Entre leones

Los hunos, los hotros y el resto

Como escribí en un artículo anterior, albergaba alguna esperanza de que los atentados de Barcelona y Cambrils pudieran servir como punto de inflexión en el disparate secesionista que vive Cataluña, camino del 1-O. Que valiera para reflexionar sobre lo de verdad importa (el paro, la seguridad en La Rambla, la pobreza, etc.) y sobre lo accesorio (la independencia, el referéndum, la secesión, etc.). Me equivoqué.

Los hunos –léase toda la plana mayor secesionista y sus mariachis- y los hotros –el Gobierno de España y todos sus aliños españolistas- están empeñados en ofrecernos un auténtico choque de trenes con el mayor número de víctimas imaginable.

Los hunos se han saltado hasta el luto por las ya 16 víctimas y, apoyados en la CUP, ANC y Omnium, se dedicaron en la manifestación del sábado en Barcelona a insultar al Rey de España y al presidente del Gobierno español.

No es que le tenga yo muchas simpatías a Felipe VI y a Mariano Rajoy –en verdad no les tengo ninguna-, pero sencillamente no tocaba semejante despliegue de hostilidad. Fue impresentable.

Las víctimas y sus familias, en torno a las que se organizó la movilización, no lo merecían. Tampoco lo merecían los terroristas y sus jefes del Estado Islámico, que pudieron constatar que algo de cizaña sembraron cuando el boicot independentista se impuso a la propia marcha unitaria.

Más allá de otras consideraciones, los gritos de "Independencia" y "Fuera Borbón", entre otros, eran tirar piedras contra el propio tejado de la lucha contra el terrorismo yihadista. Y en ello, por mucho que públicamente le restara importancia, estuvo el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, que en la víspera, en una entrevista de Financial Times, acusó ya a Rajoy de hacer política con la seguridad. Calentando el ambiente, ¿no?

En el otro rincón del cuadrilátero patrio, los hotros siguen instalados en el tancredismo, esperanzados en que, en última instancia, el Tribunal Constitucional haga su trabajo político y pare la deriva secesionista. Antes que la Legión, ¿no?

Rajoy, que ha demostrado su total incapacidad para hallar una solución al problema catalán, nos dice ahora que no se enteró de la "afrenta" cometida contra él y Felipe VI en la mani de Barcelona. Que no se enterara es casi normal; lleva desde 2011 sin coscarse de la que se le viene encima a él y a España. Es puro autismo político, o quizás una creencia ancestral de que los problemas, mejor no meneallos.

Acostumbrado a ordeñar electoralmente todos los asuntos de Estado escabrosos hasta sacarle el último voto –ya ocurrió con ETA en tiempos de ZP-, con Cataluña se le ha ido la mano: o, mejor dicho, no le ha metido mano.

Pero entre los hunos y los hotros está el resto, que, pese a la fuerte bipolarización existente, pese a que los garrotazos de Goya están de nuevo en el horizonte, defiende el derecho a los grises, a pintar un futuro que no sea blanco o negro, donde también quepan los hunos y los hotros, si quieren.

No son nacionalistas ni lo serán, pero son demócratas rabiosos. Como Juan Marsé, no se enorgullecen ni se conmocionan por el hecho de haber nacido español o catalán en vez de chino portugués o esquimal.

Defienden, como Rosa Regàs, que la infancia es la única patria verdadera. O, como máxima concesión territorial, la sitúan entre las cuatro esquinas (de Vázquez Montalbán) donde nos meábamos cuando éramos chicos.

¡Que Patria más cojonuda!

 

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