La revuelta de las neuronas

El empleo no es la salida al paro

 

thumbRápidamente han saltado los miembros del Partido Popular a celebrar a bombo y platillo ese dato esperanzador que arroja el mes de mayo en materia de empleo. Las 98.265 personas que han encontrado empleo pueden partir de una situación tan desesperada que cualquier cosa que surja es siempre bienvenida. Este no puede ser el baremo con el que medir la situación porque se juega con la vida y la comida. Como bien nos recordaba José Luis Sampedro cuando te amenazan con matarte y crees que así va a ser pero finalmente no sucede, la sensación de alivio es total ocultando entonces lo terrible de la situación provocada. La doctrina del shock en la que vivimos permanentemente nos inyecta primero el miedo y luego nos pide nuestra confianza absoluta para poder salvarnos a condición de aceptar lo que hay.

Es complicado que pueda subir mucho más el paro y al mismo ritmo, más todavía cuando se acerca el periodo estival y suelen crearse empleos de tipo estacionario. Pero incluso en verano con el aumento de turistas extranjeros en 2012 -57,7 millones-, se contrataron menos personas que en 2009 con 52,2 millones de visitantes. En el cuarto trimestre de 2012 los ocupados en el sector turístico español disminuyeron un 5,2%; como afirma un hotelero de Madrid, "donde antes tenías 3 camareros ahora pones 2". La fórmula "más con menos", es decir, cuanto menos tenga que contratar y más pueda hacer con el mínimo personal, mejor: el objetivo no es crear empleo, sino reducirlo al máximo posible. La devaluación salarial y el descenso del consumo del turismo español también son importantes, porque con más miedo, precariedad y bajos salarios, con la población devaluada se viaja menos.

El paro sube mucho, luego desciende un poco y hay quien vende esperanza con más desempleados que en el mismo periodo de 2012. Se genera una coyuntura que Freud calificó de siniestra, esto es, cuando la distinción entre imaginación y realidad se borra. La precariedad es ese elemento de lo siniestro interminable que se instala como el modelo social-laboral-mental y poco a poco se va convirtiendo en hegemónico. Uno de cada dos empleos creados en mayo se registraron en la hostelería: solo 7,49 de cada 100 contratos han sido de tipo indefinido; es la relación más baja desde 1997. Contratos de lunes a sábado de 10 horas por 700 euros, contratos donde te obligan a ser autónomo y te piden de todo para pagarte lo menos posible, contrato de 2 horas al día repartiendo periódicos: detrás de los datos se esconde la podredumbre. Por aquí vamos muy mal, dado que tener un empleo garantiza cada vez menos si la dignidad humana y el salario tienden a cero. Entre los jóvenes que se exilian –cosa que no les pasará a los hijos de González Pons-, y la precariedad extendida a modo de vida como vía para generar empleo, nos encontramos con un mapa que augura un futuro negro como salida a la crisis

Vivimos un periodo histórico complejo donde el suelo en el que nos veníamos moviendo se ha vuelto resbaladizo pero también pegajoso, porque seguimos otorgándole un papel al empleo que ya no tiene. Tenemos que dejar de ver lo existente con las gafas de lo que fue y empezar a diseñar entre todos, criterios distintos para situaciones claramente distintas a las hasta ahora conocidas. En una sociedad siempre más conectada e informatizada donde fluye la información y el conocimiento –pilar del mundo que viene-, el empleo entendido como garantía de vida desciende a la par que aumenta el trabajo que hacemos. En esta aparente paradoja se trabaja mucho más que lo que el empleo es capaz de absorber; se hace más de lo que se puede tener. Cuando la productividad no se puede medir en términos de cantidad de objetos producidos en un tiempo dado y fijo, sino que circula a lo largo del día y no sólo en una jornada laboral, se desvincula más que nunca la idea de empleo con la del trabajo. La precariedad como modelo social busca trasladar el riesgo a las personas aumentando el número de falsos autónomos y sometiendo al salario. Los proletarios del siglo XXI no se concentran solamente en la fábrica, pululan en un mar de supuestas oportunidades que buscan ser descubiertas, forzándonos a todos a convertirnos en empresarios de nuestra propia marca biográfica si queremos ser empleables para que nos tengan en cuenta.

Robinson Crusoe, el paradigma del hombre liberal se convierte en la figura proletaria del medioevo postmoderno. Falsos autónomos y precarios son la cara de un trabajo sin derechos porque los que todavía existen no les incluye, les aparta. Están perdidos cada uno en su propia isla intentando sobrevivir sin poder contar con ningún arma para enfrentarse a la bestia. No se trata de porcentajes sino de bienestar y de eso no hay ni se le espera. Dejemos de centrar todos los esfuerzos políticos en el debate sobre el empleo, es un callejón sin salida. Avancemos mejor en la orientación que camina hacia el reparto del empleo existente, la extensión de una renta básica y la promoción pública de cooperativas levantadas en común. En definitiva, ampliemos el foco del derecho acorde a una buena regulación de las relaciones sociales existentes. Nos vemos borrosos como aquella asociación de Londres que en 1792 se preguntó por primera vez si los que no tenían derecho a opinar, podían elegir y ser elegidos en el Parlamento. La ambición grande en política hacía mucho tiempo que no era  tan necesaria.

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