Esta carta a la princesa Leonor forma parte del libro Cartas a una reina, compilado por Arturo Pérez Reverte. La manifestación republicana de hoy domingo es una buena ocasión para publicarla aquí, recordando la necesidad de una España republicana y federal.
¿Sabías, Leonor, que al lado de donde tú naciste nació otra Leonor, de fortuna diferente? Ya es mala suerte, o buena, nacer en la misma clínica y al lado de tan egregia persona. Estuvo mal que, cuando se dieron cuenta del error, se llevaran los regalos y, además, no se disculparan. Pero nunca el gremio del periodismo ni el de la aristocracia han destacado por los dones de la cortesía; son más de la daga y el veneno. Quizá por eso tus padres siempre han querido regalarte lo mejor que podían en tu cumpleaños, para compensar aquella confusión. Aunque algunos años las cosas han estado apretadas, cuántas crisis os han tocado a vuestra generación, y solo pudiste disfrutar ese día de tu plato favorito, una atención de tu madre: "¿Qué comida quieres hoy, Leonor?". Tus gustos nunca eran caros, porque sabías que pidiendo unos canelones le alegrabas a tu progenitora tu aniversario, ya que se sentía buena madre dándote un poco de lo mucho que quería darte y no podía.
Cumples dieciocho años, Leonor, y como cualquier persona de tu edad, tienes sueños adornados como solo saben vestirse los sueños. Sabes que los sueños, sueños son y no te engañas, pero sueñas. Y también te ríes. Mira que siempre querer, en la representación del colegio, que te vistieras de princesa. ¡Dejadme en paz!, decías. Lo que quieres es estudiar, viajar, escribir, amar y, como casi todas las chicas de tu generación, ser famosa. Hiciste unos vídeos en YouTube, que los jóvenes sois nativos digitales, que es como ser antiguo y moderno al mismo tiempo, pero prefieres que nadie los vea, como los poemas que escribían antes los adolescentes. ¡Cómo podías llevar esas pintas! Qué ganas de vestirte mal. Tú decidías. No te quejes. Eso sí, ni un solo día has dejado de recibir las bromas de tus amigos en el colegio y en el instituto: "¡Te cambiaron en la cuna! ¡Tú no eres Leonor, la de la Milagros, tú eres una princesa!"
Mira que nacer en el mismo lugar y al mismo tiempo que la que se llevó tus regalos. Es imposible que hubieran cambiado las cunas. Con tanto guardaespaldas, como para andar cambiando las cosas de sitio. ¿Pero te imaginas? Ella estaría ahora en tu casa en la calle Tribulete, compartiendo tu miedo y el de tu madre, que tu padre se murió en un accidente con el taxi, esperando que os desahucien porque han vendido el edificio a un fondo de inversión, y tú estarías en el extranjero, habrías aprendido todos los idiomas, te cortejarían jóvenes oficiales y te habrían regalado el día de tu cumpleaños trajes de princesa y no un plato de pasta.
Es verdad que tendrías que cargar con un abuelo que no es como el de Heidi, y también con un apellido al que algunos quieren teñir de sombras. ¡Como si todas las generaciones pasadas no hubieran limpiado la memoria de Fernando VII, de Isabel II o del tatatarabuelo Alfonso, o el tatarabuelo Juan y las simpatías de ambos con el franquismo! ¿Y tú qué culpa tienes? Aunque sabes que la que terminó llevándose todas las fotos tiene que cargar con su apellido, porque de lo contrario no tendría el privilegio de ser tan especial. "Ojo por ojo, diente por diente", piensas mientras sueñas tus sueños de adolescente que ha vivido dos crisis, una pandemia, el miedo ante la crisis medioambiental, un planeta que cada vez es menos vivible, la amenaza de la guerra y demasiadas cosas que, como a tantas de vosotras, os llevan a que al final solo queráis ver vídeos idiotas en TikTok o vivir en Instagram la vida de la gente que vive más desahogada que vosotras, porque cuando os enfadéis lo vais a hacer muy en serio. De momento, como no os ofrecen vida, os ofrecen ocio.
Tampoco te quejes. A los dieciséis años te hiciste un tatuaje en el antebrazo y un piercing en la nariz porque te sentías revolucionaria y querías desobedecer al mundo. ¿Tú crees que a la que estaba en una habitación más grande le iban a dejar hacerse un tatuaje a los dieciséis años? ¿Y agujerearse la nariz? Así que escoge. Tu vida va a estar llena de riesgos, de incertidumbres, de reveses de la fortuna. Pero también repleta de aventuras. Y a diferencia de Penélope, no tienes que sufrir a ningún Ulises aprovechado ni esperar en tierra porque también puedes querer el mar. La otra seguridad está sostenida sobre un teatro en el que son otros los que deciden. Si pudiera elegir ¿crees que se cambiaría por ti?
La España que te espera, Leonor, es mejor que en la que nació tu padre, pero sigue estando llena de esa mala gente de la que Antonio Machado decía que "va apestando la tierra". Cumples dieciocho años y suenan otra vez tambores de guerra en Europa. Es verdad que no todas las Leonores en España tendrán que ir a pegar tiros, pero tú, algún día, quizá, podrás hablar en nombre de todas y decir que tu generación no quiere guerras. Y podrás hacerlo con convicción, porque a ti te pueden mandar al frente a que un dron o una mina o un misil te reviente.
El futuro está demasiado cargado de pasado, Leonor. Y aunque ahora aún no empiece lo arduo (la madurez se demora), la mayoría de edad te interroga. Querrás seguir siendo una niña, pero ya no lo eres. No te cambiaron en la cuna y aunque algunos piensan que la Constitución la escribieron para ella, en verdad está escrita para ti. El azar te ha regalado un espejo. Hay una España, la que mejor escribe, que siempre ha querido romperlo. No te olvides de que "no sólo de pan vive el hombre. Ojalá, si tuvieras hambre y estuvieras desvalida en la calle, no pidas un pan, sino que pidas medio pan y un libro". Ojalá tu generación encuentre a nuestro poeta. Para eso, deberás tener memoria.
Con dieciocho años recién cumplidos podría decirte que "Tú no puedes volver atrás/ porque la vida ya te empuja/ con un aullido interminable", pero no te preocupes por eso. Mira hacia delante. En España todavía nos huelen los pies a franquismo, pero somo un país mucho mejor que el que vivieron tus padres. Naciste en la cuna de al lado ¿y qué? La vida te deja una enseñanza que, desde hoy, tienes que empezar a construir mirando a esa condición que tú nunca podrás tener, pero que también te libera de estar en un lugar que no ha sido el más luminoso de la historia de España. No olvides que los verdaderos creyentes son los que ya no creen, pero obran como si creyeran.
Así, dentro de un tiempo, mirarás hacia atrás y podrás decirte, con un poeta de las muchas Españas:
Volver, pasados los años,
hacia la felicidad.
Para verte y recordar
que yo también he cambiado.
Suerte Leonor, y que lo que seas se deba, sobre todo, a tu propio esfuerzo en una España en paz, justa, federal y republicana, plena de verdaderas libertades, amable, plural, que no deje a nadie, por ninguna razón, atrás y donde nos cuidemos. Y que, porque todo eso se cumpla, la sintamos como un lugar querido.
Comentarios
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