Entre leones

Felipe salió del jarrón

Inicialmente, la Conferencia Municipal que el PSOE celebró el pasado fin de semana en Madrid estuvo marcada por la ausencia de Susana Díaz, que, según Ferraz, no acudió a la cita al estar "centrada en los problemas de los andaluces y en las tareas de gobierno". En la Conferencia Autonómica de Valencia a principios de año no participó por una gripe.

Excusa tras excusa que suponen no solo una falta absoluta de respeto hacia su secretario general, Pedro Sánchez, sino un compromiso tibio con el proyecto socialista en toda España.

Todo en base a un supuesto "problema personal" que tiene con Pedro Sánchez. Unas diferencias que, más allá del pago de algunas minutas y de algún que otro asuntillo de estrategia política, surgieron en el mismo momento en el que el actual líder socialista manifestó su voluntad de no ser un títere en manos de la lideresa andaluza.

Normal. Griñán no lo fue cuando Chaves le entregó el testigo. Tampoco lo fue ella cuando Griñán la dejó al frente del PSOE-A y la Junta de Andalucía. De hecho, desde el minuto uno, hizo de su capa un sayo y mandó y mucho hasta poner a la organización andaluza en fila india. Y si no, que le pregunten a Mario Jiménez, que pagó injustamente con un ninguneo marca de la casa su resistencia inicial a que fuera ella la elegida. Y Pedro Sánchez ha seguido esta tradición.

Lo peor de todo es que ese "problema personal" con Pedro Sánchez lo está trasladando Susana Díaz al PSOE-A, que aparece cada día más desconectado del PSOE y de la propia realidad política, que exige una gran capacidad de diálogo para pactar.

Es verdad que, aunque no alcanzó el objetivo previsto de la mayoría absoluta –el techo de Griñán, más los exvotantes del PP temerosos de Podemos era el plan para lograrla-, la lideresa andaluza consiguió unos buenos resultados en las pasadas elecciones autonómicas. Es verdad también que el PSOE-A va a estar por encima del PSOE porcentualmente sí o sí.

Pero no es menos cierto que los resultados obtenidos no van a garantizar la constitución de un Gobierno más estable que el que conformó la pasada legislatura con IU. De entrada, hasta después del 24-M, nada de nada de investidura, por mucho que esgrima el voto de los andaluces, por mucho tito César. ¿No es ese mismo voto el que ha conformado la actual composición del Parlamento andaluz?

Y tampoco se puede obviar que los principales problemas de corrupción que dificultan, en gran parte, la recuperación electoral del PSOE en España, tienen su epicentro en Andalucía.

A todo esto hay que añadir un deterioro de la imagen de la propia Susana Díaz. No salió muy bien parada de los debates electorales andaluces y ya no goza en Madrid del predicamento que cosechó en la turné exprés con tertulianos y empresarios del Ibex 35, que la encumbraron como "mujer de Estado" gracias también al apoyo interesado del PP para debilitar a Pedro Sánchez..

Pero lo peor de todo es que la mayoría de las federaciones socialistas está empezando a encajar mal un comportamiento que muchos califican de caprichoso e irresponsable.

No se acaba de entender que a Susana Díaz no le valiera Rubalcaba y lo quitara; que no congeniara con Eduardo Madina y le perjudicara en las primarias, y, sobre todo, que ahora quiera desbancar a Pedro Sánchez, a quien aupó en su momento a la Secretaría General, para intentar poner no se sabe muy bien a quién.

¿A Carme Chacón jugando a la contra desde dentro? ¿A Madina redimido como un chico bueno? ¿Por qué no se presenta ella de una vez por todas y deja de jugar al perro del hortelano?

Todo este relato ha debido pesar lo suyo en Felipe González, que, en la clausura de la Conferencia Municipal que arrancó con la ausencia de Susana Díaz, pidió a todo el PSOE que cierre filas en torno a Pedro Sánchez, y le ofreció todo su apoyo después de reconocer que no le votó en las primarias.

Felipe no ejerció como ‘jarrón chino’ en esta ocasión; salió de su escondite e intervino como el principal referente histórico del PSOE, muy por encima de ZP. Y lo hizo porque debe estar convencido de que la unidad de acción debe seguir formando parte de la cultura de su partido y resulta vital para ganar las próximas citas electorales. De eso se trata, ¿no?

Es de suponer que Susana Díaz hará tarde o temprano la lectura correcta de lo que ha dicho Felipe. No en vano, hasta hace bien poco a ella la comparaban con él.

Si no la hiciera –por ahora no la ha hecho y se ha convertido en la portavoz de todos los barones-, alguien debería armarse de valor y decirle que se está equivocando, que lo que está haciendo no forma parte de la cultura socialista, que lo suyo no deja de ser un tiro en el pie en toda regla.

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