¿Es posible aún un Frente Amplio? Errores de la izquierda, memoria y Fraga en Núremberg

¿Es posible aún un Frente Amplio? Errores de la izquierda, memoria y Fraga en Núremberg

 

El PP, en boca del moderado Feijóo, vuelve a decir que la guerra civil fue una pelea entre abuelos, afirmación que se parece mucho a aquella de Pablo Casado de que "los de izquierdas son unos carcas, todo el día con la fosa de no sé quién" o cuando equiparó al bando republicano con el bando franquista. Ni franquistas ni antifranquistas... Este tipo de afirmaciones son coherentes con la defensa de nombres de fascistas enemigos de los derechos humanos en el callejero de las ciudades de España donde gobierna la derecha, o con el desprecio a los homenajes a las víctimas del franquismo, sean en forma de ausencia en las distinciones institucionales o incluso rompiendo placas como ocurrió con la de Las 13 rosas en el cementerio de la Almudena. Y, por supuesto, se expresa con rotundidad con la oposición del PP a cualquier ley de memoria histórica democrática, una forma indirecta de no asumir que el franquismo fue un régimen inmoral, algo que se complica en un partido que fue fundado por Manuel Fraga, un ministro de Franco que firmó sentencias de muerte y que, por tanto, tenía las manos manchadas de sangre de gente que defendía la democracia.

Feijóo, que pretendía mantener una imagen de moderado en el ecosistema mediático cerrado de Galicia, pierde a pasos agigantados la imagen de centrista, porque el PP, azuzado por la existencia de Vox, está atravesado por la sombra extremada de Isabel Díaz Ayuso. La derecha española no viene de pelear por la democracia. Se puso del lado de los Borbones que fusilaron a los liberales en Cádiz, del lado del clientelismo caciquil, de la Iglesia oscurantista, de la patronal pistolera de la semana trágica, de la dictadura de Primo de Rivera, del franquismo, de los reyes puteros y de los golpistas del 23F.

La derecha española no viene de pelear por la democracia. Se puso del lado de los Borbones que fusilaron a los liberales en Cádiz, del lado del clientelismo caciquil, de la iglesia oscurantista, de la patronal pistolera de la semana trágica, de la dictadura de Primo de Rivera, del franquismo, de los reyes puteros y de los golpistas del 23F.

Saben los que pagan las encuestas -que son también los dueños de los medios de comunicación-, que la importancia que dieron a Vox se les iba de las manos. El fascismo siempre es el plan B del capitalismo en crisis, nunca el plan A. La gente de Vox son la gente del PP con varias copas de más, y eso no siempre es fiable. Igual que para el gran capital no es fiable Díaz Ayuso y preferían a alguien que asuste menos, como Feijóo. Pero igual ya es tarde.

El fascismo siempre genera el antifascismo, y mientras el primero es el enemigo de la democracia, el antifascismo es el núcleo de la democracia. De hecho, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 nace de la derrota del fascismo y fue escrita por preclaros antifascistas, entre ellos algunos que habían peleado contra Hitler, Mussolini y Franco. Y que incluso, en los países donde ganó la democracia, habían ejecutado a los responsables o a los que se habían señalado en la barbarie nazi y fascista. En Núremberg, Manuel Fraga hubiera sido, cuando menos, condenado a varios años de prisión.

Por eso la memoria histórica democrática es esencial. Y no es extraño que haya tenido que llegar al Gobierno Unidas Podemos para que Federico García Lorca pueda dejar de ser un desaparecido en España. Para que el Valle de Cuelgamuros recuperara su nombre y el dictador dejara de tener un mausoleo a mayor gloria de su barbarie. Para que la Fundación Francisco Franco deje de ser legal y para que el callejero de Madrid o de Tenerife deje de ensalzar a los traidores a su juramento que se levantaron contra el Gobierno de la República.

Esa firmeza de Unidas Podemos a favor de la memoria es la misma que necesita la política española para acabar con los restos de franquismo sociológico que aún perviven en la judicatura, en la Policía, en el Ejército, en la patronal, en la jerarquía de la Iglesia, en las universidades y, por supuesto, en los medios de comunicación.

Por eso, el presidente Felipe González, quien con mayoría absoluta nunca movió un dedo a favor de la memoria histórica democrática, nunca quiso que Podemos entrara en el Gobierno. Porque sabía que esa firmeza iba igualmente en serio respecto de las eléctricas, del Consejo General del Poder Judicial, de la banca, de las grandes inmobiliarias o de los grandes capitales. Y por supuesto, de la monarquía.

La reconstrucción del espacio que quiera superar el bipartidismo -y que va más allá de la izquierda en la medida en que sea cierto el impulso regenerador que prometió Ciudadanos antes de irse a la extrema derecha- tiene que enfrentar a los privilegiados, y eso, cuando se toma en serio, cava trincheras. Si vas a imponer una gravamen a las empresas de energía de tres mil millones de euros, no es extraño que quieran gastarse mil millones, un tercio, para comprar a los Carlos Herrera, Ana Rosa Quintana, Ana Terradillos, Susanna Griso, Vicente Vallés, Losantos, Inda, Ferreras -y a sus sicarios low cost, como Patricia Pardo, Cristina Pardo o Iñaki López-, así como cualquier programa de televisión que incluya contenidos políticos. Algunos, escucha Risto, hacen cierto eso de que nadie resiste tres escopetazos de cincuenta mil dólares.

La cultura política, la represión y las canonjías a quienes ceden ha generado siempre una izquierda que quiere agradar al poder. Que les recompensa tratándoles mejor que como tratan a los que no transigen con los privilegiados y su statu quo.

La cultura política, la represión y las canonjías a quienes ceden ha generado siempre una izquierda que quiere agradar al poder. Que les recompensa tratándoles mejor que como tratan a los que no transigen con los privilegiados y su statu quo. ¿O a quién invitan de la política española en La Sexta? ¿A quiénes dejan de atacar cuando dejan de pertenecer a Podemos? Si el espacio de Unidas Podemos es homogéneo, ¿por qué unos ministros pasan desapercibidos en las grandes peleas de la izquierda mientras otros protagonizan portadas y apertura de informativos?

La memoria histórica nos tiene que hacer recordar que en otros momentos de auge del fascismo la pelea en el seno de la izquierda fue terrible para toda la izquierda. Pero esta advertencia no se solventa cediendo la firmeza respecto de la necesidad de no dejar que crezca el espacio y la fuerza de los privilegiados. El consenso en la izquierda no puede ser como el consenso de la Transición: que Lorca siga desaparecido y que el sinvergüenza de Juan Carlos I  sea presentado como "el piloto del cambio".

Es tiempo de clarificación de ideas. Claro que la miel caza más moscas que el vinagre, pero si por buscar que te endulcen la imagen en los medios callas ante los ataques injustos y furibundos contra gente de tu espacio político, no vas a poder representar al Frente Amplio que necesitamos. El silencio de Yolanda Díaz o Alberto Garzón ante los ataques a Irene Montero me tienen sumido en una honda perplejidad. Porque se suma a silencios anteriores que expresan despiste, cobardía o afán de ventajismo. Aún más cuando Podemos siempre ha salido a defender a cualquier político que haya sido atacado injustamente, sea Mónica Oltra, Alberto Garzón, Yolanda Díaz, José Luis Ábalos, o a cualquier partido -esta misma semana defendiendo al PCE ante la suspensión cautelar de la emisión del sello conmemorativo del PCE-.

Podemos no ha tenido miedo ante las amenazas del poder. Es la marca distintiva del espacio de izquierda más allá del bipartidismo. Si Podemos hubiera cedido -como hizo Izquierda Unida- hoy sería vicepresidente Albert Rivera, Girauta sería Ministro del Interior y Toni Cantó, ministro de Cultura.

Si Podemos es la fuerza que ha logrado cambiar la política en España ha sido precisamente porque no ha tenido miedo ante las amenazas del poder. Es la marca distintiva del espacio de izquierda más allá del bipartidismo. Si Podemos hubiera cedido -como hizo Izquierda Unida- hoy sería vicepresidente Albert Rivera, Girauta sería ministro del Interior y Toni Cantó, ministro de Cultura. Si en la guerra de Ucrania no te diferencias de las tesis del PP y del PSOE, estás olvidando el gran movimiento social previo al 15M, el movimiento anti OTAN, del que nació Izquierda Unida. Si aceptas los vetos en el Consejo General del Poder Judicial a las juezas honradas, como Victoria Rosell, no hay garantía de que no aflojes también cuando haya que plantar cara a los que llevan mandando en España desde el siglo XIX -por no hablar del Ducado de Alba e irnos al siglo XV-.

La memoria democrática es una guía válida para enfrentar la encrucijada ideológica en la que está Europa. Porque en esa memoria están los que anticiparon nuestra rabia. Y a los que traicionamos cuando somos más duros con los nuestros que con los poderosos. Aunque sea sin levantar la voz y sonriendo.