Las carga el diablo

Tom y Jerry, o la desesperación del PP

Tom y Jerry, o la desesperación del PP
Tom & Jerry

No saben ya qué hacer para que los torpedos inmisericordes que a diario lanzan contra el Gobierno de coalición acaben surtiendo efecto. Están desesperados. Me recuerdan a Tom, el gato que salía trasquilado cada vez que intentaba atrapar a Jerry, el ratón: no había sabotaje que le saliera nunca bien al felino porque Jerry siempre se escurría y al final era a Tom a quien acababa explotándole el petardo en la cara. Tom y Jerry: un viejo guión que no pierde actualidad.

Me imagino a la plana mayor del Partido Popular gritando ¡malditos roedores! en la sala de máquinas de Génova, 13 cada vez que intentan una maniobra para desgastar al Gobierno de coalición y al final acaba saliéndoles el tiro por la culata. No paran de pegar escobazos sin conseguir atizarle nunca a unos adversarios que siempre se las arreglan para salir relativamente indemnes de la agresión de turno.

Pero ¿cómo es posible?, se preguntan desconcertados. Nosotros que tenemos de nuestro lado a todos los primos de Zumosol posibles, nosotros que contamos con el apoyo de bancos y grandes empresarios, es decir, con todo el dinero del mundo, nosotros que disponemos de los mejores instrumentos de presión existentes, nosotros que somos los putos amos... ¿cómo es posible que no haya manera de endiñarle al Gobierno de coalición un buen escobazo que los deje temblando?

Les hemos llamado de todo, hemos mentido sobre todo, le hemos la dado la vuelta a cualquier buena noticia que pudiera favorecerles, hemos acojonado de lo lindo al personal, hemos logrado que muchos infelices piensen que los vamos a sacar de la miseria, hasta hemos hecho creer a los pensionistas que la subida de la jubilación era mala, pan para hoy y hambre para mañana; en fin, que nunca le hemos hecho asquitos a la más mínima oportunidad que se nos haya brindado para retorcer la realidad cuanto más mejor...

Hemos copiado las peores artes de Trump, plagiado a Berlusconi y perfeccionado el arte de divulgación de noticias falsas hasta tal extremo que ríase usted de la Fox estadounidense. Tenemos a Vox en horas bajas tras el sonoro ridículo brindado por ese bluff llamado Tamames, las radios no paran de arrearles, las teles son nuestras, los periódicos comen en nuestras manos... y aún así los muy cabrones del gobierno logran salir a flote.

Conseguimos hasta quitarles la televisión pública y ni por esas, cinco años con el Poder Judicial sin renovar y nada, en los juzgados ya no saben cómo retrasar más tiempo los juicios de corrupción que aún quedan pendientes contra nosotros y nos instan a espabilar, es decir, a llegar al gobierno cuanto antes y como sea, porque ya no saben qué más hacer para favorecernos; las cloacas han practicado sin pudor alguno el mayor juego sucio posible intentando sobre todo buscar la ruina a los socios minoritarios del Gobierno de coalición... Y aun así, no hay manera de despegar con claridad en las encuestas. Ni siquiera en las que cocinan los nuestros. Pero ¿qué está pasando aquí?

Una pandemia del carajo de la vela, un volcán, una guerra en Ucrania que nos empobrece a todos... Pues nada, ni por esas hemos conseguido que la legislatura se acortara. Hacen pactos, llegan a acuerdos, sellan consensos, y ahora que nos las prometíamos tan felices soñando con un revés en el asunto de la reforma de las pensiones, va Europa y bendice los acuerdos entre Gobierno de coalición y sindicatos ¡Con lo bonito que hubiera sido un buen pollo en otoño por las calles de toda España llenas de contenedores ardiendo a pocos meses vista de las elecciones generales!

En resumen, desocupado lector, que los guionistas del negocio pepero andan desesperados. No dan con la tecla para que despeguen las expectativas del llamado principal partido de la oposición. Y algunos de los muñidores de las eternas conspiraciones internas hace ya un tiempo que se preguntan cómo fueron capaces de apostar por el inútil de Núñez Feijoó. Menudo chasco. Los periodistas y predicadores en nómina cada vez lo tienen más difícil para remendar o tapar sus antológicas meteduras de pata, los pobres.

Cada vez que viajan a Bruselas hacen el ridículo, visitan al Papa y este les ningunea en su cara. Y claro, se agobian y desesperan tanto viendo correr el reloj y las hojas del almanaque, que al final no se les ocurre nada mejor que recurrir a la distopía de los telepredicadores latinos de tinte bolsonarista, a sus bendiciones y sus aleluyas: ¡Almeida, aleluya; Ayuso, aleluya; Señor Feijoó, ruega por nosotros, aleluya! ¿Puede existir mayor reconocimiento de impotencia?

¡Malditos roedores, los miembros de este Gobierno de coalición. Pensábamos que con los insultos, la crispación en el Congreso de los Diputados, la tele pública a nuestro favor y esa manipulación mediática en la que nuestros turiferarios son verdaderos maestros, nos los íbamos a comer en pepitoria a las primeras de cambio y ahí andan todavía, vivitos y coleando tres años largos después. Corriendo y zafándose divertidos de nuestros escobazos, como el ratón Jerry mientras nosotros, como el gato Tom, acabamos estrellándonos contra la pared cada vez que intentamos acabar con ellos.

¡Malditos roedores!

J.T.

Más Noticias