Indultos, peajes y bloques históricos

Indultos, peajes y bloques históricos
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Teatre del Liceu de Barcelona en vísperas de los posibles indultos a los líderes del procés presos. EFE/Toni Albir

En política, si no tienes mayoría para gobernar siempre pagas "peajes". Evidente. La presidenta madrileña, que ve los peajes en ojo ajeno y no nota siquiera los propios -quizá porque no le duele pagarlos-, habla en verso y no lo sabe. Pagar "peajes" es una forma de decir que tienes que negociar la política porque no tienes votos suficientes. El PSOE, con Unidas Podemos y ERC. El PP, con los demócratas exquisitos de VOX.

Influidos por Antonio Gramsci, hablamos de bloque histórico de poder o bloque de conducción del Estado. Esto significa que hay una mayoría política, proveniente de diferentes partidos, en las instituciones –en el Parlamento y en el Gobierno- sostenida a su vez por una mayoría social plural pero que comparte algunos objetivos relevantes. Al menos, los suficientes como para hacer política juntos.

Cuando la correlación de fuerzas no da para que gobiernen los de abajo, es decir, casi siempre, ese bloque de conducción de Estado es una negociación donde, también casi siempre, los defensores de que las cosas no cambien en exceso tienen más herramientas para hacer valer sus ideas que los que quieren cambiar más cosas y más deprisa. Ahí andan esperando la derogación de la ley mordaza, la nuevas subida del salario mínimo o la reforma laboral.

El PSOE de Pedro Sánchez forma parte ahora de un nuevo bloque histórico con Unidas Podemos, Esquerra Republicana de Catalunya, Bildu, Compromís y algunas otras fuerzas menores. Por eso las cosas se mueven.

En las últimas elecciones, el PSOE era, como en la novela de Stevenson, unas veces el Doctor Jeckyll y otras Mister Hyde, la misma persona pero con dos almas. Unos días decía que iba a cambiar la ley para agravar el delito de sedición, decía que iba a mandar a los paracaidistas a detener a Puigdemont en Waterloo, decía que Pablo Iglesias le quitaba el sueño y que, por supuesto, nunca indultaría a los presos catalanes.

Cuando decía esas cosas era porque la voz dominante en Sánchez la tenía Mister Hyde, es decir, se comportaba simplemente como la pata un poco más progresista del binomio conservador que ha gobernado en España desde que su Excelencia el Caudillo se fue a que lo aguantara Dios en el más allá. Y cuando la pata conservadora -el PP- le lanzaba alguna amenaza desde sus medios de comunicación, por lo común, cedían, especialmente si los asuntos eran económicos.

Sin embargo, otros días, por ese laberinto que es la política en tiempos de crisis y porque a la fuerza ahorcan, el doctor Jeckyll logró liberarse del violento Hyde y cambió de amistades. En vez de pactar con la derecha catalana, como hizo en 1993 Felipe González pactando con Jordi Pujol, Sánchez pactó con Unidas Podemos que, a su vez, venía hablando con la izquierda catalana y la izquierda vasca de la necesidad de solventar el conflicto territorial (recordemos el encuentro en Zaragoza en septiembre de 2017).

En nombre de ese bloque de conducción de Estado, Sánchez, en vez de apoyarse en el PNV o en el pujolismo, se ha apoyado en una conjunción de fuerzas de izquierda, especialmente Unidas Podemos, que sabía desde el primer momento que los indultos eran la salida más sensata a la barbaridad que habían hecho el PP y el PSOE de judicializar el conflicto catalán y mandar a los antidisturbios, Felipe VI mediante, a convertir el "a por ellos" en un uso desproporcionado de la fuerza.

Y resulta que hoy, la Iglesia, la patronal, el PSOE, incluidos los barones más escorados a la derecha, apoyan los indultos (salvo Page). Gracias a la firmeza de Unidas Podemos a la hora de defenderlos, aun sabiendo que se pagaba un precio en una parte del electorado, hoy hasta Felipe González, que es un buen termómetro porque siempre se mueve con el viento de las mayorías, defiende la medida de gracia para los políticos catalanes. Es verdad que Bono, Carmona, Corcuera, Leguina y Fernando Savater, los "socialistas de la Sexta noche", por supuesto siguen erre que erre con Pablo Casado, que cada día que pasa está más divorciado de su propio país igual que Rocío Monasterio esta más divorciada de la caridad cristiana.

Hay que celebrar que Pedro Sánchez haya apostado por los indultos, y está muy bien que tenga esa capacidad mágica de cambiar de opinión en la dirección correcta. Es verdad que queda la duda de si no haría lo mismo en la dirección contraria, pero el bloque histórico es el que es y no parece que haya alternativa en el horizonte.

Los indultos van a pacificar un poco el conflicto territorial en Catalunya y en España. Apenas son un primer paso. El varapalo del Consejo de Europa recuerda que detrás de los políticos indultados debiera venir el indulto para la gente de a pie que también ha recibido o va a recibir castigo por la desobediencia civil -que es lo que identifica el Consejo de Europa-que ha sido el procés.  Queda mucha tarea y no desinflamas la herida independentista tan sencillamente después de años de discursos encendidos. Y vamos a seguir escuchando discursos enardecidos, algunos con más razón que otros, pero se empieza a hablar, que era algo que parecía descartado. Y los indultos rompen la profecía de la España búnker incapaz de hacer gestos ni dar pasos.

Con los indultos, los problemas quizá pase a tenerlos las derechas, a las que les están saliendo mal las cosas: la Iglesia y la patronal apoyan los indultos, igual que una parte creciente de la población española; no son capaces de reunir un número de firmas contra los indultos contundentes; la Kitchen apunta cada vez más arriba; y la espuma de los días de la victoria de Díaz Ayuso se está desenmascarando a pasos agigantados en Madrid. Desde el Gobierno, la mirada es más optimista. El precio de los indultos está amortizado. Las ayudas europeas debieran empezar a llegar a la gente; el gobierno de Colón va a convertir más temprano que tarde Madrid en una pira ardiendo, de manera que el efecto Ayuso vendrá con rebote; el PP no sale de los sobresaltos judiciales por haber sido tan corrupto y tan sinvergüenza; Podemos, lejos de disolverse con la salida de Iglesias, sale reforzado y con nuevos horizontes con la dirección femenina de Ione Belarra; y las vacunaciones van a crear la inmunidad de rebaño en un mes.

Quedan los incendios de VOX, que, desgraciadamente, van a hacer mucho daño e, incluso, van a costar muertes, como hemos visto en Murcia, además de su inconmensurable ayuda a los violentos machistas con su negación de la violencia de género. VOX está arrastrando al PP en algunos territorios, como Madrid, a su lógica demente, lo que es preocupante. Pero hay que confiar en que una cosa es que haya gente que vote a VOX por ganas de expresar su malestar y hacer oír su frustración y otra que se conviertan en cómplices de discursos de odio que terminan en asesinatos.

Sigue pendiente la gran conversación post Covid. Los que odian, cada vez deben estar más solos. Y eso forma parte de la conversación que hay que empezar ahora que va a bajar un poco el ruido.