Las carga el diablo

Los medios como altavoces de las gamberradas ultras

Los medios como altavoces de las gamberradas ultras
El presidente del gobierno Pedro Sánchez durante el desfile militar del 12 de Octubre en el Paseo de la Castellana de Madrid para festejar este martes el Día de la Fiesta Nacional. EFE/Chema Moya

Aunque han pasado unos cuantos días, conviene hacer hincapié en la gravedad del asunto. En el desorbitado altavoz que el comportamiento de unos cuantos gamberros, pocos y lejanos, acabó consiguiendo durante los actos institucionales del pasado 12 de Octubre.

Quienes promovieron los gritos, los insultos y los silbidos contra el presidente del Gobierno de coalición no lograron ensombrecer la ceremonia, pero sí que así lo pareciera a juzgar por cómo se contó en según qué medios. Montamos el pollo, debieron plantearse, y ya verás cómo nos aseguramos la apertura en los informativos; largamos unos cuantos insultos a Pedro Sánchez, le dedicamos una sonora pitada y aunque seamos cuatro gatos seguro que pican y nos sacan por delante de cualquier otra noticia, aunque esté cayéndose el mundo. Con Tve acertaron de lleno. La televisión pública picó (o no) y entró al trapo con todo. La redactora, es un decir, que hizo el directo apareció en plenos titulares calificando la protesta de "contundente", y tanto la eterna presentadora como el off de la pieza donde se resumía el acto redondearon la fechoría afirmando que la protesta de aquellos cuatro descerebrados había "marcado" el acto.

Ni siquiera la amarillista Telecinco le otorgó a los insultos dedicados a Sánchez algo más que una oración subordinada ya en el minuto tres, después de abrir con las novedades en el volcán de la Palma, que esa mañana había incrementado su fuerza; algo parecido sucedió en La Sexta. En Telemadrid se preocuparon más por la exaltación de Ayuso que por menoscabar a Sánchez. En Antena Tres, donde se las suelen gastar finas a la hora de referirse al Gobierno de coalición, informaron esta vez de una manera mucho más profesional que en Tve. Vicente Vallés, por lo general beligerante de guardia, relegó esta vez los silbidos al presidente al minuto ocho del informativo que dirige y presenta. No los citó en titulares, cuando se refirió a ellos contextualizó el hecho de manera impecable y apostó por destacar el perfil institucional del acto rematando con unas declaraciones en las que Margarita Robles descalificaba a los alborotadores. Si no lo veo no lo creo.

¿Qué demonios pasa en Tve para que, no ya desde un punto de vista político sino estrictamente informativo, la crónica de los actos del Día de la Hispanidad fuera la peor de las ofrecidas en cualquier televisión? ¿Tan difícil era explicar, por ejemplo, que "varios energúmenos habían intentado reventar la ceremonia y no lo consiguieron"? ¿Tanto cuesta contarlo así?

Como escribió Gaspar Llamazares en su cuenta de Twitter: "Una cosa es rechazar la televisión gubernamental y otra que, en vez de neutral, sea antigubernamental."

Los periódicos del día siguiente, salvo El Mundo y ABC, que cada día andan más desmelenados, se hicieron eco del asunto, claro, pero con mesura y profesionalidad. El nuevo diario recién nacido, El Periódico de España, ni siquiera mencionaba el acto en primera página. Y Ángels Barceló, a las seis de la mañana del miércoles, iniciaba su programa Hoy por hoy de la Cadena Ser con estas breves y contundes palabras: "Ni hoy, 13 de octubre, ni ayer, 12 de octubre. Nosotros no, nosotros no gritamos ni insultamos. Nosotros entendemos la libertad de otra manera". Pues eso.

Circula por las redes una viñeta que resume a la perfección el comportamiento frecuente de la mayoría de los medios cuando, por ejemplo, están cubriendo una concentración de miles de personas que discurre pacíficamente. Basta que un desquiciado decida aporrear un automóvil para que todas las cámaras se vuelvan hacia el alborotador y se olviden de todo lo demás. Hay que reflejar el hecho, claro que sí, pero la perversión está en la edición posterior, en la sobrevaloración de la anécdota por encima de cualquier otra cosa que esté sucediendo, por mucha envergadura e importancia que esta tenga. Cuando el sabotaje de unos cuantos exaltados consigue acaparar así el mayor protagonismo, alguien ha caído en la trampa, alguien ha perdido el foco. O ha querido hacerlo tal como se hizo en el TD1 de manera descarada y en el TD2 levantando un poquito el pedal, pero tampoco demasiado.

La televisión pública tendría que limitarse a ayudar al espectador a sacar sus conclusiones y no adornar las informaciones con adjetivos ni juicios de valor. Eso contribuye a aumentar los decibelios de la crispación y no es ni servicio público, ni equilibrio, ni reflejo cierto de los hechos. No puede ser que los maleducados acaben marcando el paso de las cosas que se cuentan. Los gamberros no pueden actuar contando con que sus desmanes tienen altavoz asegurado no solo en los medios afines sino en la mismísima televisión pública que, al menos sobre el papel, no debe ni puede ser un medio afín a ninguna sensibilidad política.

Como comentaban el otro día unos amigos, "es la primera vez en más de cuarenta años de democracia que la televisión pública se dedica a desautorizar al Gobierno mientras le da voz a las ultraderechas", pero claro, "se ve que a Sánchez, lo de conseguir ser secretario general del PSOE y presidente del Gobierno teniendo todo el viejo aparato en contra le debió saber a poco. Ahora el siguiente reto, tras el espaldarazo que recibirá este  este fin de semana en el congreso de su partido, puede que sea ganar las próximas elecciones incluso con Tve en contra". Capaz es.

J.T.

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