Entre leones

PP y Ciudadanos, socios y amigos

Albert Rivera logró el control absoluto del Consejo General en la IV Asamblea de Ciudadanos. No es una situación ideal democráticamente, ya que no deja margen ni siquiera para la autocrítica. Pero eso sí, refuerza el halo presidencialista-caudillista de la cosa.

Como parte de la puesta en escena, Rivera reivindicó el centrismo de Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar. Un centrismo de amplio espectro para pescar franquistas arrepentidos, socialistas descafeinados y fachas con contrato en vigor.

Abundando en lo mismo y al grito de ¡Viva la Pepa! (Constitución de Cádiz de 1812), el catalán situó a Ciudadanos en el liberalismo progresista, que viene a ser una especie de traje ideológico ideado para lo mismo: beber de todas las fuentes posibles.

Pero la constatación de que Ciudadanos es lo que es y tiene difícil engañar al personal, le vino por el apoyo explícito que recibió del PP en dicha asamblea. Fernando Martínez-Maíllo y Pablo Casado, dos miembros de la derecha que sonríe y no te roba la cartera, le dieron la categoría de socio preferente.

El representante del PSOE, el diputado Ricardo Cortés, en calidad de miembro de la Gestora, no llegó a tanto, y eso que Ciudadanos también es socio principal para Susana Díaz en Andalucía, donde el PSOE-A gobierna por obra y gracia del partido de Rivera.

Y el otrora referente de la prensa progresista, El País, le pidió que se deje de milongas y que se enfunde ya el traje de Gobierno y empiece a remar por el apuntalamiento de esta recuperación económica de cuarto y mitad que nos ha brindado Mariano Rajoy.

Eso le pasa por ser lo que se es, un partido bisagra, fundamentalmente. A partir de esa condición mollar, rezuma nacionalismo, un nacionalismo español que cuando eleva el tono de voz o suda la camiseta es más facha que el mismísimo PP.  El toque de modernidad le viene dado por una aconfesionalidad que siendo progresista se daba por supuesta, ¿no?

El caso es que Ciudadanos está ya en posición de revista y esperando al PP, que solventará el próximo fin de semana su congreso con un paseo militar de Rajoy. Faena de aliño y que le quiten lo bailado. ¿Qué van a reabrir el caso de la caja b? Pero si el pueblo español en las dos últimas elecciones ya le absolvió, ¿no?

Con las luces largas puestas, tenemos derecha para rato. ¿Diez años más? ¿Veinte años más? Cualquiera sabe. Va a depender de la capacidad de reacción de Podemos y el PSOE.

Podemos está en plan ‘ejército Pancho Villa’. Ya veremos quién se lleva el gato al agua. Si es Íñigo Errejón, mejor para la creación de un amplio frente de izquierdas; si es Pablo Iglesias, mejor para el PSOE y para el PP: mejor para las políticas de derechas.

En las filas socialistas ya van dos candidatos, Pedro Sánchez y Patxi López; se espera a una tercera, Susana Díaz, y ya veremos si no hay un cuarto a la desesperada, Ignacio Urkizu, para intentar evitar que gane uno de los dos primeros.

Sí, un cuarto por si Susana Díaz se echa para atrás. En teoría no le cabe otra que presentarse, pero a lo mejor tiene un brote de sentido común en el último minuto de la prórroga, se deja aconsejar por alguien que no sea de su círculo de confianza y se queda quieta y parada, centrada en sus responsabilidades institucionales.

En fin, Houston, el PSOE tiene un problema llamado Susana Díaz.

Ni en las encuestas que, como si fueran solitarios, se fabrica Javier Fernández sale bien parada la lideresa andaluza.

Por cierto, debe ser frustrante para la Gestora haber hecho todo lo que ha hecho para que Susana Díaz sea secretaria general y ver que, a estas alturas, solo está sirviendo para ponérselo casi imposible.

Eso es lo que tiene el sectarismo, la parcialidad y la falta de neutralidad en la elección de los protagonistas del programa electoral, en la negociación con el PSC, en la reedición de El Socialista, en la organización de actos para mayor gloria de Susana Díaz, que contienen un efecto boomerang demoledor.

Y lo peor de toda esta situación, como he dicho en otras ocasiones alto y claro, es que de tanto ocuparse de todo menos de sus responsabilidades como presidenta de la Junta, ha desvestido el santo del PSOE andaluz, que está huérfano y con el toro de las batas blancas en la plaza del descontento ciudadano.

En definitiva, frente a una derecha que incrementa los puntos de encuentro entre el PP y Ciudadanos, socios y amigos, y que otea en el horizonte cuatro lustros y un día en el gobierno, la izquierda se encuentra perdida en un laberinto de vanidades y en la primera parada del calvario de 100 años de soledad.

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