Entre leones

Recortes, austericidio y promesas incumplidas

Poco después de señalar ante la cúpula del PP a Pedro Sánchez y el PSOE como los enemigos a batir en las próximas elecciones generales, minimizando el peligro que suponen Rivera y Ciudadanos tras el sorpasso en los comicios catalanes, Rajoy reveló en la entrevista que su tancredismo es proverbial, que su inmovilismo es un atrincheramiento político en toda regla.

Ante el desafío soberanista catalán, el líder del PP se enrocó en la firmeza que mostró al no haber aceptado un trato fiscal especial para Cataluña y al haber rechazado el referéndum que le pidió en su día Artur Mas. Y se escondió tras el Tribunal Constitucional, reforzado en una reforma exprés llevada a cabo con nocturnidad y alevosía para sancionar al president catalán, y en la legalidad vigente en torno a la Constitución.

Más de una vez he contado que Felipe González advirtió hace unos dos años en un acto en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en el que participaron, entre otros, Miquel Roca, Miguel Herrero de Miñón y Dolores de Cospedal, que España superaría tarde o temprano la crisis económica pero seguiría inmersa en una grave crisis institucional si no daban pasos para resolverla.

Esa grave crisis institucional, en lo que respecta a la Monarquía, ha mejorado con la abdicación del Rey Juan Carlos a favor de su hijo Felipe, y los pasos dados desde entonces para democratizar la institución.

Pero continúa abierta en canal en el ámbito territorial. La derrota en el plebiscito catalán, que para Rajoy representa solo "menos riesgos" de una declaración de independencia unilateral de los soberanistas, la ha estropeado el propio Gobierno con la imputación de Mas por la consulta soberanista.

La patada hacia delante que representa creerse que estamos mejor que antes del 27-S, acompañada de la negativa a asumir una reforma constitucional que ponga fin al desafío independentista, define muy bien la inacción de Rajoy frente a esta monumental crisis que amenaza muy seriamente la convivencia entre catalanes y españoles.

Según se desprende de lo que dijo en la entrevista con Gloria Lomana, el líder del PP lo va a fiar todo a la recuperación económica, que, aunque está avalada por la mejora del PIB, no acaba de llegar a la calle.

El millón de puestos de trabajo que esgrimió es una cifra engañosa. Esa estadística está repleta de temporalidad y de salarios que no permiten vivir dignamente por obra y gracia de una reforma laboral que ha castigado con saña a las clases medias y trabajadoras.

Después de reconocer a las puertas de unas elecciones que es ahora cuando está en disposición de cumplir las promesas reiteradamente incumplidas durante los últimos cuatro años, Rajoy anuncia la creación de dos millones de puestos de trabajo en la próxima legislatura, a 500.000 por año.

Con la crisis territorial pegándole bocados en los tobillos y la recuperación económica sin aterrizar en la mayoría de los hogares españoles, el líder del PP quiere un cheque ciudadano de cuatro años más.

Para convencer a la ciudadanía, que tiene ahora mismo la peor imagen de él, su equipo de campaña le ha sugerido que aparque el plasma y dé la cara, que se muestre más cercano y campechano, que se centre en trasladar "mucha pedagogía y mucha explicación" en vez de practicar la política del avestruz, y que deje de leer el Marca y se lea los papeles para no tener que echarle la culpa al Alsina de turno por hacer bien su trabajo.

Desafortunadamente para él, la gente lo tiene calado, muy calado tras cuatro años de recortes, austericidio y promesas incumplidas. Ni la Virgen de Lourdes se lo arregla.

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