Entre leones

Cuba: otra vez tarde

El Norte de Marruecos fue entre 1913 y 1956 un protectorado colonial español. Ciudades tan importantes como Tetuán, Villa Alhucemas, Nador, Alcazarquivir, Ketama, Zeluán, Xauen y Torres de Alcalá, en las regiones del Rif y Yebala, estuvieron todos esos años bajo el paraguas cultural y administrativo de España.

Sin embargo, Francia, que se quedó con la zona Sur de Marruecos bajo el mismo régimen de protectorado, tiene más influencia que España en Marruecos, incluido el Norte.

Eso es así por la política de "independencia desde la interdependencia" que Francia llevó siempre a cabo desde que Marruecos se convirtió en 1956 en miembro de pleno de derecho de la ONU. Hoy, fruto de esa misma política, el francés es la segunda lengua oficial del país norteafricano, pese a que Francia está a casi 1.400 kilómetros de las costas marroquíes y España a tan solo 14 kilómetros.

Los distintos gobiernos franceses han cultivado desde siempre esta interdependencia en beneficio propio. Así, en otoño de de 2003, cuando el proyecto del superpuerto de Tánger estaba en el horizonte, el presidente francés Jacques Chirac viajó a Marruecos con una importante delegación de empresas francesas, entre las que estaban Vivendi, Lafarge y un buen número de constructoras.

Fruto de esta gestión, una empresa gala, en competencia con Dragados, logró la adjudicación de la obra civil de la primera fase de Tánger Med. En la segunda, un consorcio franco-italiano, formado por Bouygues-Bymaro-Saipem, ha protagonizado una ampliación que convertirá al puerto tangerino en el más importante del Mediterráneo en mercancías y pasajeros. Miles y miles de millones de euros de inversión a tiro de ferry de Tarifa.

En estos días, otro presidente francés, François Hollande, ha visitado Cuba al frente de una importante delegación empresarial. Es el primer mandatario de la UE que se planta en la isla caribeña tras el deshielo de las relaciones americano-cubanas protagonizado por Obama y Raúl Castro, con la mediación del Papa Francisco.

Una vez más, España pierde la iniciativa en un país que estuvo bajo dominio español 386 años, entre 1512 con la fundación de la ciudad de Baracoa y 1898 con la firma del Tratado de París.

Y lo pierde porque en la actual coyuntura el Gobierno del PP, con el ministro de Exteriores José Manuel García-Margallo, no ha hecho otra cosa que meter la pata una y otra vez.

El propio Margallo estuvo especialmente desafortunado cuando, a sabiendas de que las negociaciones para el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba iban por el buen camino, se coló en la isla caribeña para ofrecer a los cubanos una lección sobre democracia en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana.

Ni que decir tiene que volvió a España sin que Raúl Castro, que había recibido siempre a su antecesor en el cargo, Miguel Ángel Moratinos, y al propio presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoó, le recibiera.

Para abundar en el despropósito, Margallo calificó de "extraordinaria deslealtad" el encuentro que el expresidente Zapatero y Moratinos tuvieron con Raúl Castro en La Habana en febrero de 2015.

En vez de utilizar la relación privilegiada que los dos políticos socialistas tenían con el Gobierno cubano, el ministro de Exteriores español cogió el camino de la verborrea; es decir, tachó la visita de inoportuna y recordó que la UE estaba negociando un acuerdo de cooperación con Cuba. ¿Calificará ahora la visita de Hollande de desleal e inoportuna toda vez que Europa sigue inmersa en la misma negociación con la isla caribeña?

La verdad es que Margallo, en este asunto y en otros muchos más, ha sido superado extraordinariamente, que diría él, por Moratinos, que sí supo abonar desde su cancillería el terreno para que EEUU y Cuba abrieran un periodo de normalización histórico tras 50 años de desencuentros. Ahí le duele; ahí reside la diferencia entre un diplomático de verdad y un africanista que ve a Cuba como la 38 "provincia española" en población.

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