Entre leones

Los riesgos de Espe

La elección de Esperanza Aguirre como candidata del PP a la Alcaldía de Madrid no era la única opción que manejó Mariano Rajoy. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, también estuvo en las quinielas.

Sin embargo, Rajoy optó finalmente por la lideresa del PP madrileño. Y lo hizo porque los sondeos la sitúan como la mejor candidata posible de los populares, por encima incluso de Soraya.

Frente al PSOE, Podemos y compañía y Ciudadanos, ella es la única que puede resistir en uno de los principales bastiones electorales del PP.

Pero la elección de Esperanza Aguirre entraña varios riesgos que Rajoy ha ignorado y que pueden tener consecuencias electorales no deseadas para el PP.

Por un lado, la vuelta al ruedo político de la lideresa madrileña en la primera plaza municipal de España supone de facto una resurrección política por la puerta grande.

Cuando dimitió como presidenta de la Comunidad de Madrid en septiembre de 2012, todo hacía indicar que tiraba la toalla y renunciaba definitivamente a la guerra sin cuartel contra Rajoy que protagonizó durante una larga década.

Ahora, con su regreso, Esperanza Aguirre se posiciona de nuevo para ver qué pasa tras las elecciones legislativas de 2015. Si Rajoy cae, estará en disposición de librar una última batalla por la sucesión.

De entrada, en el lío montado tras ser elegida por el dedo de Rajoy, la lideresa madrileña ha abortado el intento de Génova de que abandonara la presidencia del PP madrileño. Ya se verá si renuncia a la reelección si logra la Alcaldía. Y no va a parar, como se está viendo.

En definitiva, donde había una señora felizmente jubilada y políticamente muerta, habrá una enemiga interna vivita y coleando, capaz de lanzar órdagos al propio Rajoy cuando le venga en gana.

Pero el riesgo más importante que entraña la elección de Esperanza Aguirre es el mensaje autocomplaciente, poco contundente, que lanza Rajoy a un electorado español especialmente preocupado por la corrupción.

Es verdad que la lideresa madrileña ha salido ilesa de todos los casos de corrupción que han salpicado a la Comunidad de Madrid durante sus mandatos. Pero no es menos cierto que demasiados colaboradores suyos han resultado imputados o se han visto inmersos en corruptelas vinculadas a mordidas puras y duras.

Granados, otrora brazo derecho de Esperanza Aguirre en el PP madrileño, está en la cárcel por una mangancia vitaminada.

E Ignacio González, otro número dos, ha sido descartado como candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid poco después de que el propio PP haya reactivado la turbia compra de un ático en la Costa del Sol para justificar el descabalgamiento.

In vigilando e in eligendo, la lideresa madrileña tiene una responsabilidad política evidente que por sí debería haberla llevado a un retiro permanente, muy lejos de la primera línea política que vuelve a ocupar de nuevo.

Sin contar con esas responsabilidades políticas en su etapa en la Comunidad de Madrid, que comenzó, dicho sea de paso, con el tamayazo, el PP debió también descartarla cuando protagonizó el incidente del carril bus en la Gran Vía madrileña con agentes de la Policía de Movilidad.

Es verdad que de aquello se salvó judicialmente. Pero no es menos cierto que pocos ciudadanos molientes y corrientes hubieran tenido tanta suerte como ella en circunstancias similares.

Pero es ella, Esperanza Aguirre, una rara avis política tocada con la gracia de la impunidad.

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