Entre leones

Ya va siendo hora

Como muchos madrileños de izquierdas, practiqué en las pasadas elecciones municipales y autonómicas el voto útil; es decir, voté a Ángel Gabilondo y Manuela Carmena para poner fin a la corrupción que había generado el PP durante varias décadas controlando a su antojo la capital y la comunidad.

Con Gabilondo me quedé con la miel en los labios. Ciudadanos, un partido neoliberal donde los haya aunque la mona se vista de centro-izquierda, se retrató permitiendo que los populares, con el nuevo collar de Cifuentes, siguieran gobernando la comunidad.

Pero Carmena alcanzó el objetivo gracias al apoyo de todas las fuerzas de izquierdas: le quitó a Esperanza Aguirre el primer sillón de la capital.

Durante estos primeros meses me he mojado por la nueva alcaldesa, sobre todo cuando comprobé que se puso en marcha una campaña infame desde los medios de derechas –que son casi todos, incluido El País- para desacreditarla por la vía rápida. Especialmente miserable me resultó la polémica ficticia sobre sus vacaciones en mi tierra.

Cuando volví a Madrid a mediados de agosto, con las calles despobladas y limpias, renové mis votos por Carmena. En mi barrio, Argüelles, sucio a más no poder durante el mandato de Ruiz Gallardón-Botella, parecía el barrio de Salamanca. Se notaba un puntito de mejora.

Sin embargo, con el regreso de la marabunta, mi barrio recobró esa pringue que adquirió durante la etapa del PP, y pasan los días y la limpieza viaria no mejora ni por asomo.

Así las cosas, se me ha acabado la paciencia democrática, sobre todo tras comprobar con los episodios de alta contaminación de que esto va de cuarto y mitad de gestión municipal.

Si la concesionaria de limpieza no cuenta con suficiente personal, que contrate más barrenderos tras una revisión de la concesión o no. Si no cumple con sus obligaciones una vez introducida esa mejora o no, se municipaliza el servicio y santas pascuas.

Lo que no puede ser es que la limpieza de Madrid dependa del cielo; es decir, del agua de lluvia –algo ácida, por cierto- que cae desde la estratosfera. ¡A ver si la limpieza va a depender de la Virgen de la Cueva, y al final Rouco Varela va tener hasta razón!

Y en cuanto de la contaminación, no cabe otra que quitar radicalmente coches del centro de la ciudad, pasando soberanamente de esa calle 30 que solo ha servido para entrampar hasta las cejas a los madrileños con una obra que costó más de 5.000 millones de euros –algunos expertos la elevan por encima de 10.000 millones-, y para inyectarnos en vena malos humos y enfermedades.

Peatonalicen y limpien, que para eso os pusimos en la Plaza de Cibeles, que para eso montamos el cordón sanitario contra Esperanza Aguirre y sus mariachis. Ya va siendo hora, carajo.

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