"Esto no se puede explicar. Esto hay que vivirlo". Estas dos frases siempre las escuché en el Rocío cuando hacía coberturas informativas y nunca las entendí. Y como lo viví, lo puedo explicar perfectamente: es una frikada. Lo siento, amigos rocieros, pero alguien tenía que decirlo."
Recupero este tuit que publiqué hace casi un año, y que me costó algún que otro disgusto, porque me sirve para introducir las reflexiones a las que me han llevado estos días pasados las reacciones de tanto ofendidito como ha salido por ahí rasgándose las vestiduras porque en TV3 "osaron" emitir un sketch humorístico con "la reina de las marismas" como protagonista.
A estas alturas no podemos estar aún así, amigas y amigos, lo siento mucho. No puede ser que en pleno 2023 andemos todavía con estos tiquismiquis cada vez que se toca un tema como el Rocío. ¿Qué demonios nos pasa que no logramos sacudirnos esa caspa?¿Aún hay que andar tentándose la ropa no vaya a ser que unos intolerantes nos monten el pollo cada vez que hablamos de sus creencias y no ponemos el foco donde ellos quieren?
Al novelista Alfonso Grosso se le ocurrió radiografiar algunas interioridades de la fiesta del Rocío en su novela "Con flores a María" y durante años sufrió los efectos de la censura. La escribió en los sesenta y no consiguió publicarla hasta 1981, por la misma época en que el cineasta Fernando Ruiz Vergara filmó un documental sobre el tema y la película acabó censurada y denostada: familiares que consideraron vulnerado el honor de sus antepasados, a quienes en el guión se atribuían ciertas tropelías cometidas en Almonte durante la guerra civil lo denunciaron, y el director fue condenado a varios meses de cárcel que afortunadamente no cumplió, aunque sí tuvo que pagar diez millones de pesetas de multa.
El asunto tiene miga, y Nieves Concostrina nos lo recordaba hace unos días en La Ventana de la Ser: al llegar la República, aunque en ningún momento se puso en cuestión la celebración de la romería, algunos almonteños retiraron del ayuntamiento un azulejo con la imagen del Rocío en cumplimiento de la legislación laica vigente. Los poderosos y los rancios del lugar lo consideraron una ofensa intolerable y cuando llegó el golpe de estado del 36 promovieron una revancha ejecutada por falangistas, miembros a su vez de la hermandad matriz de Almonte. Con la medalla del Rocío al cuello algunos, y a la luz de los faros de un camión, fusilaron en la noche a un centenar de paisanos algunos de cuyos cadáveres todavía andan buscando a día de hoy.
Detallar esto en el documental fue lo que le costó a Ruiz Vergara la condena, ratificada por el Supremo. Abrumado y sin apoyos, decidió dejar de rodar películas para siempre y se marchó a vivir a Portugal, donde en 2011 murió con 69 años en el Hospital Casa de Misericordia de Lisboa. Aquella película maldita, que a día de hoy se puede ver en youtube, contiene algunos de los mejores planos que jamás se han rodado de la fiesta del Rocío. El guión de Ana Vila, impecable, muy trabajado, se limita a contar hechos, contextualizarlos, aportar datos y dejar respiros que permiten al espectador escuchar con claridad el sonido ambiente de unas tomas rebosantes de elocuencia.
"Esto no se puede explicar, esto hay que vivirlo", continúan exclamando a día de hoy quienes cada año se reúnen en la aldea. Traducción: o lo explicas como yo quiero o puede que tengas problemas. Que se lo cuenten si no a Alfonso Grosso, autor de una veintena de libros brillantes, pero que siempre tuvo a su alrededor gente empeñada en afearle haber descrito con su magnífica prosa en "Con flores a María" la impunidad, usos y abusos con que se desenvuelven los señoritos en el Rocío. En los últimos años de su vida, la miseria económica y la enfermedad se apoderaron del cuerpo y la mente de Grosso, quien sobrevivió un tiempo gracias a una ayuda del ministerio de Cultura hasta que en 1995 murió en Valencina de la Concepción a los 67 años.
El Rocío ofrece ángulos muy distintos y permite múltiples miradas. Lo que cuentan Grosso y Ruiz Vergara no solo es completamente cierto sino que se quedan cortos. El Rocío es una exhibición de poder de la iglesia y de los señoritos a caballo, por mucha gente corriente que se implique en la romería. "Cada ¡viva la Blanca Paloma! es un disimulado muera la República", le contó en su día algún parroquiano al periodista y escritor Manuel Chaves Nogales. Ni imaginarme quiero lo que deben estar pensando cada vez que lo gritan a día de hoy.
"Esto no se puede explicar, esto hay que vivirlo", insisten. Claro que se puede explicar, rocieras y rocieros de nuestras entretelas, lo que pasa es que no os gusta cómo lo explican quienes no acaban abducidos por tanta parafernalia ni hipnotizados por una puesta en escena que la iglesia diseñó con indiscutible pericia hace ya unos cuantos siglos.
No es agua pasada lo de Grosso y Ruiz Vergara: a día de hoy, si no explicas el Rocío como ellos quieren ni te callas lo que no les conviene que se sepa, aún te estigmatizan y si pueden te persiguen hasta que lamentes el atrevimiento. Ahí tenemos sin ir más lejos el episodio de TV3, con Moreno Bonilla rasgándose las vestiduras escandalizado, ejerciendo así de palmero de los fundamentalistas y olvidando que es presidente de millones de andaluces que no quieren saber nada de estas historias.
Continúa existiendo un cierto efluvio tabú en el ambiente rociero que se puede respirar y oler entre el polvo del camino y la histeria del salto a la reja. El tabú y la intolerancia son primos hermanos y aquí llega la eterna pregunta: ¿cómo ser tolerante con los intolerantes? ¿Cómo sentirse libre para hacer humor con quienes están dispuestos a ofenderse a las primeras de cambio y poner en marcha toda la maquinaria mediática con la que cuentan para conseguir intimidarte?
No puede ser que a estas alturas estemos en esas, a ver qué ocurre en las próxima romería del Rocío, que coincide con la fecha de las elecciones municipales. Pronostican que en las marismas se reunirán un millón de personas el domingo 28 de mayo ¿Un millón de abstenciones? No caerá esa breva.
J.T.
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