Entre leones

Sobre la necedad

El próximo 20 de julio, Estados Unidos y Cuba abrirán embajadas poniendo fin a una crisis diplomática que ha durado más de 50 años. Previamente, Obama y Castro se han mirado a los ojos y se han estrechado la mano. El Papa Francisco, que es una rara avis vaticana, una especie de cordero entre lobos, ha mediado para que el acuerdo cubano-norteamericano llegara a buen puerto.

El mundo no transcurre por los derroteros de la resolución de los desencuentros por la vía del diálogo, más bien va a contramano, con la amenaza yidadista que anuncia tambores de una guerra global, pero al menos se ha logrado poner una pica en el Flandes de un conflicto que en su día pudo causar incluso la Tercera Guerra Mundial con la crisis de los misiles.

A miles de kilómetro, en el Sur de Europa, en el Estrecho que nos separa de esa amenaza de los islamistas radicales, de un narcotráfico que cabalga de nuevo desbocado y de una pobreza que alimenta los movimientos migratorios masivos, el Gobierno español acaba de cerrar definitivamente el Instituto Cervantes de Gibraltar.

Esta decisión, que es más propia de una estrategia guerrera que fruto de una diplomacia moderna y reflexiva, entronca directamente con el cierre de la frontera en 1969 a manos de Fernando María Castiella, ministro franquista admirado y largamente elogiado por el actual canciller español, José Manuel García-Margallo.

En los trece largos años que estuvo cerrada la frontera, el español decayó entre varias generaciones de gibraltareños. Los niños que sufrieron el cierre hablaban un español mucho más pobre que el de sus padres y abuelos. El bilingüismo, que estaba en el ADN de Gibraltar, se debilitó hasta dejar expedito el camino al inglés.

Nunca antes una decisión política hizo tanto daño a los intereses españoles en Gibraltar. Por mucho revestimiento patriótico que tuviera, el cierre de la frontera cargó de razones a los gibraltareños para mantenerse a la sombra de la bandera británica y mermó el derecho a la integridad territorial al que apelaba España, abriendo las puertas al derecho de autodeterminación del pueblo de Gibraltar.

Conocedor del daño causado, el primer ministro de Asuntos Exteriores de ZP, Miguel Ángel Moratinos, incluyó en los Acuerdos de Córdoba firmados en 2006 con el Reino Unido y Gibraltar la apertura de un Instituto Cervantes en el Peñón.

El centro ha funcionado con normalidad, y más allá de las cifras de alumnos –nada despreciables- y del perfil de los mismos –ningún mono entre ellos, por cierto-, representaba un puente hacia al futuro que ahora, en un gesto visceral repleto de la misma testiculina del caballo de Espartero y sin rastros de un mínimo sentido común, ha dinamitado el actual Gobierno de España.

Menos mal que Gay Oliveros, un rapsoda gibraltareño que recita en las dos lenguas y vende calentitas y pescado frito en el corazón de Gibraltar, seguirá, ajeno al nuevo cerrojazo, reprendiendo a Sancho y a sus herederos por boca de don Quijote de la Mancha en la lengua de Miguel de Cervantes: "Eso no, Sancho, que el necio en su casa ni en la ajena sabe nada, a causa que sobre el aumento de la necedad no asienta ningún discreto edificio. Y dejemos esto aquí, Sancho, que si mal gobernares, tuya será la culpa, y mía la vergüenza; mas consuélome que he hecho lo que debía en aconsejarte con las veras y con la discreción a mí posible: con esto salgo de mi obligación y de mi promesa. Dios te guíe, Sancho, y te gobierne en tu gobierno, y a mí me saque del escrúpulo que me queda que has de dar con toda la ínsula patas arriba, cosa que pudiera yo escusar con descubrir al duque quién eres, diciéndole que toda esa gordura y esa personilla que tienes no es otra cosa que un costal lleno de refranes y de malicias".

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