Edward Snowden se ha convertido en un ciberfugitivo por haber osado usar con el espionaje estadounidense el mismo mecanismo que ellos utilizan con el mundo mundial: dejarlos en pelotas.
La gran paradoja del ciberespionaje está en que en su propia fuerza reside también su mayor debilidad: la interactividad, una de las características esenciales de internet, lleva a que todo controlador es susceptible a su vez de ser controlado.
Lleva razón Obama cuando dice que no se puede aspirar ya, si queremos cien por cien de seguridad, a un cien por cien de privacidad. Lo que pasa es que ésta es una frase con mucha trampa: al paso que vamos la privacidad de los ciudadanos será cero si no lo es ya y a cambio nunca ningún país conseguirá obtener el cien por cien de seguridad.
Por eso resulta infantil reaccionar como toda la vida de dios: intentando matar al mensajero: yo vulnero todos los derechos a la intimidad, a la confidencialidad y a la privacidad que me da la gana pero si tú vulneras el desahogo y la impunidad con que lo hago que sepas que voy a ir a por ti y te va a caer la del pulpo. Yo veo desnudo al que quiero, me entero de las intimidades y miserias de todo bicho viviente pero si alguien cuenta lo que yo hago le meto un puro que lo dejo sin aliento.
Con Snowden tenemos ya al segundo filtrador errante huyendo de las garras de Estados Unidos. Assange lleva ya más de un año refugiado en la embajada de Ecuador en Londres. Pero no podrán ponerle puertas al campo. Si los ciudadanos somos vulnerables, los poderosos también lo son. Esa es la novedad. Tendrán que inventarse otra manera de hacer las cosas. O continuar con la misma, pero sin que les importe tanto que nos enteremos.
Lo único que hizo en su día el soldado Maning poniendo en manos de Wikileaks decenas de miles de documentos de las guerras de Afganistán e Irak y de cables de la diplomacia de Washington fue evidenciar lo que ya todos nos maliciábamos.
Ahora Snowden ha filtrado a The Guardian y The Washington Post dos documentos que recogen otros tantos programas secretos de espionaje del Gobierno de EE UU, uno para el registro de los números de teléfono y duración de las llamadas telefónicas de la compañía Verizon en el país y otro, conocido como Prisma, que permite el acceso a correos electrónicos, chats, fotos y otros materiales intercambiables en internet. Lo único que ha hecho con eso el ahora perseguido ciberespía es confirmar nuestras fundadas sospechas de que vivimos una vida vigilada, que controlan nuestros pasos y hasta nuestra respiración.
Y digo yo: ya que van a seguir espiándonos,¿por qué no se relajan y aceptan que por los mismos métodos con los que ellos nos vigilan, nosotros podemos verificar que lo hacen?. Si los ciudadanos estamos intentando aprender a convivir con la conciencia de estar permanentemente vigilados y a asumir que es inevitable, cuánto van a tardar ellos en admitir que siempre existirá el riesgo de filtraciones que los dejen en evidencia?
Estados Unidos tienen la impunidad a través del Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISA), ese ente fantasmagórico y siniestro que firma las autorizaciones para que Facebook, Microsfot, Google o Apple se abran de piernas cada vez que les piden datos de sus usuarios. Pero nosotros, a través de filtradores como Maning, Assange o Snowden, podremos verificar que estamos en lo cierto cuando imaginamos que, en materia de intimidad, ante ellos vivimos literalmente en pelotas.
Las filtraciones de Snowden son muy clarificadoras y se agradecen. Esa transparencia sobre lo que hace el poder es muy saludable. Pero en lo que, a mi juicio, se equivoca el voluntarioso muchacho es en imaginar que sus denuncias pueden servir para conseguir que se respete nuestra privacidad. Esa es ya una guerra perdida. Yo no creo en absoluto que Snowden sea un traidor. Tampoco un héroe. Más bien un ingenuo.
Comentarios
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