Entre leones

Una oportunidad para la política

Las elecciones andaluzas del pasado domingo han arrojado una clara victoria del PSOE-A y de Susana Díaz. La lideresa socialista andaluza no llegó a los 50 escaños a los que aspiraba, pero igualó los 47 que logró en 2012 Griñán pese a perder 120.000 votos. Un triunfo, en cualquier caso, inapelable.

A cambio, en este proceso electoral, Susana Díaz sacrificó gran parte de la imagen de mujer de Estado que cultivó allende de Despeñaperros, con una agenda muy atropellada que solo sirvió para debilitar las posiciones del nuevo secretario general, Pedro Sánchez, y sembrar dudas en el propio PSOE sobre el liderazgo y la unidad de acción.

En los dos debates electorales, Susana Díaz mostró una imagen a contramano de las virtudes que se le presuponían. Los perdió -sobre todo, el segundo- y sembró serias dudas sobre la extensión de su tirón electoral al resto de España, donde se ha ganado no pocas antipatías.

La necesidad de alcanzar acuerdos para gobernar, en un Parlamento andaluz en el que han irrumpido con fuerza dos nuevos partidos políticos, Podemos y Ciudadanos, le vendrá bien para pulir algunos de los defectos que ha exhibido, sobre todo relacionados con la soberbia y la falta de humildad. Ya dije que alguien le debería decir que la pólvora se inventó en China y no en Triana. Pues insisto en lo dicho. Si quiere lograrlo, ya puede ir enterrando la llave del dos que tan bien maneja.

Tampoco le vendrá mal esta nueva etapa para superar el síndrome de hybris y quitarse de encima algunos aduladores que ahora la quieren canonizar cuando hace unos años la querían enterrar políticamente.

Y, por último, debe entender que en política hay que ganar y también es conveniente convencer. En ese sentido, una mayor elaboración del discurso político resulta fundamental, un atisbo de proyecto político es lo mínimo que se despacha para lograr ese doble objetivo con solvencia.

Si supera estas taras políticas, Susana Díaz estará en disposición de ver cumplidos sus principales sueños políticos, sentarse en Ferraz y después en Moncloa. Eso sí, con permiso de Pedro Sánchez, que ha demostrado que no se va a morir ni se va a dejar matar y que no es tan breve como cantaban los cuatro mariachis que conforman el PSOE crítico, con ZP a la cabeza del ripio.

En cuanto al PP, pues era la crónica de un batacazo anunciado. Creo que Juanma Moreno Bonilla tiene mucha menos responsabilidad que Rajoy, que no quiere enterarse de que su forma de hacer política, como de ‘asustaviejas’, no le gusta a la mayoría de los españoles, que entienden que esos modos forman parte del pasado.

Estoy convencido de que si Rajoy y algunos de sus ministros no se hubieran volcado en la campaña de las andaluzas proclamando la buena nueva de la recuperación económica, Moreno Bonilla hubiera podido maquillar algo más la debacle final.

A IU se la ha llevado por delante Podemos. El proceso de absorción resulta ya inevitable. Cuanto más lo retrasen, peor para las dos formaciones políticas. La buena campaña de Antonio Maíllo no ha sido recompensada por los andaluces en las urnas, porque, entre otras cosas, ellos mismos se lo han puesto difícil con tantos guiños a Podemos. El de Julio Anguita resultó mortal de necesidad.

Podemos, en su segunda puesta en escena, ha irrumpido con fuerza en el Parlamento andaluz, pero no ha cubierto expectativas, que no eran otras que convertirse en la segunda fuerza política andaluza.

Su pegada electoral, al menos en Andalucía, no es la que se presuponía. Con los resultados que han logrado, la hegemonía que le dan las encuestas a nivel nacional no puede nada más que decaer.

Para mí, la gran sorpresa ha sido Ciudadanos. Con candidatos apenas conocidos, ha logrado unos resultados que los convierte en los poseedores de la llave de la gobernabilidad en Andalucía.

De sumidero del PP, el partido de Rivera apunta a seria alternativa por el centro a los populares. Sus buenos modales resultan demoledores.

En fin, el Parlamento andaluz será durante los próximos años una buena oportunidad para hacer política, para llevarla por la senda del diálogo y el acuerdo, lejos del ordeno y mando que hemos vivido en los últimos años.

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