Entre leones

La cordura recuperada

El PP (50) ganó las elecciones autonómicas de 2012, pero no gobernó. Javier Arenas, el candidato popular, vendió la piel del oso antes de cazarlo y se quedó a cinco escaños de la mayoría absoluta.

El PSOE (47), que perdió por poco más de un punto y tres escaños, formó gobierno con Izquierda Unida (12).

En definitiva, el candidato socialista, José Antonio Griñán, salvó los muebles del PSOE y abortó una guillotinada pública contra él y los suyos. Susana Díaz, por entonces número dos de los socialistas andaluces, estaba la primera en todas las listas de los malos, malísimos.

En los meses previos, ante la previsión de una cómoda mayoría absoluta, el PP consiguió que muchas ratas abandonaran el barco sociata y logró también que un cierto cainismo se apoderara de la organización.

Nadie daba un duro por Griñán, a quien tachaban incluso de haber perdido el sentido de la realidad. Sin embargo, con una campaña en la que buscó el cuerpo a cuerpo con los electores, logró lo que parecía imposible: impedir que el PP alcanzara la mayoría absoluta.

Quienes en aquellos meses defendimos que el PP no lo tenía hecho –cuatro gatos mal contados-, que Griñán no era un candidato derrotado y que la izquierda podía ser la verdadera triunfadora de los comicios, tuvimos que soportar las presiones de populares y socialistas para acallarnos.

Los quintacolumnistas del PSOE, que querían que Griñán perdiera las elecciones, pedían por entonces la cabeza de periodistas por vía publicitaria, una forma muy antigua y convincente de domeñar a los editores y mandar la libertad de expresión al mismísimo carajo.

En definitiva, gracias a Griñán, Susana Díaz y toda la muchachada que le acompaña tienen hoy la cabeza sobre los hombros y gobiernan el PSOE-A y Andalucía en vez de estar formando parte de la militancia pura y dura, integrados en el cuerpo nacional de maestros de escuela o reinventando la catequesis.

Susana Díaz y sus acólitos, desmemoriados en grado supino, han seguido los usos y costumbres de quienes pudieron ser sus verdugos, y han practicado esa misma deslealtad por tierra, mar y aire. Pero en esta ocasión contra Pedro Sánchez, su secretario general.

Así ha sido durante dos largos años, desde que Pedro Sánchez acreditó que no era el títere que preveían.

Hace poco, Susana Díaz puso fin a esa estrategia disparatada de remar contra Pedro Sánchez y contra el propio PSOE, y arrimó el hombro de verdad para que su candidato pueda ganar.

Hay que darle la enhorabuena a la lideresa andaluza por esta recogida de velas, por una rectificación en toda regla que le permitirá soltar lastre entre todos aquellos que le han animado a instalarse en el disparate político por tanto tiempo. Flaco favor le han hecho estos mariachis.

Posiblemente, este ataque de cordura, que se manifestó con la recomposición de la unidad el pasado domingo en Madrid, solo durará hasta la noche del 26-J, y tiene mucho que ver con el canguelo que ha provocado en las filas socialistas Unidos Podemos.

Seguramente tiene mucho de impostado, pero era lo mínimo que se podía despachar en una organización que siempre supo cerrar filas en torno a su líder cuando tuvo que defender sus ideas en procesos electorales. A veces para ganar, a veces para perder.

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