Corazón de Olivetti

La invasión de los ladrones de almas

No sabíamos que el pensamiento único era eso. La invasión de los ladrones de cuerpos. Quizá recuerden una vieja película de Don Siegel, de 1956, un clásico en las funciones dobles con olor a zotal. Alguien hizo luego un remake: La invasión de los ladrones de mentes, le llamaron con propiedad. Kevin McCarthy –qué buen apellido artístico para la época-- salía a la calle de un pequeño pueblo de California y la gente le miraba raro. Al adivinar que no era como ellos ni había sido abducido por los extraterrestres, le señalaban con el dedo y emitían extraños gorgoritos.

Ahora, les toca a los ladrones de almas. Sales a la calle y medio mundo parece poseído por los tertulianos de Intereconomía. La culpa de la crisis es de ZP y la Merkel amarra los perros con longanizas. Los empresarios son superhéroes emprendedores que luchan por todos contra la corrupción infinita de los sindicatos. El Papa es progresista y los del 15-M, un puñado de perroflautas vagos y maleantes, al servicio del Oro de Moscú. Rubalcaba es el chico para todo, que un día arropa a los Gal y otro día se chiva a los etarras. A mitad de la campaña, alguien jurará que las mochilas del 11-M formaban parte de su merchandising.

Les miro con pasmo como suelo mirar a los creyentes que lo mismo confían en la Santísima Trinidad que en la pulsera del equilibrio. Les observo en los taxis, en los bares y en el bus, ponerle velitas a San Mariano Rajoy que vendrá a salvarnos del infierno, no sabemos cómo. Como no sabemos el secreto de los milagros de Lourdes ni de los brujos televisivos. Lo único que adivinamos es que, al final de esta película, suelen ganar los malos.

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