Corazón de Olivetti

Un brindis envenenado

 

No nos representan. Esteban González Pons, vicesecretario de Comunicación del PP, repitió la contraseña favorita del 15-M, con su aire campechano, como de hermano menor de Bertin Osborne. Los conservadores no se sienten representados por los propios conservadores: al menos por sus concejales Ramón Gómez e Iñigo Arkauz, que cometieron la afrenta de brindar con el alcalde de San Sebastián, Juan Karlos Izagirre, de Bildu, durante una cuchipanda donostiarra.

Pues si no pueden brindar, de negociar ni hablamos. Tolerancia cero para los brindis, afirman desde Génova con la misma contundencia al respecto que los seguidores de la Iglesia de Filadelfia. Es comprensible lo de los trajes, lo de las comisiones, lo de la trama Gürtel, pero lo de brindar ya se pasa de castaño oscuro. De hecho, González Pons también afirmó que su partido no tendrá "ningún prejuicio sobre la situación procesal" de sus candidatos imputados. Se admiten los pelotazos pero no los chupitos.

De entrada, no se descarta una investigación interna al respecto. ¿Será cierto que mientras sonreían los ediles del PP le estaban dando la del pulpo al alcalde bildutarra? ¿O no será más cierto que unos y otros lamentaban que no exista un cupo foral para que los equipos vascos jueguen obligatoriamente la supercopa?
Todo esto tendría gracia si no hubiera aún de por medio el miedo a ETA y sería divertido si, a pesar de haber sido elegido como alcalde y con las bendiciones del Constitucional, pudiéramos descartar que bajo la máscara de Izaguirre acechen Fumanchú, Fantomas o Cheroki. Pero también la corrupción es un mal chiste. Una merienda de negros en vez de un brindis.

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