Entre leones

Balconadas en Andrés Mellado

Acabó de ver que en España hay 13.716 infectados y 616 muertos. Hasta que no se hagan las pruebas rápidas –previstas para esta misma semana- no sabremos exactamente el número exacto de personas que llevan el bicho dentro, una rusca con muy mala baba.

Las cifras, sin duda, se dispararán. Muchos ciudadanos, con síntomas leves, están soportándolo en casa como unos campeones.

La mayoría está a la altura de sus héroes –sanitarios, farmacéuticos, militares, guardias civiles, policías, transportistas, currantes de supermercados, etc.- Algunos, como el señor Aznar, han salido pitando de Madrid buscando climas más cálidos e índices de infectados más bajos. Son unos irresponsables, unos patriotas de cartón del dos.

Estos días de reclusión obligatoria son eternos, pero en peores garitas hemos hecho guardia, ¿no? Nuestros padres y abuelos sí que vivieron situaciones complicadas durante la Guerra Civil. Hambre, dolor, miseria y muerte en los dos bandos. Y una postguerra eterna donde los perdedores fueron perseguidos por los ganadores hasta el exterminio.

Pese a que se hace dura la reclusión, apenas interrumpida por la salida con los perros y las compras de comida y prensa, uno busca risas y emociones en el aire, en los balcones, donde, aparte del homenaje a nuestros héroes y a nosotros mismos a las ocho de la noche, se juega al bingo, se hace ejercicio, se canta Resistiré como un grito al ritmo de un DJ anónimo apostado en el tramo más cercano a El Corte Inglés. Buen himno nacional esta canción del Dúo Dinámico, inspirada en una frase de Camilo José Cela –"en España quien resiste, gana", dijo-. Y, por supuesto, se recurre a don Pepito y a don José para interactuar un ratito más con coros hermosamente desafinados.

Ahora mismo, un coche de la Policía Nacional ha pasado por nuestro tramo de vida y se le ha vitoreado, y los agentes nos han correspondido. Emocionante: un chute de adrenalina, las lágrimas buscando el mar por mi rostro.

En fin, en apenas los primeros números de la calle Andrés Mellado se ha creado una pequeña comunidad, como en el resto de la calle, como en el resto de las calles y barrios de un Madrid que está más que en una cuarentena, está asustado pero dispuesto a resistir y a esperar tiempos mejores. Lo lleva en su ADN, ¿no?

Quiero pensar que cuando pase esta mala racha, cuando el coronavirus se vaya al mismísimo carajo, todos bajaremos a la calle y nos conoceremos, y montaremos una verbena vecinal en Andrés Mellado, entre Alberto Aguilera y Rodríguez Sampedro, y bailaremos y nos reiremos de estos días sin besos ni caricias. Y recuperamos, por supuesto, nuestras vidas.

PD: Valga este pequeño artículo para homenajear a este tramo de calle de Andrés Mellado: a Dani y Ana y a todas las fabulosas chicas de la farmacia, al personal de la comida para animales, a los del banco de la esquina, a los currantes de Carrefour Exprés, a los porteros –Antonio, Felipe, etc.-, a la familia de Levadura Madre. Y a todo el barrio. Con ellos, resistir está resultando más fácil.

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