios, propaganda pagada o investigaciones que llevan a ninguna parte. Aquí están en juego vidas humanas, y sólo vale la verdad y la asunción de responsabilidades.

Alguien tiene que aclarar si es cierto que los trajes que vestían el personal sanitario tenían un nivel de seguridad biológica de nivel 2 cuando para atender a este tipo de pacientes deberían haber llevado unos de nivel 4. Alguien tiene que aclarar todas y cada una de las dudas de seguridad laboral que plantea este grave caso. ¿España ha implementado la Directiva Europea de Bioseguridad?

Alguien tiene que explicar cómo es posible que la sanitaria, que atendió ni más ni menos que a dos enfermos de ébola, informara el 30 de septiembre que tenía fiebre y la mandaran a su casa hasta el 6 de octubre al no cumplir los criterios "clínicos de sospecha". ¿No hubiera sido más prudente hacerle las pruebas del virus en ese primer momento, o incluso hospitalizarla si estas no resultan concluyentes en esa primera fase?

Alguien tiene que justificar cómo es posible que la sanitaria, en vez de acudir a las Urgencias del hospital de Alcorcón, donde entró en contacto con 21 sanitarios,  no se dirigió directamente al Carlos III. ¿Nadie le hizo un seguimiento desde el 30 de septiembre y la orientó cuando la fiebre se disparó por encima de los 38,5 grados? ¿Por qué no se la obligó al menos a interrumpir las vacaciones?

Alguien tiene que detallar cómo se eliminaron los desechos inorgánicos de Pajares y García Viejo. ¿Se siguió escrupulosamente el protocolo de eliminación establecido en estos casos?

En una comparecencia en directo de TVE –interrumpida inexplicablemente- el mismo día de la confirmación del caso de ébola, la ministra de Sanidad, Ana Mato, intentó tranquilizar a la población: "Se están tomando todas y cada una de las medidas necesarias para dar la mejor atención a la técnico y garantizar la seguridad de quienes la atienden y de todos los ciudadanos".

¡Faltaría más! Eso de no crear alarma está bien. Forma parte del protocolo de este tipo de crisis: no alarmar al personal sanitario ni al resto de la ciudadanía. Otra cosa es que lo logre. Tampoco está mal que el Ministerio de Sanidad reconociera un día después que la sanitaria debió ser hospitalizada antes. Era más que evidente que los criterios clínicos de sospecha fallaron estrepitosamente, ¿no?

Pero todo esto no es suficiente. A la espera de que la investigación abierta aporte algo más de luz, en la cadena de mandos, más de uno y de dos  -empezando por la misma ministra-, deben empezar a hacer las maletas por higiene política, por salud pública.

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