Entre leones

El primer debate andaluz

El primer gran debate de las elecciones andaluzas enfrentó a los candidatos de los tres partidos con presencia en el Parlamento andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla (PP), Susana Díaz (PSOE) y Antonio Maíllo (IU), y no dejó un claro ganador. Si acaso, el líder izquierdista venció por los puntos.

De entrada, resultó ser un espejismo, dado que Podemos y Ciudadanos, ausentes en el debate, van a tener un protagonismo capital el 22-M según señalan todas las encuestas.

Además, el formato pactado por las tres formaciones políticas pecó de rígido: todo estaba demasiado tasado. Y, por tanto, más propicio para el monólogo que para el cuerpo a cuerpo en sí.

Así las cosas, Maíllo, convidado de piedra, se coló en el debate a dos que por momentos tuvieron Moreno Bonilla y Díaz, sobre todo en el segundo bloque, el dedicado a la corrupción -aunque eufemísticamente fuera el de la transparencia-.

Ahí, en ese preciso momento, el candidato de IU acusó a ambos dos de estar "hasta arriba de corrupción" y les reclamó que pidieran perdón a la ciudadanía. Esta intervención, nada profesoral –en el resto pecó de utilizar en exceso ese registro-, le permitió sacar cabeza y ganar en el apartado de la honradez y la transparencia, que es vital en los días que corren. Y, posiblemente, ganar por los puntos el debate.

Moreno y Díaz, embarcados en el ‘tú más’, apenas si arrancaron unas tablas en este terreno, el primero con los ERE y los cursos de formación y la segunda con las ramificaciones de los casos Gürtel y Bárcenas.

Este empate técnico en el barro de la corrupción, más propicio para Moreno Bonilla, resultó evidente al no responder el popular a una pregunta directa sobre la presencia de imputados en las listas del PP y al desentenderse la socialista de un informe de Intervención sobre los cursos de formación cuando ya ostentaba la Presidencia de la Junta.

En definitiva, Díaz contrarrestó con poco –también cogió con el pie cambiado a su contrincante con la declaración de la Renta de 2013- toda la artillería que tenía en su poder Moreno Bonilla para ponerla patas arriba.

En el primer bloque, dedicado principalmente al paro, Díaz y Moreno Bonilla se enfrascaron en una especie de puja sobre una eventual bajada del IRPF. Corresponsables como son de un desempleo insoportable, las recetas que ofertaron para combatirlo resultaron hueras y poco realistas, sobre todo al ignorar ambos que solo cuando se recupere la construcción inmobiliaria –sector tabú- se rebajará sustancialmente esta tasa.

En cualquier caso, el empuje inicial de Moreno Bonilla lo contrarrestó bien Díaz, que de defenderse en el arranque pasó pronto al ataque.

En el tercer bloque, el destinado de las políticas sociales, la candidata socialista desperdició la oportunidad de haber puesto totalmente contra las cuerdas al candidato popular, que, en su negociado en el Gobierno de Rajoy, tuvo mucho que ver con los recortes sociales de los tres últimos años.

Se le escapó vivo por no insistir aún más en la responsabilidad directa que Moreno Bonilla ha tenido en el debilitamiento del Estado del bienestar. Más le hubiera valido golpear en ese flanco y no culpar de casi todos los males de Andalucía a Rajoy.

En fin, teniendo en cuenta que Díaz era la clara favorita y Moreno Bonilla, una víctima propiciatoria, el PP-A se puede dar con un canto en los dientes de que su candidato saliera vivito y coleando con la que se le viene encima.

Y el PSOE-A debe afinar más a su candidata para la próxima, que hasta el rabo, todo es toro. De entrada, una capita menos de maquillaje y una reducción de yoismo y adanismo no le vendría mal a Susana. Vamos, que alguien le diga que la pólvora se inventó en China y no en Triana.

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