Si por cada portada de periódico en la que, desde hace seis años largos, se vienen lanzando infundios contra Podemos pagaran un solo euro, igual muchos habríamos podido cancelar nuestras hipotecas hace ya tiempo. Sería bonito que alguien dispusiera de horas y ganas para hacer esa recopilación.
Han pasado 2.410 días desde que Podemos nació, 2.410 días de gota malaya en prensa, radio y televisión, intentando instalar en el imaginario común, sin conceder descanso alguno, un tono hostil contra cualquier persona o cosa que suene o rodee a esa formación política; 2.410 días empeñados en propagar que ella es la responsable de todos nuestros males, que la componen especímenes peligrosos dispuestos a acabar con nuestra paz y tranquilidad. Moscas cojoneras a las que hay que quitar de en medio como sea.
Salen a infundio diario. O más. Esa es la media ponderada. No sé si alguien de ustedes recuerda una cacería similar desde que este país recuperó a trompicones los hábitos democráticos. Los seis años de vida de Podemos son la historia de la persecución sin cuartel contra una formación que trajo a la política de nuestro país ideas y convicciones que no tardaron en germinar en buena parte de la ciudadanía.
No, señores, no era verdad que hubiera que resignarse al poder sin límites de los bancos, no era verdad que solo dos partidos pudieran llegar al Gobierno para ir relevándose el uno al otro por los siglos de los siglos, no era verdad que todo lo que rodeara a la institución monárquica hubiera de permanecer intocable para siempre, inmune... "inviolable", que manda narices también con el término.
Pesos pesados de las dos principales formaciones políticas, como Rubalcaba o Esperanza Aguirre, perdían debates con Iglesias en el cuerpo a cuerpo, y el personal empezó a intuir que otra manera de hacer las cosas era posible, las encuestas lo reflejaron y fue entonces cuando se decretó la orden de caza y captura. Solo faltaron los carteles de "Se busca" y la cantidad a pagar de recompensa, como en las películas del Oeste. En esas continúan.
Pero hete aquí que la formación morada resistió todo tipo de embates, dejaron en evidencia a quienes pretendían ridiculizarles y consiguieron demostrar que no era verdad que no se pudiera ganar una moción de censura a la derecha, que no era verdad que este país fuera bipartidista, que no era verdad que no se pudiera constituir un Gobierno de coalición.
Cuando cinco de sus miembros se sentaron en la mesa del Consejo de Ministros comprobamos también otras cosas: no era verdad que no pudiera subirse el salario mínimo, no era verdad que no pudiera pensarse en una distribución más justa de los recursos disponibles, que no pudiera instaurarse un ingreso mínimo vital, que no pudiera llegarse a acuerdos con empresarios y sindicatos...
Los poderosos que dejaron de "tocar pelo" no daban crédito, y en ese estado de asombro parece que continúan. ¿Y qué les ha dado por hacer frente a eso? ¿Analizar seriamente por qué les pasa lo que les pasa? Pues no: actuar como lo que son, niñatos consentidos acostumbrados a que nadie les rechiste en el patio del colegio.
Por eso difunden maldades a diario, infundios que ayudan a mantener de actualidad el hilo de la sospecha contra Podemos hasta que, pasados unos meses, al final todo va quedando en agua de borrajas. Pero no les importa, porque el material bélico del que disponen es abundante: hoy la tele (la pública, sobre todo, que menuda vergüenza), mañana El País, pasado el ABC, El Mundo, La Razón... medios que cada día que transcurre producen más bochorno a los defensores del oficio periodístico. Por no hablar de las homilías mañaneras de Alsina, Herrera o Barceló, por lo general repletas ellas de descalificaciones y adjetivos insultantes hacia la formación morada. Sin recato alguno. Leña al mono.
Esos grandullones de patio de colegio lo intentan también en el Congreso, ladrando impotentes ante el trabajo de un Gobierno de coalición que a pesar de los enormes contratiempos de la etapa que vivimos, consigue ir saliendo adelante. Cuando comprueban que nada les vale, recurren entonces a la guerra sucia y pestilente: el uso de antiguos abogados resentidos, empleadas de hogar a las que pagan para que mientan, recovecos en las cuentas electorales... asuntos todos ellos que en semanas volverán a quedar en humo, pero mientras tanto van alimentando la duda.
Es tanta la impotencia que deben sentir que ya están agotando los últimos recursos que se suelen emplear en este tipo de tácticas (intimidación permanente, amenazas, acoso, hacer la vida imposible a sus líderes intentando convertir su vida privada en un infierno...) antes de llegar a la violencia directa, algo cuya posibilidad me espanta contemplar y que espero nunca llegue a suceder.
A medida que esté mas cerca la fecha de la aprobación de los presupuestos creo que esa desesperación aumentará, porque si se consiguen aprobar, los conspiradores saben que habrá tres años por delante en el que el Gobierno de coalición quedara soldado. Eso aterra. Aterra a quienes durante tantos años operaron sin obstáculos en un país donde ahora, por fin, parece que ha llegado la hora de ir levantando alfombras.
Por eso se hacen públicas ridículas cartas de apoyo a un decepcionante golfo que nos ha tomado el pelo más de cuarenta años seguidos, por eso Alfonso Guerra, uno de los que encabeza el escrito de apoyo al insigne fugado, se parece cada vez más a José Antonio Girón de Velasco. Ven que el régimen en el que se acomodaron durante décadas puede por fin desnudarse y que muchos de ellos, si eso llegara a suceder, podrían quedar retratados en pura pelota picada. Siempre les quedará Abu Dabi.
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Comentarios
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