Entre leones

En un mar de marrajos

Hace unos días le pedí a un antiguo colaborador de José Luis Rodríguez Zatapero que me explicara cómo era posible que el leonés estuviera jugándole a la contra al actual secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, cuando él sufrió en sus propias carnes la incomprensión de muchos de los suyos hasta que ganó de carambola las elecciones generales de 2004.

Fueron tiempos de ninguneo, de maniobras en la oscuridad, de búsqueda incesante de una alternativa en la eterna mesa camilla de la vieja guardia ante la debilidad que mostraba ZP. Guerra, que nunca ha dado puntada sin hilo, lo rebautizó en aquellos días de patadas en las espinillas y pellizcos de monja con el sombrenombre de Bambi.

Pues eso, ahora, después de haber dejado al PSOE hecho unos zorros, el segundo presidente socialista desde la restauración democrática anda por ahí cuchicheando y susurrando contra Pedro Sánchez a dos meses vistas de las elecciones. Lealtad en estado puro, ¿no?

Por lo visto, la conspiración contra Pedro Sánchez, abortada a principios de año tras filtrarse el encuentro de ZP, Bono y García-Page con Pablo Iglesias e Ínigo Errejón, se ha pospuesto hasta después de las elecciones. Eso sí, los conspiradores necesitan que el presidenciable socialista no gane para intentar descabalgarlo de la secretaría general al minuto siguiente.

Y en eso están, en un quiero pero no puedo: pidiendo con la boca chica el voto para Pedro Sánchez, pero enmendándole la plana, puntualizándole propuestas, matizándole el acercamiento a Ciudadanos, reprochándole los pactos de izquierdas con Podemos y compañía tras las elecciones autonómicas y municipales, cuestionándole su centralidad y hurtándole el prietas las filas que siempre caracterizó al PSOE en modo proceso electoral.

Un botón de muestra del fuego amigo fue el penoso comentario que hizo el presidente de la Generalitat valenciana, Ximo Puig, sobre la continuidad de Pedro Sánchez si el PSOE no gana las elecciones. Vamos, ni que él las hubiera ganado.

Y, sobre todo, está esa media sonrisa que esboza la propia Susana Díaz cuando le preguntan por su apoyo a Pedro Sánchez. El otro día se la vi en unas imágenes de su última entrevista en Onda Cero cuando respondió con una firmeza y una corrección impostadas.

Pero, bueno, esos son los bueyes con los que va a tener que arar Pedro Sánchez si quiere ganar las elecciones.

Objetivamente, salvo unos primeros deslices de poca monta, que por supuesto fueron magnificados por propios y extraños, Pedro Sánchez ha cumplido sobradamente; con nota, diría yo. En un escenario político nuevo, con dos fuerzas ascendentes que han roto el bipartidismo, ha sacado a flote a un PSOE que ZP dejó tocado y hundido.

La decisión de mandar por tabaco a Tomás Gómez –y la posterior de hacer lo propio con Carmona- fue mucho más que acertada aunque Ángel Gabilondo se quedara a las puertas de la Comunidad de Madrid.

En general, los pactos de izquierdas que propició tras las elecciones autonómicas y municipales, refrendados por la mayoría de los ciudadanos según la última encuesta del CIS, permitieron una recuperación del PSOE que los conspiranoicos no esperaban.

Ellos estaban convencidos de que Susana Díaz se quedaría como la única baronesa socialista con mando en plaza. Y, claro, instalada en esa centralidad que tanto le gusta, está perdiendo el norte en pleno Sur, y con cinco barones más compartiendo escaparate.

En las catalanas , Pedro Sánchez se ha volcado con Miguel Iceta, y ambos han puesto los cimientos de la recuperación del PSC de cara a los próximos comicios generales.

Le ganó a Rajoy el Debate del Estado de la Nación cuando nadie daba un duro por él.

En fin, soy de los que piensan que Pedro Sánchez va a ganar las próximas elecciones porque ha hecho bien su trabajo en las peores circunstancias posibles, porque se ha ganado el liderazgo socialista a base de miles de kilómetros en contacto con la gente y sus problemas, porque representa a la nueva España que necesitamos para salir ilesos de la actual encrucijada y porque es un tipo decente nadando sin miedo en un mar repleto de marrajos.

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