Corazón de Olivetti

Piratas, corsarios y otros brokers

 

Los piratas de antaño representaban a la economía sumergida, pero daban bien en las películas en Technicolor o en 3D, desde Erroll Flynn a Johnny Depp. Los corsarios, en cambio, era gente de ley: incluso acudían al notario para dar cuenta del reparto del botín, desde el grumete al capitán, pasando por los armadores. A veces, las razzias del corso eran beneficiosas: cuando Sir Francis Drake asaltó El Puerto de Santa María, se llevó consigo dos mil pipas de vino de Jerez, lo que estimuló considerablemente el consumo de dichos caldos en el Reino Unido.

Ahora, la piratería adquiere en cualquier caso ribetes menos románticos: los mares andan llenos de soldados de fortuna que se buscan la vida en la muerte de otros y que lo mismo plantean chantajes en Somalia que se quedan con la carga en Guinea. A veces llueve sobre mojado cuando los barbarrojas de hoy se afanan en rapiñar tesoros antiguos. He ahí los cazatesoros: la causa del estado español ha vuelto a ganar en un tribunal de apelaciones de Georgia, que esta semana obligó de nuevo a la empresa Odyssey a devolver medio millón de monedas que viajaban a bordo de Nuestra Señora de las Mercedes, una fragata hundida en 1804 frente a las costas del Algarve. Ahora, habrá que imaginar cual era el volumen real de la carga saqueada y cuál es el que retornará a manos de España. Como tendremos que plantearnos algún día qué hacer con los cientos de pecios que jalonan las costas del Estrecho y que van desde galeones y naos de la Carrera de Indias a submarinos nazis de la II Guerra Mundial. O les protegemos, o también serán pasto de modernos bucaneros.

O qué decir de algunos brokers al servicio de la bandera de la calavera que asaltan, día si, día no, la frágil flota de nuestras bolsas. Se trata de filibusteros a los que nadie pone precio a su cabeza pero que nos obligan a pagar una extorsión frecuente, la de tener que rescatar a nuestro sector financiero como un profundo acto de fe, sin nada a cambio. Y sin pasar por el notario y comprometerse al menos a un reparto equitativo del botín de sus ganancias.

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