Corazón de Olivetti

Generales al borde de un ataque de éxito

 

Sevilla fue Hollywood el viernes: se llenó de estrellas, las de la plana mayor de la OTAN que analizó, a dos pasos de las bases de Morón, de Rota y de Gibraltar, sus greatest hits. ¿De qué éxito hablan los jefes militares cuando hablan de éxito? Mientras en este negocio haya muertos, habrá fracaso, por mucho que hablen de bajas como si fueran saldos contables.

En Afganistán, llevamos diez años triunfales por mor de liberar a las mujeres del burka de los talibán, cuando nuestros aliados chiíes tampoco forman parte del club de fans de Clara Campoamor. ¿Cuánta tumba, cuánta estrategia fallida, cuánta falta de control sobre un territorio en manos de los señores de la guerra? Mejor no hablemos de Iraq y de los fabulosos beneficios que aquel ataque ilegal iba a depararnos. Ahora, incluso EE.UU. está haciendo el petate. El último en salir que apague la luz.

Lo de Libia debe ser un triunfo, pero tampoco sabemos para quién. Quienes se forraban con Gadafi, van a seguir haciéndolo con el variopinto Consejo Nacional de Transición. De ahí que Cameron y Sarkozy campen por Tripoli como nuevos Mr. Marshall de los que vienen a llevarse más de lo que traen. El operativo se guareció en la resolución 1973 de la ONU, que se limitaba a abrir un pasillo de exclusión aérea para impedir los bombardeos sobre la población. Luego, sería la OTAN la que bombardearía, o la que supervisaría el desembarco de tropas y de armamentos para esa nueva estirpe de rebeldes que no se parece en nada a los no violentos de Túnez, de Egipto o de Bahrein en donde, por cierto, fueron masacrados sin que nadie chistase. Si la resistencia se eterniza, Libia necesitará más tanatorios. Puede que el éxito de la misión consista en evitar que el pintoresco coronel acuñara una moneda común para la Unión Africana, poniendo aún más en jaque al dólar y al euro. O tal vez se tratara de evitar la fuga a los bancos chinos de Libya Investment Fund. O de proteger los intereses de Total y de BP. Los jefazos de la OTAN harían bien, pues, en recomendar la priv.atización de las guerras. Como si fueran servicios públicos

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