Querida María José Durán, sigo por facebook tus peripecias en el sur del sur de América Latina. Recuerdo cuando me contaste que querías marcharte a Chile y yo, que te necesito aquí para podernos dar más prisa en cambiar todo esto, no tuve más remedio que animarte a que te largaras.
He sido testigo de muchos de los cabezazos contra la pared que te pegaste antes de tirar la toalla. He visto cómo lo mucho que vales, tu gran capacidad para hacer este país un poco mejor, no solo no fue apreciado por los indocumentados que te pagaban el sueldo sino que no pararon hasta aburrirte. Creo que hiciste bien en marcharte. Pero querida mía, yo necesito que vuelvas.
A ti, querido Enrique Carnicero, qué quieres que te diga. Una mente creativa como pocas. Durante el año que tuve la fortuna de tenerte de becario pude disfrutar de tu envidiable capacidad para traducir la vida en imágenes y planos secuencia. Las cosas que te traías entre manos siempre tenían un punto exquisito, un ángulo en el que los demás no reparábamos hasta que tú nos lo hacías ver. Ahora te disfrutan en Irlanda. Allí consigues salir adelante haciendo lo que te gusta después de haber llamado aquí a mil puertas sin que nadie supiera entenderte o dispusiera del presupuesto necesario para lanzarse contigo a una aventura de éxito seguro.
Yo quiero que vuelvas, Enrique, y quiero que sepas que, por lo que a mi respecta, pienso hacer todo lo posible para que te vayan haciendo sitio.
En cuanto a mi querida Patricia Calderón, a ver cómo te lo cuento: He visto a poca gente con tan excelente disposición, tan buen humor, tan poco miedo a aceptar desafíos. ¿Recuerdas cuando, sin aviso previo, te propuse hacer aquella salidilla en San Fernando en plena huelga de Astilleros? Los neumáticos ardían detrás tuyo y Manolo Garrido, desafiante, te apuntaba con la cámara. Te dio igual, lo resolviste como si llevaras toda la vida haciendo información en directo. Ni un segundo de duda, había que hacerlo y lo hiciste. Fenomenalmente, además. Nunca olvidaré lo mucho que nos peleamos y nos reímos juntos porque conectar contigo era muy sencillo. Ese pundonor con el que te ponías a la tarea, esa energía pura es la que necesitamos aquí para doblarle el pulso a quienes están usando el poder para fulminar nuestras esperanzas.
Pero te has ido. Andas por esas Europas, ahora creo que en Alemania, en busca de ese hueco que aquí no encontraste. Como también hizo nuestra amiga Rocío Martínez o nuestra otra María José, Morón, con José Pablo, su pareja quienes, hartos de contratos basura intermitentes, de promesas incumplidas, expectativas fallidas y todo tipo de coitus interruptus laborales, decidieron irse a tomar... por mundo. Así han llamado a su blog y a su página de facebook, en las que cuentan sus peripecias mientras recorren los cinco continentes con un presupuesto de veinte euros diarios. Seguro que los amortizan porque son envidiablemente creativos, osados... y muy capaces.
Os necesitamos aquí María José, Enrique, Patricia, José Pablo. Os necesitamos para construir ese país que quienes nos gobiernan no quieren que tengamos. Entiendo que os hayáis marchado. Y por eso entiendo como un desafío para los que aún estamos aquí ponernos a luchar hasta darle a esto el vuelco suficiente que os permita volver a tener aquí vuestro lugar. Para que os animéis a regresar y no se tenga que marchar nadie más, para que cese una sangría que nos descapitaliza y que ensombrece, mucho, nuestras perspectivas de futuro.
Vosotros hacéis falta aquí. Mucha falta. Quienes sobran son ese diez por ciento de depredadores, mentecatos, arribistas y especuladores que han dejado esto hecho unos zorros. Por vosotros, por los que os fuisteis, vamos a intentar que podáis poner pronto fecha a ese billete de vuelta que lleváis, seguro, en vuestros bolsillos.
Este país no se puede convertir en lo que quiere Botín, en lo que quieren esos contables que nos gobiernan en nombre de la troika. Este país tiene que ser como dispongamos el noventa por ciento de sus ciudadanos, que queremos ya, entre otras muchas cosas, reformar cuanto antes el código penal para meter en la cárcel a los defraudadores. Para que, como dice el amigo Iglesias, los policías puedan ponerle las esposas, de una vez por todas, a quienes son los verdaderos responsables de vuestra marcha.
Comentarios
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