Entre leones

Verano de medusas y mosquitos

Muchos antihistamínicos este verano por culpa mosquitos y medusas. La mar que baña mi pueblo, Guadiaro, en el último bastión gaditano camino de la provincia de Málaga, estaba infestada de aguamalas, que llegaban meciéndose entre las olas a golpe de Levante.

Con el Poniente, ni rastro de estas arruinachiringuitos, pero con este viento gélido y disuasorio el turismo se reubica en piscinas u otros charcos.

Una ruina.

Las moscas y los mosquitos cojoneros también hicieron acto de presencia en mi vida y necesitaron de unas sobredosis de cortisona en esta zona cercana a Sotogrande –sobre todo en la hípica-, donde las marmotas del servicio inundaban playas y paseos en los domingos de asueto dándole un toque multicultural a la urbanización más rancia y suristade la UE.

En el parte de guerra de la zona, una manada de niñatos de Madrid, residentes en Sotogrande, propinó una paliza a dos hermanos que apuraban una copa tranquilamente en la puerta de un local de moda.

Lo peor es que lo hicieron al azar, en una especie de juego macabro de una manada de descerebrados que, capitaneada por un armario empotrado pero menor de edad –a falta de pocos días para alcanzar la mayoría-, arremetía contra el primero que se cruzaba en su camino (preferentemente si tenía pinta de obrero).

Uno de los agredidos por esta ruleta rusa tuvo que ser operado de urgencia en un ojo en el hospital Puerta del Mar de Cádiz, y el otro sufrió múltiples magulladuras y roturas.

Pero con estas brutales agresiones llueve sobre mojado. Hace unos años, el hijo de un mandamás del Ibex 35 muy conocido dejó hecho un Cristo a un joven de Algeciras.

Por cierto, magnífico trabajo de investigación de la Guardia Civil, que con escaso personal y escasos medios logró identificar al principal agresor.

Pero como persistan estos juegos de leña al mono que es obrero, en mi pueblo van a tener que recuperar la lucha de clases, que se practicó en el tardofranquismo con éxito de críticas y público.

En la misma crónica de sucesos destaca la nueva avalancha de migrantes en las costas campogibraltareñas. El Gobierno se vio desbordado por tierra, mar y aire por soberbia y bisoñez.

Grande-Marlaska debió reconocer que el dispositivo estaba superado, y ya se sabe que estos asuntos los soluciona Marruecos previo pago, claro, ya sea procedente de los fondos reservados del CNI y/o de las arcas de la UE.

Ya puestos a pasar por ventanilla no estaría mal abonar la tasa antitráfico de hachís. Los ríos de la comarca –últimamente el Guadiaro es una feria- son auténticas autopistas para unas narcolanchas que están prohibidas pero que siguen campando a sus anchas cargaditas de chocolate.

La industria de la droga está destruyendo la moral hasta de las familias más honradas, y no se puede perder ni un minuto más sin plantarles cara.

Por último, el verano arrojó un espectáculo bochornoso de los chicos la Jusapol (sindicato de policías y guardias civiles) en la frontera de Gibraltar. Agrediendo a ciudadanos no van a conseguir ni un céntimo de equiparación.

Me quedo con los picoletos de mi pueblo, que se merecen gloria bendita o que, al menos, les arreglen los pinchazos de los coches.

En fin, el Campo de Gibraltar, donde Pedro Sánchez y compañía están dispuestos a romper la pana hasta ganarles la guerra a los malos, también hay asuntos que chirrían y que van a contramano de los principios que rigen al Gobierno regenerador en vigor. Huele tan mal como en Dinamarca.

Me explico: en la finca La Almoraima, 12.000 hectáreas públicas, el Gobierno mantiene como directora a la señora que intentó años atrás privatizar la finca en contra de casi todos y con las peores formas y maneras.

No creo que sea un enjuague, pero si lo fuera haré todo lo posible por revelar el nombre de los artistas implicados en esta especie de broma de favores medievales y cesantías.

En legítima defensa, acuciado por asuntos familiares y con un centenar de heridas de guerra, el 12 de agosto abandoné mi tierra en busca de Portugal y Galicia, donde no hallé ni rastro de medusas y mosquitos.

Pero esa es otra historia.

Más Noticias