Las carga el diablo

¿Seremos capaces de votar a nuestros verdugos?

¿Seremos capaces de votar a nuestros verdugos?
Alberto Núñez Feijóo y el líder de Vox, Santiago Abascal, conversan durante el acto solemne de homenaje a la bandera nacional y desfile militar en el Día de la Hispanidad, a 12 de octubre de 2022, en Madrid (España). Eduardo Parra / Europa Press (Foto de ARCHIVO)

Ahora que comienza una semana política bien calentita, igual es bueno poner el oído, escuchar las cosas de las que la gente que nos rodea habla en el día a día, y poder así hacernos una idea lo más cabal posible de por dónde va la linde.

En mi círculo de amistades y conocimientos varios hay división de opiniones. Al margen de encuestas y demás intoxicaciones que difunden esos informativos que más vale no sintonizar si apreciamos en algo nuestra salud, en unos casos están quienes andan convencidos de que la derecha va a arrasar y en otros hay quienes se niegan a aceptar esa posibilidad.

"Me tienen harto tus amigos de la tele, me decía el otro día un taxista sevillano; cuando anuncian catástrofes cada día, me siento tratado como si fuera tonto porque yo lo que veo es que llevamos unos meses estupendos de trabajo, y eso a pesar de ser invierno. Hay faena, Juan, y esta primavera ya verás cómo la ciudad se va a llenar de turistas como si no hubiera un mañana. Es verdad que la inflación no baja, pero a mi padre le han subido la pensión, mi hijo tiene trabajo sin haberse visto obligado a irse al extranjero como le pasaba hasta hace poco a sus amigos porque aquí no había manera de encontrar un puto curro, eso es lo que yo vivo pero pongo Antena tres y me tropiezo con un economista, o lo que sea, empeñado en contarme que estamos en la puñetera ruina, ¿se cree que soy gilipollas, o qué?".

En el otro lado de la balanza, una amiga pensionista con la casa pagada, los hijos trabajando y una jubilación que le permite un desahogo aceptable me dice en cambio que está preocupada porque a su alrededor todo el mundo le cuenta que va a votar al PP... o a Vox. "En el Centro de Salud donde trabajaba se han vuelto todos fachas, me comenta, y eso que quien los putea es Moreno Bonilla, no entiendo nada. Y cuando les pregunto por qué votan a la derecha, añade contrita mi querida amiga, lo que me contestan es que les cae mal Pedro Sánchez y peor todavía esos "niñatos" de Podemos."

Un caso más: mi peluquero, votante del PP, se quejaba el otro día de su compañía de seguros privada porque se han negado a financiarle la máquina que necesita para remediar su apnea. Ha tenido que recurrir a la Seguridad Social y ya anda tan contento el hombre, durmiendo a pierna suelta tanto él como su señora, que estaba ella ya que se subía por las paredes. Encantados andan ahora con esa Sanidad pública que se quieren cargar aquellos a quienes ellos votan. Se lo hago ver y me dice que sí, que es verdad, pero que los políticos del Gobierno de coalición le caen muy mal, y que los de Podemos nos van a llevar a la ruina.

Es complicado que la gota malaya implacable de los medios no influya en el sentido común y en el ánimo ciudadano, por mucho que constaten a diario que su vida no tiene nada que ver con el apocalíptico mundo del que hablan sin parar en la tele, y en las radios, y en la mayoría de periódicos, aunque los periódicos la verdad es que solo los miran ya quienes se acercan al bar a tomar un café, o ni eso.

La mayoría de paisanas y paisanos con los que hablo, voten a quien voten, parecen estar de acuerdo en que ha sido una suerte no tener a la derecha en el poder durante estos años de pandemia, volcán, guerra... Menos mal, piensan, pero se lo callan. ¿Por qué votáis al PP o a Vox entonces?, insisto. Y vuelve la respuesta de siempre: es que me cae mal Pedro Sánchez, y los de Podemos peor todavía. La gota malaya, no cabe duda, ha surtido su efecto. Gota malaya con la que riegan el día a día esos mal llamados comunicadores que saben perfectamente que Feijoó no pasa el corte, no da el nivel para el cargo que ocupa, y no hablemos ya del ultra Abascal y sus fantasmadas.

Quienes tienen por oficio denostar al Gobierno de coalición y cantar las excelencias de los líderes de la derecha y la ultraderecha se las ven y se las desean para retorcer una realidad que se empeña en no ser como a ellos les gustaría. Esa impotencia que la Brunete mediática experimenta al no tener más remedio que defender incompetentes como Feijoó o Abascal; ese desconsuelo es el que les lleva a arremeter, con más saña si cabe, contra un ejecutivo que está haciendo sus deberes medianamente bien y que presenta una aceptable cuenta de resultados de sus ya tres años largos de gestión, no solo de puertas adentro, sino también en el contexto internacional. Se suben por las paredes esos gurús fachas que pronosticaron que, con el Gobierno de coalición los inversores se irían de España y ahora comprueban cómo cada día que pasa contamos con mayor respaldo y reconocimiento internacional, a pesar de la extraña y sospechosa espantá protagonizada por Ferrovial la semana pasada.

Mis conocidos y conocidas no quieren que les cuenten milongas, lo que les importa es su bolsillo, su estómago y el bienestar de su familia. Cuesta creer que se dejen comer el coco por los profesionales de la desestabilización hasta el extremo de acabar votando a quienes han anunciado que acabarán con todo lo que ahora les está permitiendo salir adelante a pesar de los tres largos años de pesadilla que llevamos vividos. Cuesta creer que acaben votando a quienes, de llegar al poder, se convertirán en su peores verdugos al día siguiente de ocupar la poltrona.

J.T.

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