La revuelta de las neuronas

Gamonal, medicina democrática

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Creo que los que condenan los tumultos entre los nobles y la plebe atacan lo que fue causa principal de la libertad de Roma, se fijan más en los ruidos y gritos que nacían de esos tumultos que en los buenos efectos que produjeron.

Nicolás Maquiavelo

Se suele señalar lo peligroso que es para la democracia el haber conseguido paralizar las obras del Bulevar de Gamonal gracias a los disturbios y a los incidentes en las calles. Creo que hay que darle la vuelta a esa afirmación que culpa a la gente y no a un diseño institucional insuficiente y poco democrático. Lo que ha paralizado las obras no son tanto los disturbios, como sobre todo, la indignación popular y la organización social ejemplarizante que han llevado a cabo los vecinos de Gamonal. Disturbios hay muchas veces, pero en este caso, por mucho que los medios más reaccionarios traten de señalar a los vecinos como grupos itinerantes y radicales antisistema, se trata de la indignación popular que no encuentra otros medios para expresar su descontento y desfogar sus necesidades. Esto es un problema para la democracia, cierto, pero no por los disturbios: que se haya tenido que llegar a esto habla muy mal y hace patente la deficiencia democrática en este país, donde se la concibe como un favor que se le hace a la ciudadanía y no como una herramienta de distribución de poder y de las decisiones. Hace ya cinco siglos Maquiavelo nos enseñaba algo que los que defienden la democracia como un fósil petrificado en el tiempo, son incapaces de soportar: las leyes que amplían la libertad nacen siempre de la desunión entre los grandes y el pueblo. Lo que algunos llaman desorden, en realidad, no es más que la virtud que vaticina otra forma de ordenar distinta a la que sostiene el actual estado de las cosas.

Quien se justifica en los votos y piensa que a lo largo de la legislatura no se deben rendir cuentas a la población y goza de un cheque en blanco, se equivoca, la democracia es otra cosa, la democracia significa contar con mecanismos de control ciudadano, de revocación y decisión sobre los temas que le afectan en su vida. Es cierto que la democratización de la democracia no cae bien en aquellos sectores más reacios a la democracia, es cierto que complica las cosas, sobre todo para quienes quieren hacer de las administraciones públicas un chiringuito con el que traficar con contratas para regalárselas a sus amigos privados. El caso del bulevar en Gamonal es la metáfora de todo un país donde el modelo de crecimiento, no ha significado la corrupción del sistema, sino que se ha gobernado bajo el sistema de la corrupción. La democracia no es una entelequia, la democracia se defiende ejerciéndola, la democracia no pone en peligro la democracia, la actualiza. Los poderosos están dispuestos a defenderla mientras no se ejerza, los reaccionarios adulan al pueblo mientras que el pueblo no haga política, en tal caso lo desprecian.

El bulevar de Gamonal es la radiografía del gobierno de la mafia especuladora: En Burgos y en el Bulevar de Gamonal (se estima que costaría entre 8-11 millones) vemos cómo se ha materializado el robo de la democracia cuando administraciones públicas, agentes mediáticos y constructores, conspiran juntos para hacer de la ciudad un negocio, un nicho donde acumular más dinero y beneficios a costa del erario público y la especulación urbanística. El gobierno de los fanáticos destila el odio a la democracia porque sufren de demofobia, pánico al pueblo y le salen sarpullidos cuando se reordenan las posiciones políticas a favor de la mayoría en contra de una minoría de privilegiados.

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