Corazón de Olivetti

Ética y estética con la Constitución de fondo

Ahora no toca debatir si la limitación del déficit es una medida progresista, liberal-conservadora, carlista o visigoda. Se trata de dirimir si incorporarla a la Constitución debe llevarse a cabo de extranjis o por la puerta grande, por lo civil o por lo militar.
Hubo tiempos en que las diferencias entre la izquierda y la derecha eran claras. En plena transición y en televisión, le preguntaron a Paco de Lucía por su ideología pero él respondió guiándose por sus propias manos: "Como guitarrista, sólo puedo decirle que la izquierda piensa y la derecha ejecuta". Un grupo fascista, claro, le propinó poco después una paliza en Gran Vía.

Treinta y tantos años más tarde, el imaginario de este tiempo tiende a diluir tales distingos entre PSOE y PP. Durante el primer mandato de Zapatero y la mitad de la presente legislatura, se volvía a acariciar la idea de que la socialdemocracia mantenía ciertas banderas izquierdistas frente al rayo que no cesa de la caverna patria. La utopía ya no estribaba tanto en la revolución pendiente sino en el simple ejercicio de conservar el Estado del bienestar. Hogaño, son muchos quienes entienden que los socialistas españoles han abierto las puertas al monte de las privatizaciones al declarar inconstitucional al déficit.

Pero eso no toca hoy. Antes hay que dilucidar es si para tomar semejante decisión se le consulta o no se le consulta al pueblo soberano. La principal diferencia entre la izquierda y la derecha, a lo largo de media historia, fue la estética, que era la ética. Lo que distanciaba más a una opción y a otra no era qué hacer, sino cómo hacerlo. Las formas, definitivamente, son el fondo. Y el PSOE lo está tocando.

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