La revuelta de las neuronas

Esto acaba de empezar

Podemos no ha nacido para ser un romance de verano, ni para convertirse en la nota discordante y colorida dentro de 10378273_319510711539008_4864495414856759612_nuna realidad política controlada por los partidos del régimen. Podemos tiene más eurodiputados que meses de existencia, pero nada de esto es suficiente. Podemos tiene una clara vocación de gobierno por el cambio,  a favor de las mayorías sociales golpeadas por una crisis que beneficia a una élite de privilegiados. Quien piense que Podemos ha llegado para colocarse en un sitio fijo, o que su finalidad es la de ocupar un pequeño porcentaje del espectro electoral, está muy confundido.  Se ha dicho desde el principio, el objetivo es convertirse en una palanca, en una herramienta al servicio de la ciudadanía lo suficientemente fuerte y poderosa como para paralizar la deriva del fanatismo económico que utiliza la crisis para empobrecer  a millones de personas y enriquecer a unas pocas. Paralizar esa deriva, pero también aprovechar ese impulso popular para transformar las propias reglas del juego, abriendo un nuevo proceso constituyente donde la población pueda discutir y decidir un régimen político que garantice su bienestar y dignidad. En esta complicada y apasionante tarea hay buscar la mayor cantidad de complicidades y encuentros a todos los niveles con el conjunto de actores políticos y sociales, que defiendan la democracia contra las políticas que nos envían al subdesarrollo. Esa convergencia popular es tan deseable como necesaria, sin ella, nada tiene sentido.

Podemos ha puesto sobre la mesa una serie de cuestiones que seguramente condicionarán la política democrática en los próximos tiempos. El trato de la comunicación no es un añadido cosmético a la idea y los principios que se defienden, sino que es un eje central para hacerlos valer políticamente. El manejo de la comunicación resulta crucial cuando las posiciones políticas se forjan  a través de lo que ve, escucha y comparte. Hablar de comunicación en una sociedad conectada implica ocupar cualquier espacio de visibilidad mediática para generar sinergias entre la televisión, la prensa,  las redes sociales y la calle. La manera de comunicar implica una manera de construir comunidad, por lo tanto, el seísmo de poder ciudadano surgido en los círculos podemos, tiene mucho que ver con esa capacidad de proyectar ilusión a mucha gente al mismo tiempo.

También la apertura de la decisión hacia afuera de las estructuras pasa por incorporar a la participación popular, como elemento que garantiza el control de la gente y evita que las organizaciones se oxiden o se pierdan en pactos intestinos y política de consumo interno. El coraje en política es la única garantía de cambio. No es la hora de los pactos en los despachos, no es la hora de dejar todo atado y bien atado evitando el riesgo y las líneas de fuga. Es la hora de la política, es la hora de la gente, de que hable y vote la gente. Ese es el camino para transitar hacia la unidad popular y ciudadana. Siendo humildes y generosos, alejar las pasiones tristes y las prácticas endogámicas y autoreferenciales. El reto que tenemos toda la gente que defiende la democracia es enorme. Sabemos que nos están esperando y que la noche es oscura y  alberga horrores, pero con el corazón caliente y la cabeza fría comenzamos a  reconocer nuestro tiempo y nuestra propia fuerza. Es el momento, empecemos todos y todas a trabajar, porque vamos a ganar.

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