Entre leones

Un diálogo extraordinario

Nuestra democracia, tras 40 años de dictadura, se sustentó en el diálogo y el consenso. De hecho, la actual Constitución, tan denostada por unos y tan sobrevalorada por otros, es fruto de estos mecanismos de interrelación humana, que, siendo ordinarios como son, se han convertido en extraordinarios en los tiempos de furia y ruido que soplan en el embarrado terreno político español.

Diálogo y consenso es lo que prometió Pedro Sánchez tras caerse del caballo en las últimas elecciones legislativas y entender muy clarito que no le cabía otra, que Ciudadanos, el socio preferido de sus estrategas y propios, no daba ni para una PNL.

El trágala del Gobierno de coalición con Unidas Podemos y la aceptación de la abstención de ERC, Bildu y otros conocidos incómodos se han convertido, casi sin querer, el mayor valor del actual Gobierno de Pedro Sánchez.

Y lo es porque lleva en su ADN la vocación de dialogar y consensuar en todo, pero sobre todo en relación con Cataluña.

La última crisis, provocada por la tocata y fuga de Quim Torra a lomos de un adelanto electoral y resuelta en un ratito cara a cara entre Pedro Sánchez y Gabriel Rufián en Moncloa –al final no ha sido tan mala idea sentarse con el portavoz de ERC-, ha venido hasta bien.

Si había alguna duda sobre la hoja de ruta, ya ha quedado clara: mesa de diálogo de forma inmediata, sin trampa ni cartón.

Por simple curiosidad, ¿quien tuvo la brillante idea de lanzar el globo sonda de que la mesa de diálogo se dejaba para después de las elecciones catalanas? ¿Pero nadie se dio cuenta que esa maniobra orquestada en la oscuridad dejaba con el culo al aire a ERC? ¿Nadie ha sabido aún en el Gobierno valorar en su justa medida la apuesta por legalidad que han hecho los republicanos mandado por tabaco a Torra con todas las de la ley?

Una periodista muy querida, que me ha hecho noctámbulo radiofónico cuando yo soy más bien de despertares de gallos, decía con toda la razón del mundo que, en una democracia, claro, los caninos en general solo tenemos de nuestra parte la ley.

ERC, que sigue siendo tan independentista o más –está en su perfecto derecho-, lo ha entendido y se ha retratado ante toda España, ante toda Cataluña.

Los Junqueras, los Tardà, los Rufían y cía., tan machacados por la caverna, se han ganado a pulso esa mesa de diálogo, que busca una solución –sin renunciar a sus principios- que ponga fin a esta huida hacia delante que capitaneó la derecha catalana tras explotarle en la cara las mangancias familiares de Pujol y toda la tropa de delincuentes del 3% y me llevo 33.

Ese mismo espíritu de diálogo y consenso tiene que llevarlo el Gobierno a las cuatro esquinas de su gestión. Agricultores, autónomos, científicos, jóvenes, mujeres...

Esa estrategia integradora sin complejos le diferenciará aún más si cabe de la derecha montaraz, una, grande y libre, que están construyendo a dentelladas judiciales y verbales contra el Gobierno el PP, Vox y Ciudadanos.

¡Mira que denunciar al ministro José Luis Ábalos por evitar una crisis diplomática con Venezuela! Ya sé que, en el disparatado ideario que comparten, debió escupirle a la vicepresidenta venezolana a la cara o quizás bombardearla a quemarropa. Pero eso está muy feo, ¿no? Mejor un ratito de charla, un poquito de diálogo y vaya usted con viento fresco. Mucho mejor

Hasta ahora, la apuesta por el diálogo que más me ha sorprendido la ha protagonizado la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, que, en unas declaraciones recientes en RNE, apostó por el diálogo directo hasta con Gibraltar. Aparcó la reivindicación sobre la soberanía o cosoberanía y defendió la creación de una "zona de prosperidad" a ambos lados de la frontera.

Creo firmemente en el factor humano, y esta señora tiene muy buena pinta. De entrada, es respetuosa y educada. Ojalá no la malee la carcundia que habita en las moquetas y tapices de Santa Cruz, donde aún se sueña con un marquesado como premio por recuperar el Peñón y donde los ingleses son siempre hermanos, socios y primos leales y los gibraltareños, unos ilícitos que merecen estar siempre en estado de cola.

Por cierto, el subdelegado del Gobierno de Cádiz merecería una fila para él solo hasta que se lea la Declaración Universal de los Derechos Humanos unas 200.000 veces.

Una solución económica muy sencilla a un problema territorial y político: Gibraltar aportaría musculatura financiera y empresarial y el Campo de Gibraltar terrenos y mano de obra. Estoy convencido de que González Laya valorará con los alcaldes campogibraltareños –Juan Franco, el de La Línea, es actor principal y fundamental-, esta fórmula tan simple pero a la vez tan extraordinaria, alejada de las políticas de asedio y descalificaciones que han representado para España un viaje de más de 300 años a ninguna parte.

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