Entre leones

Hartos de Pimpinela

Esta semana, aunque había de por medio un acueducto para relajar cuerpos y mentes, Pedro Sánchez y Susana Díaz han vuelto a protagonizar un nuevo episodio de ese enfrenamiento soterrado que tiene roto al PSOE por la mitad literalmente.

O eso al menos dicen los medios que glosan las diferencias de ambos dos con todo lujo de detalle.

En esta ocasión, según estos medios, Sánchez encontró "un escollo" en su discurso de que es posible y urgente abrir la reforma de la Constitución en las palabras de la presidenta andaluza, quien aleja la posibilidad de la reforma por "la falta de voluntad del PP y Podemos".

A juicio de estos medios, Díaz coincide con el Gobierno en que la ausencia de consenso impide que se levante el telón de este debate, mientras el secretario general de los socialistas defiende a cambio la actualización de la Carta Magna precisamente para forjar grandes consensos y dar estabilidad al país.

En verdad que ha existo tal discrepancia, pero ha sido menor. De hecho, Susana Díaz defendió en esa misma comparecencia la reforma de la Constitución, y Pedro Sánchez apremió al Gobierno a acometer cuanto antes la revisión de la financiación autonómica, principal caballo de batalla de la dirigente andaluza y de otros barones.

Pero los numerosos desencuentros y las evidentes malas relaciones, que han continuado después de las primarias que Sánchez le ganó muy claramente a Díaz, siguen abonando un enfrentamiento público que tiene maniatado y desunido al PSOE (un poquito ejército de Pancho Villa) y que dibuja un retrato esperpéntico de los dos (Pedro Sánchez aparece como un vendepatrias afín a podemitas e independentistas, y Susana Díaz, como una socialista de derechas en manos de sus titos del Ibex 35).

Ahora, cuando aún no es tarde, Sánchez y Díaz, y sus papistas, asesores y mariachis, deben poner fin a este vodevil político, a este Pimpinela socialista que tiene maniatado electoralmente al PSOE.

En Andalucía, a un año vista de los comicios autonómicos, la estrategia de Díaz de desmarcarse continuamente del PSOE de Pedro Sánchez le acabará provocando un descosido en su ala izquierda.

En el ala derecha ya lo tiene: los votos que pensaba cosechar procedentes del PP se le están escapando camino de Ciudadanos.

Y como estas dos formaciones de centro-derecha sumen, los socialistas perderán Andalucía sí o sí.

En España, la falta de unidad interna es un escollo insuperable para conformar la alternativa que lleve a Pedro Sánchez al palacio de La Moncloa.

Los ciudadanos suelen castigar en las urnas los ruidos de sables en los partidos, porque generan desconfianza en el liderazgo y en el proyecto político.

Decía que ahora es el momento porque Miquel Iceta, candidato de PSC a la presidencia de la Generalitat, está dando una lección a todos los socialistas, catalanes, españoles, andaluces...

En un momento tan crítico para Cataluña, Iceta ha salido a ganar las elecciones, a reclamar para sí una presidencia que una a todos los catalanes y que ponga fin a la locura por capítulos que están protagonizando Puigdemont, Junqueras y compañía. ¿Sabrán estar Pedro Sánchez y Susana Díaz a la altura de un socialista que quiere arreglar Cataluña y España? Deberían estarlo.

Asimismo, está a la vuelta de la esquina la reforma de la financiación autonómica.

Aquí, como no puede ser de otra forma, estoy y estaré con Susana Díaz. Después de escuchar a Cristina Cifuentes declarar, en un nuevo acto de concordia interregional marca de la casa, con ese punto supremacista y xenófobo que les viste y calza, que los madrileños pagan 3.000 millones de euros para que los andaluces tengan sanidad, educación y otras cosas, aún más (ayuda mucho verla por fin centrada en la gestión de los problemas de los andaluces).

Por cierto, ya puestos a repasar las facturas, más dinero debería llegar a Andalucía si añadimos lo que se llevaron calentito Ignacio González, Granados y todos los carteristas del PP de Madrid, ¿no?

Pero a lo que vamos, la reforma de la financiación autonómica es otra oportunidad para poner fin a esta guerra interna en el PSOE, otra coyuntura favorable para obedecer el mandato de unidad que dio nítidamente la militancia –las bases están más que hartas de esta vaina-.

En esta última oportunidad, Sánchez, Díaz y el resto de los barones están obligados a ponerse de acuerdo para formular una sola propuesta de reforma de la financiación autonómica. ¿Serán capaces unos y otros de asumir esa responsabilidad y comportarse como un solo PSOE?

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