Corazón de Olivetti

El largo ramadán de Siria

Los sirios quieren romper su largo ramadán de sumisión: dos mil asesinados ya, tan sólo por exigir algo parecido a democracia. El régimen de Hafez Al-Assad impide la entrada al país de periodistas independientes, pero no puede evitar que sus compatriotas informen con sus teléfonos móviles sobre una extraña guerra en la que los carros de combate disparan contra su pueblo. Hay soldados que desertan para no perpetrar una masacre. Entre los asesinados, el niño Hamza Elkhatib –torturado so pretexto de colaborar con una red de violadores salafistas-- o Ibrahim Qashush, que cantaba "Yallah, Irhal Ya Bashar" ("Venga, vete, Bashar"). Entre los miles de detenidos, bajo la etiqueta habitual de malhechores, agentes sionistas o yihadistas, figura el ciberactivista Anas Maarawi. En nuestro país, la bloguera Leila Nachawati lleva mucho reclamando una acción oficial más decidida. Y nuestro Gobierno ahora exige "que se autorice la entrada en dicha ciudad de organizaciones internacionales y medios de comunicación independientes".

¿Aguardamos a que la cosa se ponga tan chunga que la ONU nos autorice una nueva intervención? Un nuevo regalo para Israel, podría interpretarse; aunque a Netanyahu quizá le interese más un vecindario lleno de tiranuelos para seguir presumiendo de tener la exclusiva en democracia. Antes de exportar libertad en los cañones, más nos valdría golpear al ladrón de Damasco donde más les duele: en la cartera, congelando las cuentas corrientes de la familia Bashar, como pide el activista Haitham al-Maleh. Ojalá, así, pronto podamos celebrar el "iftarat" y desayunemos libertad real a manos llenas.

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