Entre leones

Laya no es Leia

Tengo un amigo rojo, muy rojo, que a lo largo de toda su vida le ha pasado factura la fidelidad a sus ideas, que son de alguna manera las mías y las de mucha gente de izquierdas de este país. Bueno, quizás él le pone dos huevos duros al compromiso de los demás, y es un campeón en la pelea de las causas nobles y perdidas.

Sin embargo, como periodista ha sido siempre ecuánime, riguroso y objetivo. Uno de los mejores profesionales con los que he trabajado en mis casi cuarenta años de oficio.

Y como persona, un corazón tan grande como la Bajadilla entera, donde nacieron él y Paco de Lucía.

Pero la fama de bolchevique le ha precedido siempre e incluso algunos socialistas –bueno, ellos decían que eran socialistas- se unían a las críticas mezquinas e injustas de la derecha hacia él.

Una socialista andaluza me llegó a decir a las claras: "Es que tu amigo es demasiado de izquierdas". No me pude reprimir y le pregunté: "¿No será que vosotros en Andalucía sois demasiado de derechas?

Ni que decir tiene que la susodicha señora era de la cofradía del Castigo y las Setenta Mil Quinientas Llagas de Susana Díaz, resucitada recientemente por obra y gracia de Pedro Sánchez, que se ha vuelto un político realmente milagroso, capaz de levantar a los muertos de sus escaños.

Por cierto, la última encuesta de Demoscopia en Andalucía le ha tenido que sentar regular al secretario general de los socialistas españoles –jefe últimamente también de la propia Susana y Juan Cornejo-, pero eso le pasa por hacerle caso a los gurús, que no aciertan en las previsiones electorales ni matemáticas –que 2+2 son 4, picha, no 150- y encima se equivocan con las agujas del vudú; de hecho, con la convocatoria de unas nuevas elecciones le pincharon directamente en el culo al pobre Pedro.

Pero a lo que iba: a mi amigo, carne de perro, un buen día le dije desesperado por la injusticia: quillo, a partir de ahora, tienes que ser rojo, muy rojo, solo en la intimidad; es decir, apoya todas las causas perdidas que quieras, pero entre las cuatro paredes de tu casa; canta la Internacional pero en la ducha; aliméntate de ensaladilla soviética (y no rusa) pero no se lo digas ni a tu tendero, practica el amor libre y el salto del ropero pero solo con tu mujer y con la moderación de un buen burgués, limita tu radio de acción proselitista a familiares y amigo, y cómprate un felpudo de Ikea y confórmate con declarar la república solo en tu casa.

Evidentemente, nunca me hizo caso, y por ahí anda, siendo una persona excepcional y un periodista mayúsculo, pero inmerso en el mercado laboral pantanoso y discontinuo que el Estado nos regala a los mayores cuando cumplimos medio siglo.

Algo así le recomendaría al Gobierno de Pedro Sánchez, que en tres ratos de legislatura lleva demasiados fiascos cosechados –Venezuela, Marruecos y Argelia- por falta de pericia, sobre todo en Política Exterior, y no es por culpa de la ministra Arancha González Laya, que me parece de lo mejor de lo mejor desde Moratinos.

Está bien que el número dos del vicepresidente Pablo Iglesias, Nacho Álvarez, se reúna con un representante de la República Árabe Saharaui Democrática, pero en la intimidad.

Porque si se hace en público, aunque sea a través de un simple tuit, los marroquíes, socios, primos y hermanos de los españoles en la lucha contra el terrorismo y la inmigración clandestina, se enfadan. De hecho, se han puesto farrucos y la ministra de Exteriores ha tenido que salir con la manguera diplomática para sofocar otro lío.

Y esta es la segunda acción patriótica de trágala tras fijar las autoridades marroquíes sus aguas territoriales cerca de las Islas Canarias.

Y ahora, para colmo, Argelia, que es socio, primo y hermano en gas y en más gas, pero a la vez socio, primo y hermano del Frente Polisario, fija sus aguas territoriales a tiro de piedra de Mallorca, y frustra una visita de la ministra española de Exteriores, con el bueno del hijo de Fernando Morán de embajador en Argel.

Y antes estuvo el pifostio venezolano, con Ábalos y Koldo pululando por Barajas con nocturnidad para evitar que Delcy Rodríguez se colara hasta la mismísima calle Zurita o vete tú a saber hasta dónde se creía que podía llegar esta diminuta chavista.

Y ahora, en este mes de febrero de coronavirus y carnaval, nuestros militares están jugando a lo suyo con incursiones continuas en barco y avión sobre Gibraltar. Debe ser para compensar las ruedas de molino de Argelia, Marruecos y Barajas, que el "Gibraltar, español" es muy socorrido y vale hasta para hacer unas prácticas de maricón el último.

En fin, lo dicho: por una causa mayor, para que este Gobierno se coma el turrón, recomiendo la más estricta intimidad en las cuestiones escabrosas. Y no joder por joder.

(Por cierto, muy bien el arranque de la mesa de diálogo; muy bien, Perico, y que se jodan las derechas).

Y dejar a la ministra de la cosa exterior que gobierne este importante negociado sin esperar de ella grandes hazañas bélicas, porque su nombre es Laya, no Leia.

Y los transportes de la Guerra de las Galaxias –un halcón milenario de segunda mano, sin más- que necesitaría la ministra para atender todos los conflictos abiertos están aún a millones de años luz de la T-4.

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