Jose A. Pérez

Euskadi postraumática

No hace falta ser psiquiatra para ver que los nacionalistas vascos presentan un cuadro de intenso estrés postraumático. Han ganado las elecciones por una amplia mayoría que, regla D´Hont mediante, no les sirve para gobernar (trauma). Consecuencia inmediata: el derrumbamiento de tres décadas de chiringuitismo monopólico, cuya onda expansiva alcanzará inevitablemente a altos cargos de la administración pública, a la Sanidad, a la ertzaintza y a los medios de comunicación públicos.

Es comprensible, por tanto, que el enfermo se vea dominado por el vértigo y la desesperanza. Así lo ha demostrado Anasagasti al asegurar en una entrevista que, con un López lehendakari, ETA aumentará su productividad asesina, barriobajerismo de corbata que podríamos traducir como: si me echas del patio, mi primo te cose a hostias.

Otro síntoma habitual del estrés postraumático es el bloqueo subconsciente de algún aspecto del trauma. Los nacionalistas gobiernan en minoría en las diputaciones de Álava y Guipúzcoa, fórmula que les resulta democráticamente intolerable si es otro quien la practica. Actitud ésta típica de hijo único malcriado por tres décadas de caprichos que se ve, de pronto, privado de atención exclusiva.

Para este cuadro, los médicos recomiendan terapias de grupo y de familia. Es fundamental hablar sobre el hecho traumático, recordarlo sin revivirlo. Los del PNV las van a pasar canutas viendo cómo ruedan sus propias cabezas, cómo cambian las subcontratas y cómo El Partido se convierte en un partido. Pero, cuando todo eso pase, seguirá amaneciendo sobre Euskadi. Seguirá el sirimiri y el Athletic y La Concha y los pintxos. Y se verá que Euskadi no era el PNV. Euskadi era, es y será las personas que la conformamos. Juntas.

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