Los tiempos de la izquierda que se estrechan

Los tiempos de la izquierda que se estrechan

"Cambiábamos de país como de zapatos a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella. Y sin embargo, sabíamos que también el odio contra la bajeza desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar el camino para la amabilidad no pudimos ser amables. Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia."

Bertolt Brecht, A los que vengan después

Una máquina de guerra electoral

En el libro de relatos El hombre celoso, Joe Nesbø recuerda una posible explicación de por qué, al parecer, no se matan entre sí los griegos. Cuenta que los desdendientes de Sócrates, antes de matar a quien odian, prefieren que la víctima siga viviendo en Grecia. Que sería, en la lectura sarcástica de los griegos, una forma de castigo en diferido y alargada.

Qué le pasa a la izquierda hispánica que no termina de encontrarse puede tener que ver con eso. Quizá por la cercanía mediterránea, cuando alguien de izquierda odia a alguien de izquierdas, circunstancia que pasa con frecuencia eterna, suele insistir en más de lo mismo. Es decir, que deciden montar otro partido de izquierdas. Para ahondar en el asunto, suelen escribir unas memorias -aunque no tengan acontecimientos acumulados- siempre parciales y por eso poco apreciadas por los historiadores. Como no hay izquierdista que no le haga una autocrítica a otros izquierdistas,  si pueden buscarán eliminar a los que culpan de ponerles piedras en el camino de su gloria. Porque no terminan de entender que lo que era una buena idea en su cabeza en la realidad opera de otra manera, porque tiene, vaya por dios, que contar con los demás. No aprendemos. (Me produce ternura que alguien a quien llamé para que se uniera a nuestras filas escriba un libro sobre Podemos y haga malabares para no citar mi nombre).

Se quejaba Yolanda Díaz de "los egos" y aunque llena de razón, no dejaba de sonar esa misma queja con pautas reflejadas.  Es muy difícil librarse del "yo, yo, yo" en estos tiempos de la política en directo, donde tu suerte la dictan los medios de comunicación y todos los líderes terminan sintiéndose los actores principales en una obra donde los demás solo están ahí como un apunte útiles sólo para darles entrada a su monólogo. Los egos en política son más traicioneros porque hay muchos espejos y pocos divanes y los escenarios son como esa escena de La dama de Shanghai donde espejos reflejan espejos incluso resquebrajados.

Es verdad que los grandes egos habitan sin mayores problemas tanto en la izquierda como en la derecha, pero en la izquierda, por las veleidades de superar el sistema, siempre tienen una parte indemostrable y épica que liga a las masas a la visión preclara del liderazgo camino de la emancipación: "tú tienes dos ojos, decía Brecht, pero el partido tiene mil". El partido, claro, era uno y el jefe, también.

Cuando salí de la Ejecutiva de Podemos, una de las principales razones -junto a la petición diaria de alguna gente de esa Ejecutiva de que me fuera y que iba haciendo mella en Iglesias-, era que la llamada "maquinaria de guerra electoral" impedía construir un partido diferente. No fundábamos Podemos para sustituir a unas élites por otras, sino para hacer un partido diferente, con capacidad de gobernar superando el bipartidismo y el neoliberalismo que le acompañaba y, para que eso fuera posible, conectado con los movimientos sociales y la gente. En definitiva, un partido en donde se sustituyera el verticalismo que, como politólogos, sabíamos que lastraba a los partidos cartelizados y que formaba parte de la queja del 15M (partidos que funcionaban como un cártel donde había desaparecido la competencia real. El bipartidismo era la expresión más clara de lo que expresan Peter Mair y Richard Katz en La democracia y la cartelización de los partidos, Madrid, Catarata, 2022).

Desde la izquierda más libertaria ya le habían dicho a Lenin y luego a Stalin que cuidado con que el partido sustituyera a la sociedad, el comité central al partido y el secretario general al comité central. Porque desaparecía la democracia. Ahora añadiríamos que el secretario general puede ser a su vez sustituido por el spin doctor –el consultor experto en leer la situación- o, en un juego de espejos, por su propio alter ego, en un remake de El club de la lucha,  donde el líder se susurra constantemente a sí mismo qué tiene que decir, hacer o escribir con el único objetivo de que su figura pública no sea dañada (daño que implicaría a su vez un enorme perjuicio a unos partidos ya siempre identificados con su líder).

Pablo Iglesias desencadenado

Todos los días sabemos de algo que ha dicho o escrito Pablo Iglesias. Ha vuelto a sus orígenes -mira que dije que no se iba a marchar  de la política aunque dejara los cargos- y se le ve suelto. Los medios saben, además, que ahí hay hueso. Escucho y leo a Iglesias liberado de la pesada carga de la púrpura repartiendo estopa, escudado en el latiguillo de "ahora que ya no tengo responsabilidades políticas" –lo que no es del todo verdad pues sus opiniones pesan en Podemos-, y no dejando, es cierto, títere con cabeza. En esa barraca de tiro de feria pasan desde Enric Juliana a Pedro Vallín, pasando por Antonio Maestre, Ignacio Escolar, Esther Palomera, Daniel Bernabé además, claro, de los Ferreras, Vallés, Pedro J, Ana Rosa, Inda, Marhuenda y compañía que, seguramente, se lo merecen más por que además de decirse periodistas no siempre con razón son tramposos.

Ha causado revuelo el reconocimiento por parte de Iglesias de que quizá se equivocó en el método que escogió para señalar como su sustituta a Yolanda Díaz. Seguramente lo ha dicho Iglesias porque esa decisión, contada de manera descarnada en Verdades a la cara, esa suerte de memorias de Iglesias en diálogo con el periodista Aitor Riveiro, habría podido liberar después a Díaz de casi cualquier responsabilidad con Unidas Podemos. Como no se le consultó ni se le dejó otra opción, ahora ¿cómo se le exige nada? El viaje de Yolanda Díaz a Valencia no permitió que todos celebraran ni siquiera con horchata.

Las formas, podríamos concluir, le  habrían permitido a Yolanda Díaz, por la ausencia de deliberación en su señalamiento, tomar a partir de ahí sus propias decisiones al margen de todos los partidos convocantes. Y en esas tenemos que la decisión de asumir o no la dirección de ese Frente Amplio se ve postergada y en el mientras tanto, además, se oyen quejas de una actitud no siempre amable con Podemos que, justo es reconocerlo, tanto ha hecho para cambiar este país. Poco a poco, la postergación y el ruido se están convirtiendo en uno de los elefantes en la habitación en donde se tiene que renovar la izquierda y remozar esa nueva política que nació del 15M. Una espera que tiene a demasiada gente perpleja y que está perdiendo frescura.

Como es común, los medios y las redes, que cada vez operan más en todos lados como si fueran partidos políticos, han aprovechado para tergiversar el sentido de lo que ha afirmado Iglesias. ¿Con qué fin? Pues para poner a pelear a Yolanda Díaz con Iglesias y, de paso, con Podemos. Los clarines del bipartidismo llaman al ruedo a ver si pueden darle una estocada definitiva a los morados. El régimen siempre ha sido muy taurino. Y los espontáneos, que lo que quieren es parar el espectáculo sangriento, deben ser muy cuidadosos.

El verdadero problema

La verdad es que me produce más desasosiego el reconocimiento público de esa decisión crucial como una disposición personal de Iglesias. Al margen, porque es irrelevante, de cuál sea su relación actual con la Vicepresidenta Díaz, se profesen una amistad a fuerza de volcanes o les hayan crecido las suspicacias propias de los procesos de sustitución. Porque fueron los órganos de Podemos y de Unidas Podemos los que la asumieron como propia y, por tanto, el acierto o el desacierto fue de los órganos de dirección. Y parece evidente que se trató de un acierto aunque ni la dirección de Podemos ni Yolanda Díaz estén siendo hasta la fecha capaces de mandar a la opinión pública esas señales de concordia. Y si el PSOE pierde votos por acercarse al PP de siempre, lo dirija quien lo dirija, y Unidas Podemos, Yolanda Díaz y todo lo que sume los pierde porque no es capaz de generar ilusión, la alternativa sabemos que va a ser el gobierno de Feijóo con Santiago Abascal. Susto o muerte.

Y si el PSOE pierde votos por acercarse al PP de siempre, lo dirija quien lo dirija, y Unidas Podemos, Yolanda Díaz y todo lo que sume los pierde porque no es capaz de generar ilusión, la alternativa sabemos que va a ser el gobierno de Feijóo con Santiago Abascal. Susto o muerte.

La verticalización de la política, en el caso de Podemos, ha tenido que ver con la falta de cultura democrática interna (la "maquinaria de guerra electoral" y las divisiones), con la vertiginosidad que impone la espectacularización de la política –hay que hacer declaraciones constantemente-, por la concentración de información, así como por las urgencias que reclama la maquinaria del Estado en algunos momentos. Todos esos asuntos termina por envolver a los liderazgos, estén en la Moncloa o allá adonde vayan. La soledad lleva al ensimismamiento y las voces diferentes molestan cada vez más cuanto menos frecuentes nos hablan.

¿Hacer o comunicar?

La discusión acerca de si Podemos era una persona con coleta que salía mucho en la televisión o se trata de algo un poco más complejo -más personas, un ánimo y una trayectoria social, el agotamiento de un régimen- ha formado parte de la discusión interna de la formación morada. Siempre pesó en la interna mucho la condición "posmoderna", heredada de las influencias populistas –que luego Errejón se llevaría a Más País -. De manera que era más importante salir en la televisión o colocar un titular que hacer partido, porque en la tele toreas de grana y oro y en el partido rindes cuentas. Cuando los partidos funcionan, a los líderes populistas les molestan. La maquinaria de guerra electoral, propia del "momento destituyente",  tenía que dejar paso a un "momento constituyente". Pero cuando construyes una torre, es complicado que juegues dentro al fútbol.

Por eso Podemos ha funcionado mejor en las generales, que son unas elecciones muy de las grandes televisiones, que en las municipales y autonómicas, donde hace falta base territorial. Por eso Más Madrid aprovechó que Unidas Podemos no se presentó en el ayuntamiento de Madrid -no quería competir con Manuela Carmena que era un invento suyo- para expandirse. El caso de Ciudadanos es más extremo: directamente ha desaparecido porque era mero humo mediático.

Hace justo un año, Pablo Echenique, con motivo de la presentación por parte de Unidas Podemos de la única ley de salud mental que se ha presentado en España, dijo que "en política es importante lo que se dice, pero sobre todo es importante lo que se hace". Este viernes, Ione Belarra presentaba un balance muy notorio de la tarea del Ministerio de Derechos Sociales en el último año, donde el escudo social ha sido esencial para que los rigores de la pandemia no hayan recaído en las mayorías que pagaron anteriores crisis (Mientras, aristócratas, pijos, hermanos y primos del PP robaban a manos llenas aprovechando la crisis del COVID-19).

Un día antes, Pablo Iglesias escribía en Contexto: "La sociedad española se está derechizando a marchas forzadas contra los que pensaban que la movilización de recursos públicos para hacer frente a la pandemia iba a crear una sólida clientela electoral para la izquierda, agradecida por los ERTES, la subida del salario mínimo, el IMV y el escudo social. Es un mito que la mejora de las condiciones sociales opere de manera automática en las conciencias y la estructura ideológica. Los que afirman que la mejor vacuna contra la ultraderecha es reforzar el Estado social son incapaces de explicar el auge ultra en los países nórdicos. Si algo nos faltaba, el delirio belicista empuja aún más la derechización social".

El diagnóstico de Iglesias es parcialmente correcto en la medida en que hace hincapié en un asunto muy relegado por la izquierda: "La lucha política es siempre lucha cultural e ideológica". Si haces políticas públicas excelentes pero no las acompañas de pedagogía social, quizá no vayas muy lejos. Pero al tiempo ¿no son las políticas públicas la razón de ser de una política de izquierda? El auge de la extrema derecha en lugares donde no hay tantas penurias, como Noruega,  es precisamente por el miedo a perder el estatus. Es una de las consecuencias del neoliberalismo y su desmantelamiento del Estado social que nos arroja a todos a una lucha sin cuartel por recursos creados como escasos.

Si no lo comunicas, no te reconocen el trabajo, te pueden sacar por la fuerza del gobierno sin que el pueblo proteste o puedes perder las elecciones porque no te votan a los que sacaste con tus políticas de la pobreza.

Contaba la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff que cuando salió del cargo, una última encuesta preguntaba por los efectos de la política "Bolsa familia". En torno al 90% de las mujeres decían que su vida había mejorado. A la hora de preguntarles por qué, la inmensa mayoría decía que "gracias a Dios", luego "gracias a mi esfuerzo", luego "gracias a la familia", después "gracias al empresario" y por último gracias a la política del gobierno. Es decir, si no lo comunicas, no te reconocen el trabajo, te pueden sacar por la fuerza del gobierno sin que el pueblo proteste o puedes perder las elecciones porque no te votan a los que sacaste con tus políticas de la pobreza.

Ahora bien, si Lula va a ganar las próximas elecciones, igual que si el MAS en Bolivia regresó después del golpe o no han sido capaces de tumbar a la fuerza a Nicolás Maduro de Venezuela fue porque las políticas públicas que se realizaron mejoraron la vida de la gente y porque una parte importante de la ciudadanía no confía en la derecha porque tienen memoria de las políticas que hicieron.

Por eso el PSOE tiene una base social firme que bebe de lo que hicieron hace cuarenta años. La izquierda en España no ha tenido problemas por decir cosas de izquierdas. Los ha tenido cuando ha empezado a hacerlas. La persecución a Podemos no ha tenido que ver con el discurso de izquierda, sino por estar en el Gobierno y llevar ese discurso al Boletín Oficial del Estado en forma de escudo social, pensiones, salario mínimo, ingreso mínimo vital, lucha contra la violencia machista, fin de la brecha salarial, ERTES, defensa de los animales o reforma laboral.

A Dios rogando y con el mazo dando (o por qué Dios nunca abandona a un buen marxista)

La conclusión es que hay que compaginar discurso con acción, partido con movimiento, lucha ideológica –de valores, memoria, denuncia- con políticas concretas. Es muy importante multiplicar los dispositivos ideológicos de la izquierda para que no se genera la sensación de que personas individuales prescriben a los partidos. La derecha puede permitírselo. En la izquierda es más difícil. Pablo Iglesias destaca, además de por su buen hacer, porque está prácticamente solo en esa pelea mediática, con todos los riesgos que eso conlleva. Convendría que los que critican lo que hace también dijeran que están aportando al debate.

Hacen falta muchas guerrillas, camino de conseguir un ejército, para poder confrontar y superar a los varios ejércitos imperiales mediáticos neoliberales. Y dejar de estar a la defensiva, lo que lleva a menudo a lanzar pullas, recaditos, ironías e insinuaciones a los que no se sienten tan cercados y asediados como tú (y lo digo por haber sido el primero en Podemos en recibir los ataques). Por honestidad, convendría recordar que los ataques que ha recibido Podemos -o ayer Julio Anguita- no han sido por las personas concretas sino por lo que han representado. Superar la fase defensiva es recuperar espacio. El socialismo crea desde la esperanza. La extrema derecha desde el miedo.

Es importante reconciliar a la familia que está abajo y en lo nuevo, frente a los que están arriba y reivindican lo viejo. Nos equivocamos si en vez de crear nuestro Foro Social Mundial disparamos contra todo lo que tenemos cercano como en los tiempos de las Internacionales. El Frente Amplio solo se va a armar desde la disidencia tolerada. Y amable. Porque la amabilidad, como la bondad, son señales de inteligencia que no se dejan opacar por el reflejo del espejo. Ahí, Unidas Podemos es más relevante que ninguna de las personas concretas que tuvimos responsabilidades hace ocho años. Porque lo que ya se ha gastado debe dejar de poner obstáculos en la reconstrucción del espacio del cambio. Lo que no suma, resta. De ahí la esperanza de los liderazgos femeninos y feministas. Hay un nuevo Podemos. Y tiene que seguir visibilizándose.

La tarea de reconstrucción de Podemos que ha puesto en marcha Ione Belarra -con una tarea novedosa en organización dirigida por Lilith Verstringe- va en la buena dirección. Nunca se reinventa una formación política si no te pones en carretera y te recorres el país. Pero tiene que saber, igual que lo tiene que saber Pablo Iglesias y todos los que están en alguna de las trincheras de la alternativa, que ese ejército mediático esta esperando cualquier señal, aunque solo sea equívoca, para disparar sus misiles. Ione Belarra representa la nueva etapa de Podemos. Y tiene que quedar claro el nuevo momento, de manera que todo el mundo vea el corte y las esperanzas que se abren.

 De la misma manera que Yolanda Díaz, que es la posibilidad evidente de que el espacio amplio pueda recomponerse -y que es la que tiene que dialogar y reunir a todos los fragmentos que alguna vez estuvieron juntos e incluso ir más allá-, tiene que saber que hay muchos temas pendientes en España -derechos y libertades, territorialidad, feminismo, desigualdad- que los tiene que solventar con ayuda, que tan importante es no llegar demasiado pronto como no retrasarse en exceso y que las sonrisas tienen que ser también para los tuyos. Está una parte importante de España esperando. Precisamente a la que le da pánico lo de Feijóo con Abascal y se emocionó un día con la nueva política.