Entre leones

Cómo arreglar el lío del Montepío

Ya están las cosas como querían los Hunos y los Hotros, enemigos y aliados en el follón catalán.

Para los nacionales de Rajoy, los más de 800 heridos y atendidos por ataques de ansiedad se traducirán en más votos en el resto de España. Es decir, los palos de las brigadas de Piolín en Cataluña se multiplicarán por diez en votos en los territorios rojigualdas que gustan de ‘leña al catalán que es de goma’.

Y dicen sus escribanos que Rajoy ha actuado con proporcionalidad: con contundencia en defensa del Estado de derecho, pero sin excesos, con una exquisita moderación. Toda vez, claro, que no ha habido que lamentar ninguna víctima mortal. En fin, una intervención policial quirúrgica pese a las pelotas de goma.

Debe ser hasta cierto, si tenemos en cuenta que en las filas del PP los hay que reclamaban que la Legión entrara en escena y pasara por las armas a las urnas chinas y a los votos del sí. Bien pensado, la cabra hubiera acabado en santiamén con las fotocopias de la consulta.

Por cierto, ¿cómo es posible que el todopoderoso CNI, que todo lo sabe, que todo lo vigila, no se haya coscado de dónde estaban las urnas? Ha debido de ser que las instrucciones de uso estaban en un chino clásico, ¿no?

Pues lo dicho, Rajoy sigue creyendo que el problema catalán, como ocurrió en el pasado con el fin de ETA, se puede ordeñar aún a favor del PP, y, en una nueva patada hacia delante, convoca a todas las fuerzas parlamentarias para ver qué hace ante unos independentistas que en pocos días parecen dispuestos a proclamar la República Catalana en el Parlament.

Cinco años perdidos practicando el tancredismo, y quiere ahora ganar el peor partido que España ha tenido en 40 años en el tiempo de descuento. Mucho más que el que disputó contra Yugoslavia en Belgrado, aquel del botellazo a Juanito y el gol de Rubén Cano.

Por su parte, Puigdemont, Más, Junqueras y compañía están encantados de conocerse. Saben que el referéndum es una ilegalidad como una catedral, pero han conseguido, gracias a sus enemigos y aliados del PP, ganar la batalla de la imagen y de la opinión pública, sobre todo allende de nuestras fronteras.

Dos millones y pico de votantes, por encima del 40%, un 90% de síes... Pueden colgar los datos que quieran en la percha del espectáculo de cristales rotos y caras ensangrentadas.

Los maderos y picoletos dando palos a diestro y siniestro –mientras los mossos, mejor pagados, miraban para el tendido- van a poner al separatismo por encima del 60% en el nuevo Parlament, el que saldrá de las elecciones que Puigdemont tiene previsto convocar antes de que el Gobierno español le meta mano definitivamente por la vía del artículo 155 o por la Ley de Seguridad Nacional.

Y Rivera, Riverita pidiendo adelanto electoral. Definitivamente, este muchacho tiene un gen quintacolumnista.

Así las cosas, los Hunos y los Hotros encantados de que el suflé catalán siga subiendo para ellos.

De poco o nada sirve pedirle a Rajoy que se vaya a su casa, a leer el Marca, a disfrutar de su próspero Registro de la Propiedad en un Levante tan español, a dar esos largos paseo que los parece que anda a manotazos.

Pero quizás si lee la prensa internacional, se convenza de que, en el territorio de la dignidad, ya solo le cabe ‘un puerta y calle’, por el bien de ese España que tanto ama y que tanto daño le he hecho fomentando la corrupción y el secesionismo.

Algo por el estilo ocurre con Puigdemont, Mas, Junqueras y compañía, que deberían seguir el mismo camino: marcharse a otros quehaceres.

Ya han protagonizado las dos caras de la misma moneda: son unos presuntos delincuentes al pasarse el Estado de derecho por el forro de los pantalones, y también son unos héroes para los suyos por lo mismito.

Si mañana queremos empezar a arreglar este lío del Montepío, que ha quebrado la convivencia entre catalanes y entre españoles y catalanes, para empezar, propongo meter a estos enemigos y aliados en una nave de los Looney Tunes y mandarlos hacia el infinito y más allá, que en mi tierra es donde se encuentra exactamente el mismísimo carajo según han descubierto recientemente unos astrólogos de Puntales que trabajan por las tardes para la NASA.

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