Entre leones

Serpientes de verano

A escasos diez días del mes agosto, el Gobierno lo tiene realmente difícil para sacarse de la chistera una serpiente de verano que desvíe la atención de la opinión pública y le permita un descanso sin sobresaltos.

El frente independentista catalán, que se agrupará bajo la candidatura unitaria ‘Juntos por el Sí’ y que contará con Pep Guardiola como último de la fila, no le permitirá a Mariano Rajoy muchas siestas de pijama, escupidera y padrenuestro.

La legalidad, que va a contramano de esta deriva independentista, no parece un dique lo suficientemente fuerte para resistir una clara victoria de este frente en unas elecciones autonómicas catalanas claramente plebiscitarias. Algo de política habrá que poner encima de la mesa para abortar y enterrar esta deriva, ¿no?

Porque, tal como dijo hace algunos años el mismísimo Felipe González en un acto conjunto con Roca y Herrero de Miñón, entre otros, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, pasará la crisis económica pero persistirá la grave crisis institucional que sufre España.

La crisis de la monarquía ha amainado tras la abdicación de Juan Carlos I a favor de su hijo, y Felipe VI está pilotando con buena mano una nave que, tras estallar el escándalo Urdargarin y las cacerías de su padre, hacía aguas por todos lados. Ahora está mejorcita.

Sin embargo, la crisis territorial, con la legalidad constitucional como principal parapeto, está vivita y coleando, y necesita una salida política urgente.

Visto lo visto, la reforma constitucional del PSOE parece la solución a este grave problema. Pedro Sánchez, que ha seguido la estela que inició Alfredo Pérez Rubalcaba en su momento, parece el político español con más capacidad para lograr los consensos necesarios para sacarnos por esta vía del actual callejón sin salida.

Según la última encuesta de El País, el líder socialista ha logrado la centralidad política que le exigía Susana Díaz y le cuestionaba Mariano Rajoy, y es el mejor posicionado para hallar una solución a la crisis territorial que no solo amenaza la unidad de España sino también la convivencia entre los españoles.

Por otro lado, la debilidad de la diplomacia española mostrada en Cuba no da, en esta ocasión, para esconderse a bordo de un yate en una cala ibicenca, como ha hecho en el pasado el ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel García-Margallo.

Con toda la razón del mundo, los empresarios españoles afincados en Cuba desde hace varias décadas y que gestionan el 90% de las plazas hoteleras, están temblando por el acuerdo norteamericano-cubano, que ya va viento en popa y a toda vela tras la reapertura de las embajadas y que favorecerá las inversiones americanas en la isla caribeña.

La escasa interlocución política del Gobierno español con el régimen cubano, que no quiere ver a García-Margallo ni en pintura, pone en peligro décadas de un trabajo empresarial muy duro y bien hecho.

Curiosamente, el ex ministro Miguel Ángel Moratinos, largamente denostado por García-Margallo, sí cuenta con el respeto y el respaldo cubano.

Teniendo en cuenta que Cuba necesita una actuación de Estado, de esas que tanto gustan últimamente en Santa Cruz, ¿lo llamará el actual titular de Exteriores para que eche un cable como hizo para que le lograra votos para el Consejo de Seguridad de la ONU o le remitirá un disco dedicado como el de la Casa del Mediterráneo?

En fin, todo hace indicar que entre la deriva independentista catalana y la movida cubana, este verano nos quedaremos sin la serpiente de Gibraltar, tan socorrida para el Gobierno durante los últimos tres años de arrebato patriotero.

Después del cierre del Instituto Cervantes, uno de los actos más vergonzosos y más antipatrióticos llevados a cabo por la actual diplomacia española, el filón de Gibraltar como cortina de humo solo da para hacer el ridículo aún más.

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